Tegucigalpa (Por Joel Perdomo) – Más de 767 días tuvieron que transcurrir en Honduras para que más de un millón de estudiantes regresaran a las aulas de aprendizaje presencial, sin embargo anteriormente, las clases fueron virtuales y de manera semipresencial a causa de la pandemia del COVID-19, pero desde el 18 de abril se instruyó desde la Secretaría de Educación a los docentes presentarse a laborar a los centros. Los maestros y padres de familia han atendido el llamado, pero piden se invierta en la infraestructura escolar.
– La Secretaría de Educación tiene un presupuesto para operar este año de más de 35 mil millones de lempiras, con el reto de regresar a clases presenciales.
– La mayoría de colegios, tienen problemas de agua, sanitarios, vigilancia y aseo.
La instrucción se dio pese a no existir una planificación de reestructuración y remodelación de más de 22 mil escuelas y colegios donde un poco más de 60 mil docentes imparten clases. Y es que entre los primeros obstáculos que encontraron los maestros y padres de familia, es que no era conveniente regresar a clases después de un feriado de Semana Santa.
En un recorrido por varios centros educativos en la capital Tegucigalpa, entre otros lugares del país, varios enviados de Proceso Digital constataron el estado en que se encuentran actualmente los centros escolares, además recolectaron reacciones de padres de familias, maestros y autoridades, para conocer que piensan sobre el retorno a clases presenciales.
Ninguna de las instituciones educativas, está en óptimas condiciones para el regreso seguro a clases, algunas de ellas están en condiciones aceptables y otras en circunstancias lamentables, todos urgen de intervención inmediata a manera de atender, no solo el deterioro que generó el confinamiento por el COVID, sino los innumerables problemas persistentes históricamente.
Regularmente, -según cifras oficiales cada año-, más de 2 millones de estudiantes se venían matriculando en Honduras, sin embargo, un informe presentado recientemente por la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ), organizaciones de sociedad civil y la academia, revelaron que 1.1 millones de estudiantes quedaron excluidos del sistema educativo.
La Secretaría de Educación, asegura que hasta el momento, la matrícula de estudiantes a nivel nacional asciende a 1.7 millones. El proceso para estudiar sigue abierto, mientras una parte de los educandos está por terminar el primer parcial en la mayoría de escuelas, mientras la meta es de un poco más de 2.3 millones para este año.
Los maestros y padres de familia, no son indiferentes a la idea de regresar al aula de clase, por el contrario consideran que es el momento de hacerlo, pero ante ello, siguen haciendo campaña para terminar con la deserción estudiantil, sin dejar de alzar la voz hacia las autoridades para que promuevan inversiones en las destruidas escuelas del país.
Los centros educativos tienen evidentes dificultades con el agua potable, electrificación, vigilancia, aseo, sistema hidrosanitario, infraestructura, mobiliario y el material de bioseguridad; pero además, la vacunación sigue siendo otro inconveniente, un tema de debate porque aún hay padres de familia que niegan a que sus hijos se inmunizan contra el coronavirus.
Los colegios capitalinos: Instituto Técnico Honduras, Instituto Central Vicente Cáceres, Instituto Gubernamental España “Jesús Milla Selva” y el Instituto República de Francia, exteriorizan extremos respecto a condiciones, todos en distintas situaciones deben atender el llamado, en medio de carencias estructurales y sobre todo sanitarias.
Es usual que en los centros educativos, antes citados no tengan agua potable, además internet -en la era de la virtualidad-, y suficiente mobiliario escolar. A todo esto, el aseo y vigilancia de las escuelas son financiados por las asociaciones de padres de familias; el vital líquido llega a través de carros cisternas, propiedad de la Alcaldía Municipal del Distrito Central (AMDC).
Los sanitarios, gimnasios, espacios de formación y recreación, cerrados por casi dos años, fueron invadidos por la maleza (monte) y se convirtieron en nidos de animales, que aunque siguen siendo sometidos a extensas jornadas de limpieza y desinfección, aún quedan rastros del vacío al que estuvieron expuestos en toda la emergencia sanitaria ocasionada por el COVID-19.
Además, la llegada del invierno es otro problema para los centros educativos, unos por no contar con buen drenaje para las aguas lluvias y otros por tener techos defectuosos. Es imperioso creer que si en la ciudad más importante del país, la crisis está muy marcada; entonces ¿Qué será de las escuelas del interior de Honduras, las que sufrieron la agresividad de las tormentas Eta como de Iota?
