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Los sudafricanos se recogen y despiden para siempre a Mandela

Johannesburgo – Los diez días de luto que los sudafricanos han guardado por su héroe nacional Nelson Mandela concluyeron hoy en calma y en el interior los hogares, agotadas ya las canciones y los bailes que le recordaron en las calles del país.
 

En un domingo como éste, al inicio de las vacaciones de Navidad que para la mayoría de sudafricanos son también estivales, muchos prefirieron seguir desde sus casas el funeral de Mandela, retransmitido en directo por televisión.

El Gobierno de Gauteng, provincia que incluye la extensa ciudad de Johannesburgo, fletó autobuses para que los ciudadanos pudieran acudir a varios estadios y ver a través de grandes pantallas lo que estaba pasando en Qunu, aldea donde Mandela fue enterrado.

La mayor afluencia de público recaló en el Orlando, próximo al antiguo gueto negro de Soweto, adonde llegaron autobuses de otras zonas de la ciudad y otros estadios que, finalmente, no abrieron sus puertas, como el de Dobsonville.

La cancelación de la retransmisión en este recinto, sin explicación alguna por parte de las autoridades locales, molestó a los asistentes que esperaban para entrar a primera hora de la mañana.

«Estoy muy enfadada porque he pagado el transporte para venir aquí para nada», lamentó Mapule Moroane, quien finalmente tomó un autobús para acudir al estadio de Orlando.

Las escasas decenas que apenas llenaban dos filas del estadio Orlando, con una capacidad para 24.000 personas, al inicio de la ceremonia superaron el millar hacia el final.

Los parlamentos del funeral aburrieron al escaso público, que se animó con las camisetas y banderas obsequiadas por los organizadores, y bailó por Mandela -«nuestro héroe»- una vez más.

Tras contener la respiración al final del funeral, el público del Orlando alzó los puños y volvió a cantar.

«¡Hamba kahle Umkhonto we Sizwe!» («Buen viaje Umkhonto we Sizwe», el brazo armado del Congreso Nacional Africano, el partido que gobierna Sudáfrica y lideró Mandela), entonó el gentío con los paisajes de la aldea del Cabo Oriental, donde el expresidente pidió ser enterrado, de fondo.

Después vinieron el silencio, las lágrimas y las canciones que han sonado en todos los rincones del país estos días, como «Nelson Mandela…a hona ya tshwanang le ena» («No hay nadie como Nelson Mandela»).

En las calles, lo único que hacía pensar en el funeral del líder de la lucha contra el «apartheid» eran los comercios cerrados en la mayoría de centros comerciales (que los domingos suelen recibir a público hasta las 13:00 hora local, 11:00 GMT), y los pocos clientes en aquellos que no atendieron este protocolo de respeto.

Entre ellos, la cadena distribuidora Pick n Pay, la segunda más importante de Sudáfrica, que abrió hoy sus supermercados con la promesa de donar todos los beneficios de las ventas del día a causas caritativas en honor a Mandela.

Algunos sindicatos llamaron a boicotear la decisión de la compañía de no cerrar en el día de funeral del padre de la democracia sudafricana.

Por contra, los cines Ster-Kinekor suspendieron hoy los primeros pases del día, entre ellos el de la película que narra su vida, «Mandela: Long Walk to Freedom» («Mandela: El largo camino a la libertad»), estrenada apenas una semana antes de su muerte.

Las coreografías espontáneas, los colores y las sonrisas que vistieron de fiesta el luto por Mandela se habían agotado ya en lugares emblemáticos de la vida del difunto, como su casa-museo en Soweto o la vivienda donde falleció el pasado día 5, acompañado de su familia, en el barrio acomodado de Houghton en Johannesburgo.

En Ciudad del Cabo, su administrador, Achmat Ebrahim, depositó una ofrenda floral ante unas mil personas, que enmudecieron en los últimos instantes del funeral.

Alguna vuvuzela despistada quiso homenajear por última vez a un padre ante el que un país entero siente que, ahora sí, se ha ido para siempre.
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