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Protestas e indignación acompañan la excarcelación del etarra De Juana Chaos

Madrid.- Las protestas de organizaciones sociales y partidos políticos pero, sobre todo, la indignación de las víctimas acompañaron hoy la excarcelación del etarra José Ignacio de Juana Chaos, uno de los más sanguinarios de ETA, tras pasar 21 años entre rejas.
 

La expectación que suscitó su puesta en libertad obligó al controvertido terrorista a cambiar sus planes y no acudir al recibimiento que le habían preparado sus seguidores en la ciudad de San Sebastián (País Vasco), por motivos de seguridad y para evitar el «circo mediático», según sus propias palabras.

De Juana les hizo llegar una carta en la que expresaba su pesar por no poder acudir a esa cita y criticaba la política penitenciaria del Gobierno español.

Esa política fue también criticada, pero en sentido muy distinto, por representantes de distintas organizaciones civiles y partidos políticos, que hoy pidieron una reforma legal para evitar que estén en libertad personas como De Juana, pese a que había sido condenado a 3.000 años de prisión por 25 asesinatos y a otros 3 años por amenazas.

La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) reprochó al Gobierno su falta de acción para impedir que De Juana Chaos pueda campar a sus anchas y hacer una vida normal.

«Se podía haber hecho algo más» para frenar su salida de la cárcel, dijo el presidente de esta organización Juan Antonio García Casquero, en el homenaje que hoy se rindió a las víctimas de ETA en la plaza de la República Dominicana de Madrid, donde el terrorista cometió su atentado más sangriento, con un balance de doce guardias civiles muertos en julio de 1986.

Desde el conservador Partido Popular (PP), la principal fuerza de la oposición en España, su secretaria general, María Dolores de Cospedal, dijo que el caso de un «criminal, chantajista y asesino» como De Juana obliga a «cambiar las leyes».

Sin embargo, con la legislación vigente en la actualidad, hay que aceptar la salida de prisión de este terrorista «aunque no nos guste», según el juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón.

La posible modificación de la ley para evitar que se repitan situaciones similares, tal y como piden las víctimas, será, según el magistrado, «una obligación y una misión del Parlamento español».

En términos similares se pronunciaba este viernes el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, quien confesó sentir «desprecio» por el terrorista ahora excarcelado pero subrayó que «se tiene que respetar la ley».

Su mensaje no les sirve de nada a las víctimas, como a Manuela Lancharo, hermana de uno de los asesinados por De Juana, quien declaró hoy a Efe que pensar en que ha salido de la cárcel, algo que no ha podido ni ver porque es «superior» a sus fuerzas, es «como otro atentado».

Peor aún lo tienen los que a partir de hoy serán sus vecinos en el barrio de San Sebastián donde se espera que establezca su residencia en una vivienda, propiedad ahora de su esposa y que se encuentra en una zona en la que viven varias víctimas de ETA.

Ninguna de ellas puede dar crédito ante la liberación de un hombre que nunca se arrepintió de sus crímenes y que incluso llegó a celebrar en la cárcel, con champán, los atentados cometidos por sus compañeros de armas.

Los beneficios penitenciarios a los que se acogió gracias al antiguo Código Penal con el que fue juzgado en su día, fueron los que le permitieron cumplir menos de un año de prisión por cada uno de sus asesinatos.

Fue un recluso reivindicativo y polémico, protagonista de tres huelgas de hambre, -la última iniciada el pasado 16 de julio y que todavía mantiene-, que le llevaron al hospital y a copar las portadas de los periódicos.

Se casó el pasado febrero en prisión con Irati Aranzabal y con dos etarras como testigos.

De Juana Chaos, que en septiembre cumplirá 53 años, apenas estuvo cuatro años «en activo», tiempo suficiente para participar en once atentados con 25 víctimas mortales.

En enero de 1987 fue detenido, junto a otros cinco etarras, en el piso franco que el ‘comando Madrid’ de ETA tenía en la capital y, desde entonces, permaneció encerrado en prisión, a excepción de los días en los que estuvo hospitalizado por sus huelgas de hambre.

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