Lo que ocurre en el Municipio de San Luís, Comayagua es un eslabón más en la larga cadena que ata y asfixia el anhelo democrático del pueblo y soca el torniquete que impide que fluya la savia que nutre la institucionalidad del país y la interdependencia de los poderes.
Poco antes de las elecciones generales de noviembre del año pasado, tuve la oportunidad de participar en la cuantificación de un sondeo de opinión realizado por Cáritas de Honduras a nivel nacional, como parte de las actividades programadas por el Observatorio Político creado por esa institución eclesial.
Dos preguntas y sus respuestas captaron inmediatamente mi atención, porque al final reflejaron el sentimiento popular sobre los temores y las esperanzas de los hondureños en los procesos comiciales que se realizan cada cuatro años desde 1982.
Una de las preguntas fue: ¿Cuáles son los temores que circulan en la población en relación con las elecciones? Y la otra, ¿Qué espera el pueblo del TSE?…. ¿Cuáles son los fallos/errores/debilidades que debe evitar el TSE?
A la primera pregunta la respuesta fue tajante y aunque el pueblo asistió masivamente a las urnas el mayor temor es que no se respetaran los resultados de las elecciones y San Luís es una muestra de ello.
Sobre la segunda interrogante la respuesta se perfila con claridad con el actuar del Tribunal Supremo Electoral en el caso de la alcaldía de San Luís que dio por vencedor al candidato liberal, y el veredicto posterior de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia anuló la decisión del TSE y favoreció al alcalde nacionalista.
Esa acción coincide con las respuestas dadas sobre la pérdida de autonomía de poderes y un estado de derecho que nunca se consolidó dando por consecuencia una débil institucionalidad.
En Honduras no hay una cultura de auténtica oposición en los partidos tradicionales que en los últimos cien años se han alternado en el ejercicio del poder. Es más el partido perdedor, por retener cuotas de poder, se somete a los intereses del ganador y así han marcado la historia política alejados de los intereses del pueblo.
El Partido Liberal sigue dando muestras de su debilidad y deja bien claro que para seguir subsistiendo necesita transfusiones de su viejo rival el Partido Nacional, olvidándose que la verdadera energía emana de sus propuestas de solución a los grandes problemas nacionales que son o no aceptadas por sus militantes y simpatizantes.
En contraposición se negoció un pacto cuyos contenidos se mantienen en secreto, componenda que se hizo a espaldas incluso de los diputados liberales. Eso le permitió al Partido Nacional copar los cargos de la junta directiva del Congreso Nacional.
Fue más cómodo para los caudillos liberales respaldar a los nacionalistas en la elección de la junta directiva del Congreso, arguyendo el sofisma que se negoció a cambio de liberar los precios de los productos de la canasta básica de la aplicación quince por ciento del Impuesto Sobre Ventas, ISV.
Lucieron “ingenuos” los dirigentes y diputados del Partido Liberal con ese planteamiento, porque por más que extrajeran los productos de consumo básico de la lista de los rubros gravados por el ISV, todos sabíamos que el problema no radicaba ahí, sino en el impuesto a los combustibles y sus constantes alzas, cuyo efecto multiplicador arrasa la endeble economía de los hondureños.
Los nacionalistas lograron su objetivo y tres meses después golpearon a su mancuerna con el fallo de la Sala Constitucional que arrebata la alcaldía de San Luís a los liberales. Pero esa sentencia sólo fortifica el descrédito de los procesos electorales que desconocen la voluntad popular.
En San Luís se estrellaron los cacareados argumentos sobre el fomento a la gobernabilidad, lo que ahí surge ahora, es el descontento popular manifestado en la quema del edificio que albergaba la alcaldía, donde se perdieron valiosos documentos. Descontento que al continuar desbordándose puede llevar hacia otras acciones por nadie deseadas.
No podrá el seleccionado alcalde nacionalista gobernar esa municipalidad, no tiene el básico respaldo popular, tampoco se pueden esperar acciones más concretas del anémico Partido Liberal porque el pacto lo sujeta. Sus tatascanes difícilmente se arriesgarán a perder su cuota de poder para respaldar al pueblo de San Luís.
Es tiempo que los liberales descubran que el fortalecimiento de su institución política sólo brotará del respaldo público a planteamientos diáfanos para resolver los males que aquejan al pueblo hondureño y exigir el respeto a los derechos humanos y a la voluntad popular y no plegarse cómodamente al poder como lo han hecho hasta ahora. A ver si aprenden.