
El Decreto 87-87 (publicado el 6 de agosto de 1987), conocido como la Ley de Bosques Nublados, declara parques nacionales, refugios de vida silvestre y reservas biológicas a perpetuidad diversas áreas de bosques nublados en Honduras. Estos ecosistemas, ubicados en elevaciones superiores a los 1,800 metros sobre el nivel del mar, son vitales para la generación de agua potable, la conservación de la fauna y flora, y la protección del suelo.
Los parques nacionales designados incluyen Montecristo-Trifinio, Cerro Azul, Celaque, Santa Bárbara, Cusuco, Azul Meámbar, Pico Pijol, Pico Bonito, Montaña de Yoro y Agalta. Como refugios de vida silvestre se reconocen Erapuca, Puca, Muxcure, Montaña Verde, Texiguat, El Armado, La Muralla y Corralitos. Las reservas biológicas abarcan El Pital, Guisayote, Volcán-Pacayita, Opalaca, Misoco, El Chile, Yuscarán, Verba Buena, Guajiquiro, Montecillos, Montaña de San Pablo, El Chiflador, Sabaneta, San Pedro, Mogola, Montaña El Pacayal, Las Trancas y El Cedro.
La administración de estas áreas protegidas recae en la Secretaría de Recursos Naturales, en coordinación con las municipalidades correspondientes, la Comisión Coordinadora de Protección de los Recursos Naturales y el Medio Ambiente, y otras entidades estatales. Para cada área se establecerá una zona protegida a perpetuidad, delimitada desde el punto más elevado hasta cotas de 1,800, 2,000 o 2,100 metros sobre el nivel del mar, según estudios específicos. Dentro de estos límites, se prohíbe cualquier actividad que altere el ecosistema, como la tala, quema, caza, agricultura y construcción de infraestructura.
El decreto también establece que las tierras privadas dentro de estas zonas protegidas serán sujetas a expropiación, conforme a la ley, para garantizar su conservación. Además, se promoverá la participación de las comunidades locales en la protección y manejo sostenible de estos bosques nublados, reconociendo su importancia para el desarrollo cultural, científico, educativo y turístico del país.
Para conservar nuestras reservas naturales en Honduras, es fundamental reforzar las políticas de protección ambiental y garantizar su cumplimiento. La deforestación, la expansión agrícola y la urbanización descontrolada representan grandes amenazas para estos ecosistemas, que son esenciales para la biodiversidad y la provisión de agua potable.
Cabe destacar que, anterior a 1987, diversas leyes ya protegían importantes cuencas hidrográficas, asegurando el abastecimiento de agua para las principales ciudades del país, como Tegucigalpa y San Pedro Sula. Estas normativas sirvieron de base para expandir las áreas protegidas al resto del territorio nacional, expandiendo enormemente su tamaño.
Las reservas naturales y los bosques nublados requieren una gestión más activa que incluya el fortalecimiento de la vigilancia ambiental, la implementación de programas de reforestación y el fomento del ecoturismo responsable. Es esencial promover la educación ambiental para sensibilizar a la población y garantizar el involucramiento de las comunidades en la protección de estos ecosistemas. Recordando este visionario esfuerzo, el sector privado y el gobierno deben aumentar su compromiso con la conservación, destinando mayores recursos e incentivos para la protección forestal. Solo con un esfuerzo conjunto podemos asegurar la sostenibilidad de nuestras reservas para futuras generaciones.