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La Política de Aristóteles

José S. Azcona

Aunque en la actualidad es menos conocido que la «República» de Platón, el libro la «Política» de Aristóteles recoge de una manera sistemática y entendible los conceptos y prácticas de gobierno, tal como se conocían en el siglo IV A.C. Más allá de lo que Platón (que había sido su maestro) pretendía de enfocarse en las ideas o visiones ideales, el interés de Aristóteles es más en el estudio de la realidad y las lecciones que se pueden tomar de ella.

Parte de la razón de la caída en estima de Aristóteles se debe a su defensa (más por costumbre que por pensamiento) de prácticas de su tiempo que no están de acuerdo con el mundo moderno. La apología de la esclavitud, racismo, sexismo, y desigualdades naturales entre las personas chocan con nuestras sensibilidades. Sin embargo, no debemos considerar inválidos su análisis basado en estas razones, considerando que no eran más que costumbres de su tiempo. El no haberlas trascendido quita relevancia a sus opiniones sobre las mismas, pero no al resto de su trabajo.

La lectura de este libro nos indica que la cultura política estaba más desarrollada para este tiempo en las ciudades-estado de Grecia, de lo que llegaría a estar en el mundo hasta los últimos siglos. Los conceptos de mandato, participación ciudadana en asuntos públicos, y justicia activa, tenían más presencia en muchas de las constituciones que describe Aristóteles que en las democracias modernas. Si bien Aristóteles trata de escoger las mejores prácticas, y definir las mejores formas de gobierno, los conceptos no son novedosos ni extraños a su tiempo.

Los grados de participación ciudadana eran bastante elevados, y estaban bien definidos los tres poderes del estado. Estaba claramente demarcada la función ejecutiva, legislativa y judicial, utilizando un criterio de definición bastante preciso. La alternabilidad era un criterio importante, porque “cuando se desempeñan por poco tiempo las funciones públicas no es tan fácil causar el mal como cuando se permanece en ellas mucho tiempo”.

El daba enorme valor al respeto a la ley en el manejo de los estados. “Solo hay constitución allí donde existe la soberanía de las leyes” era un marco aceptado y usual en todos los tipos de constituciones. 

Aunque existían revoluciones y liderazgos fuertes, no se consideraba legítima la toma del poder por la fuerza ni el gobierno dictatorial.  Un golpe militar o una dictadura personal eran contrarios a los valores sociales, e ilegítimos sin otro soporte. “En todos los estados bien constituidos lo que debe cuidarse es en no derogar lo más mínimo la ley y evitar con el más cuidadoso esmero, el atentar contra ella ni en poco ni en mucho”.

Otro tema importante era la diferencia de intereses de las distintas clases sociales.  El consideraba, sin necesariamente preferir la democracia, que “la ambición de los ricos ha arruinado más estados que la ambición de los pobres”.  Esto es porque los últimos solo aspiran a conservar su libertad y haberes modestos, mientras que los primeros pueden causar mucho más daño si secuestran el estado para su beneficio. 

Las ciudades-estado permitían formas de gobierno con la posibilidad de ley y justicia, pero tenían una deficiencia importante. Su naturaleza no era escalable, al no haber descubierto los principios de representación. Mientras no se concibiera la posibilidad de representación (los ciudadanos de una ubicación eligiendo a alguien con un mandato de participar a nombre de ellos en un órgano de legislación o gobierno), la participación ciudadana estaba limitada a una zona geográfica pequeña. 

La falta de representación hacía difícil construir una organización federal, y su concepto de ciudadanía no era incluyente, ya que estaba basado en etnias locales.  Por tanto, los derechos estaban limitados a esta población original, por lo que cualquier expansión implicaba dominio sobre otros. Por esta fragmentación, las ciudades fueron presa de Macedonia y después de Roma, acabando así esta precoz experiencia. El escritor (sin quererlo) fue parte de este proceso, al ser el tutor del mayor conculcador de libertades de su tiempo: Alejandro Magno.

Este libro nos ayuda a conocer los orígenes de nuestro pensamiento político, y nos confronta con las fallas prácticas en nuestra organización política. Como Aristóteles, debemos dedicarnos al estudio y a buscar soluciones para construir una mejor sociedad.

Gracias a la Biblioteca del Congreso de la Nación Argentina por hacer disponible este acceso al libro:

http://www.bcnbib.gov.ar/uploads/ARISTOTELES,%20Politica%20(Gredos).pdf

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