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Mirar el Pesebre

Víctor Hugo Álvarez
En las vísperas y en época de la Navidad generalmente cabe un recuerdo, una nostalgia y hasta sollozos. Realmente es un periodo hermoso del año donde afloran los nobles sentimientos y los anhelos de paz y de justicia y aunque los días pasen rápido y la festividad aparentemente se achica, hay algo central que no se pude soslayarse: la familia que está en el pesebre.

Realmente la Navidad es la festividad de la familia, es la celebración de la vida misma que retoña en recuerdo de aquél niño de Nazaret que nació en un pesebre, porque no había alojamiento para él y sus padres.
Jesús nació en la exclusión, entró por la puerta de atrás a la historia, quiso nacer en medio de la humanidad, de los pobres, de aquellos que sufren los efectos de la avaricia que crece como frondoso árbol en medio de un  sistema económico y político que fomentan la acumulación de capital no importando a qué costo.
Él y sus padres fueron víctimas de  las envidias, de los abusos de poder del tirano Herodes, un fiel amigo y servidor del imperio dominante en esa época,  quien no tuvo ninguna consideración  y cegado por el terror de perder su cetro y las ventajas que da el poder,  mandó a eliminar a todos los menores de dos años, queriendo así deshacerse del pequeño de Nazaret anunciado por los profetas como un rey liberador de la opresión.
El contexto en que nace Jesús, en medio de la pobreza, de los pastores despreciados por considerarlos marginados de la sociedad,  no es ajeno a los escenarios del presente donde se desenvuelve la vida de nuestra niñez, la juventud y población hondureña en general.
Me niego a creer que en Honduras no haya gente de nobles sentimientos, me horroriza la  criminalidad que llena a diario de sangre de hermanos nuestras calles, nuestras aldeas, caseríos y poblados y en particular nuestras grandes ciudades.
Me impacta la pobreza en que vive la mayoría de nuestra población y ver como el hambre reina en los barrios de exclusión, donde no llega el agua potable, donde no hay servicios básicos y los niños están panzones plagados de parásitos. ¿Y frente a ello qué?
Una corrupción que se ha acomodado en todos los estamentos de la institucionalidad, una indiferencia ante la muerte,  una policía cuya acción ha sido soterrada por la ola de violencia y el cinismo de las autoridades que repiten el estribillo que la criminalidad disminuye. Una ambición inocultable  por no alejarse del poder y mantener el “clima caliente” entre los ciudadanos  con temas ajenos a la solución de los problemas 
Pienso en los migrantes que recorren caminos peligrosos y los que logran llegar a su destino, añoran a los padres, hijos, hermanos y amigos dejados en el terruño natal. Parece no haber esperanza y la misma como que se limita a los destellos de los adornos y las luces de la Navidad, al estallido de los cohetes y a la música dulzona de la temporada, sin faltar las ofertas que sólo ilusionan a los pobres, pero nada más.
Por eso  creo que hay sollozos en la Navidad, son los gemidos silenciosos de las madres que no saben que comerán sus hijos, que no pueden darles un juguete, que los ven correr sobre las calles de tierra.  Calles que no llevan a ningún lado, por el futuro incierto de sus vástagos.
Hay recuerdos porque se rememora  el nacimiento  del hijo de María,  del Unigénito de Dios,  junto a ellos surgen las esperanzas y la necesidad de una mejor calidad de vida se torna una nostalgia.
Somos un pueblo creyente y la fe de nuestra gente se sustenta en las esperanzas de un mundo mejor, donde haya paz, justicia y donde la miseria desaparezca y se valore la dignidad de cada hondureño, de cada niño y niña,   de cada joven.
Cito  algunos párrafos  del artículo titulado “Tarjeta  de Navidad”, escrito por el teólogo Leonardo Boff donde personifica al niño Jesús como autor  de la misiva, como cierre a este comentario que hoy comparto con ustedes:
“Si al mirar al Belén,  (nacimiento), notáis que estoy casi desnudo y os acordáis de tantos niños igualmente pobres y mal vestidos, y sufrís en el fondo de vuestros corazones por esta situación inhumana”.
“Si miráis el pesebre y me veis ahí, sabiendo por el corazón que soy Dios-niño que no viene para juzgar sino para estar, alegre, con todos vosotros,  Si conseguís ver en los otros niños y niñas, especialmente en los más pobres y mi presencia en ellos”
“Si lográis hacer renacer el niño escondido en vuestros padres y en los adultos para que surja en ellos el amor y la ternura,sabed entonces que yo estoy llegando de nuevo y renovando la Navidad. Estaré siempre cerca de vosotros, caminando con vosotros, llorando con vosotros y jugando con vosotros”…
En ese contexto, la esperanza se torna más próxima, la noche se hace más clara, pero hacer realidad  nuestros sueños de paz, justicia y bienestar en Honduras es tarea de todos nosotros.
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