Santo Domingo (2/3) – Si menciona usted en la República Dominicana el nombre de Ramfis Trujillo, la gente que todavía recuerda esa época pone una cara de desasosiego y escalofrío.
El hijo primogénito del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo fue el brazo ejecutor de las salvajadas cometidas por el régimen trujillista, en su afán por reprimir brutalmente a los opositores, primero con torturas y luego, cuando ya no se podían sacar nada de ellos, tirarlos a los tiburones.
Bajo esos ojos siempre escondidos en sus anteojos, traslucía una figura sanguinaria, pero más deseosa de estar en Hollywood conquistando a estrellas de cine, como solía hacer, que estando escuchando los reproches de su padre de que estaba decepcionado, “por este hijo que no sirve para nada”.
Su padre lo hizo coronel a los cuatro años y luego general a los nueve. Y a los 26, ya era jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de la República Dominicana.
Su padre lo envió a hacer un curso de Estado Mayor a la prestigiosa Escuela de Mandos y Estado Mayor del Ejército de Estados Unidos en Fort Leavenworth (Kansas), que se negó al fin de curso a darle un certificado porque el general dominicano había pasado más tiempo en Los Ángeles, que en la escuela.
En Los Ángeles, Ramfis se dedicaba a codearse con las “starlets” de Hollywood como Zsa Zsa Gabor, Marlyn Monroe, Ava Gardner, Rita Hayworthy y Kim Novak, entre otras.
Para ese fin, Ramfis usaba los millones de dólares que le giraba el Banco del Estado de su país para regalarles a esas estrellas abrigos de pieles y autos lujosos.
Y ya para deslumbrarlas y tenerlas a sus pies, las invitaba a dar un paseo marítimo en su yate particular, el velero “Angelita” de cuatro mástiles y 30 camarotes que, teóricamente, era un buque- escuela de la Marina dominicana.
Ramfis tenía como guía para estas actividades extra curriculares nada menos que al más famoso “playboy” de todos los tiempos, el dominicano y diplomático Porfirio Rubirosa, que había sido amante de muchas de esas estrellas de cine y que se casaría luego con las dos mujeres más ricas del mundo, Doris Duke y Barbara Hutton.
Rubirosa gozaba de la fama de tener el pene más grande que se había conocido, el doble de largo y ancho que el promedio medio de los hombres.
Ver primera entrega (Rafael Trujillo)
Su primera esposa, de las seis que tuvo, Flor de Oro, hija de Trujillo, se quejó que había estado enferma una semana después de su noche de bodas.
El desenfreno de Ramfis en Los Ángeles irritó a muchos congresistas en Washington que se quejaron qué gastaba más en sus orgias que la ayuda que daba Estados Unidos a la República Dominicana y que había que suspenderla.
Cuando regresó en el “Angelita” a Santo Domingo, con su grupo de cortesanos y amigotes de siempre, su padre le había montado un gran recibimiento y se llevó una gran decepción cuando lo vio bajar borracho.
Ramfis estaba en Paris, donde se codeaba con las coristas del famoso cabaret “Lido”, cuando recibió la noticia, el 30 de mayo de 1961, del asesinato de su padre en una emboscada cuando viajaba de Santo Domingo a su hacienda en San Cristóbal, para una cita amorosa con una muchacha de 17 años.
Alquiló un avión de Air France para volar a Santo Domingo, donde tomó las riendas de las fuerzas de seguridad y militares para arrestar a los que habían participado en el atentado.
Seis de los detenidos, que fueron torturados previamente en una silla eléctrica ante la presencia de Ramfis, fueron llevados engañados a la Hacienda María en San Cristóbal.
Ramfis y sus amiguetes, todos borrachos los esperaban.
Uno a uno, Ramfis descargó su pistola para vengar a su padre, tal como le había prometido a su madre, María Martínez Alba.
Nunca se supo que pasó con sus cuerpos, pero se especula que los militares los tiraron a los tiburones, en un farallón del Caribe.
En noviembre de 1961, Ramfis huyó a Paris, con veinte millones de dólares, llevándose el ataúd de su padre, que después lo trasladó a Madrid.
Ramfis murió el 28 de diciembre de 1969 después de sufrir unos días antes un aparatoso accidente automovilístico en la Carretera de Burgos, a la altura de Alcobendas, cerca de Madrid.
Su lujoso Ferrari 330 GT chocó frontalmente con un Jaguar conducido por Teresa Beltrán, duquesa de Albuquerque, que murió en el acto.
Ramfis y su padre están enterrados en un mausoleo de mármol negro en el cementerio de El Pardo, en las afueras de Madrid.