“Al oír la melodía que emanaba del instrumento mágico, todas las ratas de la ciudad siguieron frenéticamente al músico. Este las guió con pericia en dirección a un río que acabó arrastrándolas hacia la muerte. Cumplida su misión, el flautista regresó a Hamelín para cobrar los mil florines que el alcalde había prometido. Para su sorpresa, este se negó a pagar”.
¿Para su sorpresa? La verdad es que no debe asombrarnos mucho que el alcalde se negara a pagar. De todos modos, el mal ya estaba curado. Las ratas habían muerto y no había incentivos para que “los contribuyentes de Hamelín” gastaran mil florines en recompensar al músico y “sacrificar” otros gastos importantes como camas de hospital, maestros de escuela o buenas carreteras.
¡Por favor no confundir! No se reafirma en esta historia esa convicción colectiva de que los políticos poseen una irrefrenable, sistemática y patológica tendencia a incumplir impunemente sus promesas. Más bien, hay que entenderlo desde la perspectiva del comportamiento humano. Desde el punto de vista de la sociedad de Hamelín, lo mejor que podía pasar es que, una vez eliminadas las ratas, el dinero público se utilizara para satisfacer otras demandas sociales, que seguramente las había en gran cantidad.
No se trata de justificar la mentira o la falta de ética, vicios comunes en la sociedad occidental, pero parece muy natural que mientras exista un problema, los responsables ofrezcan el cielo y la luna a quien logre resolverlo, sin embargo, una vez desaparecido, lo mejor para todos es que no se pague. Lo que es bueno antes de que se solucione un problema, deja de serlo después de resuelto.
Lo aseverado en el párrafo anterior es un fenómeno tan común en nuestro mundo que los economistas le han dado un nombre propio: “Inconsistencia temporal”, de hecho, es tan importante que dos de los primeros científicos que lo analizaron, Finn Kydland y Ed Prescott, recibieron por ello el Premio Nobel de Economía en el 2004.
Lo interesante es que la conclusión a la que llegan es realmente deprimente: Cuando la gente inteligente entiende la inconsistencia temporal, el resultado social suele ser, digamos… trágico.
Un ejemplo de terrible actualidad puede explicar lo dicho: La corrupción estatal.
Ante un problema tan grave como este, los políticos en campaña perjuran que no les temblará la mano para condenar a quien se vea implicado en un acto de esta índole. ¡Caiga quien caiga! Es la frase preferida en los anuncios o traeremos la CICIH que no tendrá tapujos en denunciar, investigar y encarcelar a los ladrones del erario.
La idea es que, con una amenaza de este tipo, los corruptos temerán que si los descubren los condenarán y no correrán el riesgo de robar o aceptar coimas y entonces se acabará el latrocinio. El problema es que una vez destapado un acto de este tipo, el gobierno siempre hace lo posible por ocultarlo, debido al riesgo electoral que estas situaciones provocan. Este conocimiento da a los funcionarios incentivos para delinquir.
Otro ejemplo de actualidad fue lo acaecido con la pandemia COVID: Mientras no existía una vacuna, los gobiernos prometieron mejores programas de prevención de enfermedades, así como hospitales y clínicas que ayudaran a solventar futuros problemas de salud. Una vez solucionado el tema, nos olvidamos de todo y cada quien a seguir viviendo a su modo.
La inconsistencia temporal está en todas partes. La pregunta es ¿qué hacer para solucionarla? Pues la verdad es que es difícil. Los hermanos Grimm inventaron un final para el cuento: En él, el ingenioso flautista se llevó con su canto a todos los niños del pueblo y así obligó a sus habitantes a pagar. En la vida real, las respuestas están también en otra “flauta mágica”.
El caso de la CICIH presenta algunas oportunidades. La ciudadanía bien podría hacer uso de su “flauta mágica” para obligar a las autoridades a cumplir su promesa de pago: Volver a las calles antorcha en mano, crear la seguridad de que perderán las próximas elecciones si no cumplen su promesa serían buenos artilugios para obligarlos a pagar lo que ofrecieron.
Estas y otras iniciativas pueden ayudar a las sociedades a encontrar la flauta mágica y combatir la inconsistencia temporal.