Por: Pedro Gómez Nieto
Asesor y Profesor CISI
Cuando Orlando Zelaya (OZ) llamó al presidente de la Republica “pobre imbécil”, recordé el artículo «La victimización como manipulación política» publicado el 13.07.2020: “La oposición ha institucionalizado el insulto como parte de su jerga, denigrando a las personas, renunciando al debate objetivo”. Aseguraba el filósofo Diógenes de Sinope que el insulto deshonra a quien lo infiere no a quien lo recibe.
El mago de OZ, que ha convertido al Partido Liberal en un remedo de Lilliput, que desde los medios y redes fecales insulta a militares y policías, que denigra a funcionarios y familias, a las autoridades de los tres poderes del Estado, respinga cuando JOH le menciona a cuenta de su escándalo intrafamiliar. «Ser político implica vivir bajo un techo de cristal para que la sociedad observe comportamientos, valores, honestidad…», escribía en el artículo.
Sobre su problema, refiriéndose al presidente, tuitea: “¡Pobre imbécil! Ruin y perverso es aliarse con un hijo codicioso muy endeudado para manipular a una inocente madre de 80 años y ponerla en contra de sus otros cinco hijos”. La violencia verbal conlleva soberbia, impotencia e incapacidad. Tergiversa los hechos ocultando aquello que le perjudica, inventando otros. Olvida “convenientemente” el origen del suceso. Se trata del testamento que dejase su padre al morir, quedando su madre como beneficiaria de la herencia. La sociedad hondureña supo del escándalo por boca de la propia madre, cuando a la salida del juzgado, acompañada de su abogado, mostrando tristeza y aflicción, dijo: “Me quieren quitar lo que es mío, la pensión de la que vivo que me dejó mi marido. Mi esposo en vida ya les repartió a mis hijos la herencia. Lo que hay en el testamento es la mía”. Como no puede controlar esos bienes y evitar de paso que se beneficie su hermano, impugna el testamento.
En Mateo 20,1, Jesús expone la parábola sobre los jornaleros que el dueño de la viña contrata a lo largo del día para que la trabajen, ajustando previamente el salario. En el momento de cobrar, los primeros le reclaman más dinero. El dueño (en este caso la madre) les responde: ¿No acordamos lo que era vuestro? ¿Es que con lo que es mío no puedo hacer lo que quiera? Incapaz de asumir el coste político de su ignominia, y exigiendo respeto para la vida privada -cuando se trata de la suya-, utiliza retazos de verdad para construir una falacia donde justificarse y victimizarse.
De tal guisa se explica el «honesto» prócer en el segundo párrafo del tuit: “A mi madre jamás le gritaran en una Corte de NY por ser narcotraficante asesino ni corrupto. Ese deshonor, nunca”. Desesperado intento para desviar la atención, porque lo que dice nada tiene que ver con lo que hizo, no lo justifica ni le exime. Reformulemos su frase en función de los hechos: “A la madre de JOH jamás la veremos a la salida de un juzgado, mostrando dolor y tristeza, denunciar a su hijo porque le quiere quitar la herencia que le dejó su difunto marido. Ese deshonor nunca”. Hipocresía supina trasladar el problema personal al plano político envuelto en una cortina de humo, buscando respaldo para su comportamiento indigno. Escribía en el artículo referido: “La victimización es el estercolero donde ocultar limitaciones y justificar incapacidades. Un salvoconducto para eludir responsabilidades”.
El «honesto» exrector pertenece al elenco de nuevas caras que se embarcaron en la política resultando ser un bluf como lo fue el Titanic. La sociedad expectante con su botadura, esperando que marcase la diferencia durante la singladura, para contemplar el sumatorio de sus errores que nunca reconoce por su soberbia patológica y doble moral. Moral corrupta que le permite “emplear los recursos y la plataforma del Central Ejecutivo a modo de comité de campaña”, preparando nuevamente su candidatura, denunció el candidato liberal José Luis Moncada sintiéndose perjudicado. Habiendo quedado evidenciada ante la sociedad su despreciable conducta, considerarse con posibilidades en las urnas es tomar al electorado por “imbécil”.
Imbécil significa corto de inteligencia, torpe. Al utilizar ese insulto el “honesto” prócer muestra sus propias debilidades y carencias para la política, porque existe otro tipo de imbecilidad, la ostenta el «imbécil moral», aquel que no comprende el alcance de sus actos hasta que es demasiado tarde y luego busca a quien echarle la culpa.
“Si quieres el arcoíris tienes que soportar la lluvia”. -Dolly Parton-