Las clases semipresenciales dieron inicio aun cuando no había condiciones de salubridad en los centros de aprendizaje. Los alumnos fueron divididos en dos grupos para asistir una semana de por medio a la escuela o al colegio, los días que no se presentan, están conectados vía internet, además no hay recreo, ni consumo de alimentos en las casetas, como parte de la prevención.
Los maestros exigen usar mascarilla y gel de manos, distanciamiento personal, además, no más de 15 alumnos pueden ingresar al aula de clase. Y cada hora después de cada clase, los niños y jóvenes, tienen un espacio libre para salir del aula y liberarse un poco del cubre bocas, siempre bajo vigilancia docente para evitar contactos entre sí, aunque por momentos es inevitable.
Hay centros educativos como el Central Vicente Cáceres, que sirvieron como centros de vacunación contra el COVID-19, también como albergues cuando los fenómenos tropicales de Eta y Iota, golpearon con intensidad a la nación. En igual situación se encuentra el Jesús Milla Selva, donde se instaló uno de los centros de triaje más concurridos de la capital hondureña.
Los directores de estos centros escolares, buscan por diversos lados gestionar proyectos de apoyo para la educación, ya que algunos gestionados en la administración pública, son aprobados pero nunca llegaron a su destino, así lo contaron autoridades de estos institutos en ampliar conversaciones con Proceso Digital.
Padres de familia principales aliados
El profesor Cornelio Alejandro McCarthy, director del Instituto Central Vicente Cáceres, no renuncia a su capacidad de solicitar ayudas, donde sus más potentes colaboradores son los docentes y los padres de familia, quienes agrupados en una organización aportan algo de dinero no solo para asear o contratar seguridad, sino para hacer algunas reparaciones al colegio.
“La oposición de algunos alumnos para vacunarse, hace que no haya condiciones para venir a clases, el 90 % están vacunados y los docentes todos se aplicaron las tres dosis. Las instalaciones no están a un 100%, hay bastantes problemas. Los baños se repararon con dinero de los padres y para habilitar dos módulos más, urge invertir unos 600 mil lempiras”, dijo.
Varias áreas del histórico Central Vicente Cáceres, cuenta con más de 80 aulas para clases y aunque no todas pueden ser habilitadas, ya que la enseñanza se imparte de manera escalonada, se convirtió, en un epicentro de proliferación de murciélagos, que podría generar problemas de salud a más de sus 3 mil estudiantes matriculados.
“Pedimos a las autoridades, prestar atención a los colegios, así como han hecho con otros entes que están en crisis igual que nosotros, ante ello, realizamos gestiones, se aprobaron recursos pero el dinero nunca se invirtió, recuerdo que hace algunos años, aprobaron 16 millones de lempiras para el Central y la verdad no sabemos dónde quedaron esos recursos”, denunció.
Virtualidad una amenaza para el aprendizaje
Nelson Cálix, director del Instituto Técnico Honduras, considera que la virtualidad para un centro de enseñanza como el que rectora, es una amenaza para el aprendizaje de los alumnos, que por ello, realizaron varias consultas con los jóvenes y padres de familia para saber del interés de regresar a las clases presenciales “y todos concluimos que urge regresar a las aulas”, dijo.
Las clases presenciales iniciaron el 8 de febrero -dice Cálix- porque la educación técnica no puede funcionar de manera virtual, sino manual y sensorial. Semanalmente los alumnos llegan en dos grupos de 25 alumnos por aula y 15 en los talleres. Ellos quieren estar en las aulas, cuentan con el apoyo de sus padres, pero no es cierto que no se pueda regresar.
La matrícula es 30 % menor en relación a años anteriores, explicó el docente y añadió que unos 3 mil jóvenes estudian en este instituto de 65 aulas y 35 talleres. Donde el deterioro después de dos años, es evidente, hay problemas hidrosanitarios “pero esto no es un problema nuevo, siempre hemos tenido que lidiar con eso, aquí es donde necesitamos apoyo del gobierno”.
