Una tragedia de muerte y destrucción se ha cernido sobre Ucrania, mientras la invasión rusa entra en su segunda semana. La invasión ha matado a miles de personas y ha creado la mayor crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Ya son más de un millón los ucranianos que han buscado refugio en Polonia, Rumania, Moldavia y otros países de la región. La incursión rusa podría desencadenar más catástrofes, incluidas la fusión de alguno de los 15 reactores nucleares de Ucrania o, incluso, una inimaginable guerra nuclear.
Cuando las fuerzas armadas rusas comenzaron los ataques el 24 de febrero, el presidente Vladimir Putin dio a entender claramente que cualquier país que considerara intervenir en la guerra podría enfrentar una respuesta nuclear. El mandatario ruso dijo: “[Quien se interponga] debe saber que la respuesta de Rusia será inmediata y acarreará consecuencias nunca antes afrontadas en su historia”.
La situación empeoró pocos días después cuando, ante el aumento de las sanciones contra Rusia y los reveses de la invasión, Putin ordenó poner a las fuerzas de disuasión nuclear de su país en “régimen especial de servicio de combate”. Estados Unidos no respondió de la misma manera y canceló una prueba programada de lanzamiento de misiles balísticos por precaución.
Bielorrusia, que participa activamente con Rusia en la invasión, celebró un referéndum a nivel nacional, ampliamente calificado como fraudulento, que revirtió la neutralidad y el estatus no nuclear del país. El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko —un aliado de Putin descrito como “el último dictador de Europa”— ha dado a entender que está dispuesto a albergar misiles nucleares rusos en su país.
Los datos más recientes del Boletín de Científicos Atómicos indican que Rusia tiene 4.477 ojivas nucleares, de las cuales 1.588 están distribuidas en misiles balísticos, bombarderos de largo alcance o submarinos y están listas para ser lanzadas en cualquier momento. Como Estados Unidos tiene aproximadamente la misma cantidad de ojivas nucleares que Rusia, ambos países tienen suficiente potencia de fuego nuclear para destruir de raíz la civilización humana (tal como la conocemos hoy en día).
En una entrevista con Democracy Now!, el doctor Ira Helfand, expresidente de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW, por sus siglas en inglés) y cofundador y expresidente de la organización Médicos por la Responsabilidad Social (PSR, por sus siglas en inglés), expresó. “Nos parecía casi imposible imaginar, 30 años después del final de la Guerra Fría, que podría haber una guerra nuclear entre Estados Unidos y Rusia. Sin embargo, la crisis en torno a Ucrania está poniendo esa posibilidad de nuevo sobre la mesa. Si el conflicto se extiende, si la OTAN y Rusia entran activamente en combate, la doctrina militar de ambos bloques contempla recurrir al uso de armas nucleares en caso de que las cosas no vayan bien en una guerra convencional”.
El Dr. Helfand también habló sobre el llamado “invierno nuclear”, el fenómeno climatológico que seguiría a una guerra atómica total: la atmósfera se llenaría de partículas de ceniza y polvo que impedirían el paso de la luz del sol y provocarían un descenso en picada de la temperatura terrestre. Al respecto, el Dr. Helfand expresó: “Los ecosistemas que han evolucionado a lo largo de los últimos 10.000 años colapsarían, la producción de alimentos se detendría y la gran mayoría de la raza humana moriría de hambre”.
La guerra nuclear no es la única amenaza. Ucrania tiene 15 reactores de energía nuclear en cuatro centrales asentadas en el país, así como los reactores desactivados de la planta de energía nuclear de Chernóbil. En 1986, uno de los cuatro reactores de Chernóbil explotó y provocó el peor accidente nuclear de la historia. La semana pasada, las fuerzas armadas rusas tomaron el control de la planta, presumiblemente para habilitar el paso a través de la llamada “Zona de Exclusión de Chernóbil” —un área fuertemente contaminada con radiactividad— y permitir el avance militar ruso hacia Kiev, la capital de Ucrania. Según se informa, las autoridades rusas han ordenado que el personal ucraniano que trabaja en la planta permanezca allí para continuar con sus tareas y mantener segura la planta nuclear cerrada. Se detectó que la radiación gamma en Chernóbil aumentó temporalmente por encima de los niveles habituales debido al paso de los cientos de vehículos militares pesados rusos que se dirigían hacia Kiev, que provocó que el polvo radiactivo depositado en el suelo se elevara al aire.
Otro riesgo enorme es la posible interrupción del funcionamiento de las 15 plantas nucleares operativas de Ucrania. Como detalló la organización Greenpeace en un informe publicado el miércoles sobre la vulnerabilidad de las plantas nucleares durante la guerra, los reactores nucleares y las reservas de combustible nuclear gastado requieren una operación continua e intachable de sistemas complejos que consumen mucha energía y agua para enfriar adecuadamente los reactores y evitar fusiones y explosiones. Cualquier cosa, desde un proyectil de artillería disparado de manera indiscriminada hasta el colapso de la red eléctrica, podría precipitar un desastre nuclear superior a los que sucedieron en Chernóbil o en la planta japonesa de Fukushima.
El miércoles, las autoridades rusas informaron al Organismo Internacional de Energía Atómica que las fuerzas armadas de Rusia habían tomado el control del territorio circundante a la planta de energía nuclear Zaporiyia de Ucrania, la instalación nuclear más grande de Europa. Sin embargo, hay informes que indican que cientos de trabajadores y personas que se les sumaron impidieron el paso de los militares rusos formando barricadas con vehículos y con sus propios cuerpos. Actualmente no está claro quién tiene el control de la planta de Zaporiyia.
“¿Estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial?” preguntó un periodista de la cadena Al Jazeera al ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, esta semana. “La Tercera Guerra Mundial solo puede ser nuclear”, respondió Lavrov.
Esta semana, Ichiro Ogasawara, embajador de Japón ante la Conferencia de Desarme de la ONU, hizo una advertencia: “Como único país del mundo que ha sufrido bombardeos atómicos durante una guerra, Japón es plenamente consciente de las catastróficas consecuencias humanitarias del uso de armas nucleares. Recalcamos una vez más que una tragedia como esa nunca debe repetirse”.