En el 2023 Honduras se enfrenta a una encrucijada fundamental para su democracia. La elección de los magistrados a la Corte Suprema de Justicia es sin duda una prueba de fuego. Igual que en el 2009 esta prueba viene en un contexto económico convulso en el que el FMI y los grandes bancos privados repiten y vuelve a repetir que una recesión está a las puertas de la esquina.
Los economistas más optimistas esperan que la recesión sea en todo caso “mild” y por tanto la economía mundial pueda recuperarse rápidamente. Ahora bien, para estos contextos es pertinente recordar el dicho aquel que más o menos dice que una gripe para la economía del primer mundo es neumonía para las naciones en desarrollo.
Sume además otro elemento a este complejo contexto: el populismo internacional ya sea de izquierda o de derecha. Aunque el concepto de populismo es variado y confuso, y podrá encontrar definiciones más sofisticadas, hablamos aquí de los políticos que prometen las cosas que le gusta oír al pueblo, para ganar su simpatía y con ello el poder, y a la hora del té hacen lo que les da la regalada gana, o bien, simplemente siguen los designios de los grupos de interés, grupúsculos y argollas que los han puesto al mando de la cuestión.
Estos tiempos de Internet y redes sociales son confusos porque el populismo tiene una enorme ventaja. El ejemplo más común es Donald Trump, que ante las pruebas de su falsedad en sus declaraciones de impuestos, aun ahí los trolls en las redes sociales y sus partidarios salen en su defensa enmascarando lo irrefutable. Y lo más triste es que hay gran cantidad de personas que lo creen, y con ello su poder apenas mengua.
En Costa Rica, ha sido probado, con copias de cheques y capturas de pantallas, que el gobierno pagaba a una persona para crear un troll, que con su perfil falso atacaba periodistas y políticos en la oposición, porque la falta de tolerancia es también un síntoma del populismo. Es el mismo contratado que sale a la luz pública y denuncia lo que el gobierno le señalaba hacer. Aún así hay muchos que no lo creen y prefieren creerle al ficticio personaje que a su creador, como nos lo indica La Nación.
Recordemos un poquito que en el 2022 recién finalizado, la neo-fascista Giorgia Meloni ganó las elecciones en Italia. Y ella no está sola, Viktor Orbán en Hungría tiene bastante tiempo como Primer Ministro, en Suecia se alzan movimientos similares y en Francia gana fuerza Marine Le Pen, nos contaba The Economist. Otro medio, France 24, nos remarca la ironía que en América Latina es lo inverso con partidos de izquierda que ganan en Chile, Colombia y Brasil.
Curiosamente, en la provincia francófona de Canadá, Quebec, que es conocida por algunos como los latinos de América del Norte, con un sistema económico y político socialdemócrata, ganó las elecciones un híbrido que mantiene esta esencia heredada de la revolución tranquila de los años 60, pero a la vez enarbola un discurso nacionalista, que limita la migración, usando como argumento la defensa del idioma francés.
No importa de cual tendencia provengan, será la historia la que juzgué a estos políticos y sus inclinaciones al populismo, aunque la actualidad ya empieza a emitir sus primeros juicios. Este populismo que puede ser nacionalista, neofascista, xenofóbico. Pero también puede venir del socialismo que enarbola al pueblo como autoridad máxima, pero que subrepticiamente insiste en la concentración del poder, lo cual también, como es de sobra conocido, es una característica de la ultraderecha fascista.
A propósito de la crisis del 2008 Michael Moore nos decía en un documental que la respuesta al capitalismo no es su primo hermano el socialismo, sino que la respuesta es precisamente la democracia, con su separación de poderes y su contrato social, fundamentales para un funcionamiento global que persiga el bien común. Sabio mister Moore.
En Honduras, ante esta prueba de fuego que se avecina, para preservar la democracia serán fundamentales esos hondureños amantes del consenso. Esos que han mantenido al país en una delgada línea entre algo medianamente funcional y el abismo de la anarquía y el caos. Serán fundamentales estos domadores de lobos.
Esos lobos que no cesan de luchar por el poder en una hondura que puede ser un gran país, pero no llega, es decir, peleándose los lobos por un ciervo que no han cazado, corriendo todos tras la presa mordiendo al que se adelanta, los comensales por un tamal que no está cocido, por el pedazo más grande de una guayaba aún verde, por algo que puede ser, pero no es, y sin entender además que juntos, las manadas, los grupúsculos, las argollas, podrían cazar cientos y miles de venados, comer y comer tamales, y hacer crecer cientos o miles de árboles de guayaba de los que todos podrían hartarse.
Parafraseando una trillada expresión; en el 2023, Honduras, ¡que el consenso te acompañe!