Para que haya condiciones urgen unos 30 lavaderos de manos, porque solo se tienen cinco, insumos de bioseguridad, materiales didácticos, agua potable, construcción de sanitarios, ahora solo hay 12 en buen estado y lo recomendable serían 16 más para evitar aglomeraciones, vigilancia y aseo, además reparación del muro perimetral y del sistema eléctrico.
Reparación de baños con fondos propios
Nosotros estamos atendiendo a los alumnos de manera presencial, mucho antes que el ministro de Educación hiciera el llamado, claro, de manera escalonada desde el mes de febrero, hasta el momento hemos demostrado que si se puede, porque la educación no puede seguir siendo sacrificada, dijo a Proceso Digital Anael Hernández García, director del Instituto España Jesús Milla Selva.
Relató que por tener un centro de vacunación contra el COVID, no se puede traer de nuevo a las aulas a todos los alumnos, pero que los docentes están convencidos que la educación no puede ser sustituida por virtualidad, si en un país como en Honduras se quiere una educación de calidad, para ello debe haber interacción y debate entre maestro y alumno.
La vacunación contra el coronavirus no es un problema para los docentes, pero sí para los estudiantes, porque son decisiones que toman sus padres y ahí es donde debe haber un mayor esfuerzo de la Secretaría de Salud, a manera de despejar las dudas que se puedan tener respecto a la inmunización porque ese es un obstáculo para el retorno a los presencial.
Con más de 3 mil 440 alumnos y más de 216 maestros, el director de Milla Selva, aseguró que la matrícula en este colegio se mantiene, pese a que las condiciones no sean las óptimas. “Nos faltan construir cuatro aulas, mantenimiento de sanitarios, reparación de pupitres y aulas. Reparé los baños con fondos propios, eso nos ajusta para trabajar”, externó.
Condiciones inhumanas para las clases
En el centro de la capital, a unos cuantas cuadras del Parque Central, en un viejo edificio de dos pisos, funciona con aulas improvisadas el Instituto República de Francia, es una institución financiada con dinero estatal, cuyo costo por alquiler es casi de 90 mil lempiras mensuales.
Más de 700 estudiantes reciben clases en dos jornadas en este centro de educación, donde las condiciones son totalmente deplorables, ya que por día falta el agua potable y tanto maestros como estudiantes, deben lidiar con el mal olor, el calor y el ruido que provocan, no solo las personas, sino los centenares de vehículos que transitan por la zona.
Edgardo Aguilar, consejero de este instituto, rotundamente dijo que no hay condiciones pedagógicas para impartir clases, pero que aún albergan la esperanza que en un futuro no muy lejano se les pueda mover del lugar, para una instalación que reúna los requisitos y se pueda dar una enseñanza adecuada que permita formar mejores estudiantes.
Por su parte, Vanessa Morales, madre de familia, pidió a las autoridades de Educación, prestar más atención a las condiciones del edificio donde se imparten clases, es vergonzoso tener que ver cómo los alumnos tienen que recibir clases y sabiendo que estamos en una pandemia y lo peligroso que puede resultar un tan solo descuidos para los maestros que ya son adultos.
Educación con la tarea de intervenir 22 centros educativos
“Vamos a llegar a las 22 mil escuelas para repararlas, no podemos llegar todas de una sola vez, porque además, las condiciones económicas del país son críticas. Llegaremos, pero tienen que saber que nos vamos a demorar un poco”, dijo Daniel Sponda, ministro de la Secretaría de Educación respecto a la reparación de escuelas.
Frente a la crisis, pidió a la población regalar un día para la educación, el mismo puede ser un aporte económico, donaciones de material o una jornada de trabajo en un centro educativo que requiera reparaciones porque en la medida que los hondureños asuman la educación pública como propia, se podrán mejorar las escuelas a nivel nacional.
La actual administración gubernamental, ha recurrido a un préstamo de más de 87 millones de dólares de parte del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y aumento al presupuesto que sería dirigido a la infraestructura escolar de 180 millones de lempiras. Entre las promesas, figuran la dotación de tecnología, matrícula gratis y merienda escolar.
Sponda considera que las organizaciones magisteriales son sus mejores aliados en su objetivo de abrir todas las escuelas, aunque en su momentos los propios dirigentes cuestionaron la determinación de regresar a las aulas, pero datos oficiales revelan que en las últimas dos semanas la matrícula en centros de enseñanza registró más de 30 mil estudiantes. JP