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Jackie, una hondureña con dos niños, que no fue al refugio «por la migración»

Miami – Unos 2.000 hondureños, de los cuales muchos pasaron el huracán Ian en sus casas o las de los vecinos por miedo a ser detenidos y deportados si iban a refugios, están atrapados en la zona de Florida donde el ciclón impactó el miércoles y no solo necesitan productos básicos, sino documentos de Honduras.

«Necesitamos que nos ayuden», dice por teléfono a Efe «Jackie» una hondureña de 32 años, casada y con dos hijos, uno de 4 años y otro de uno.

Antes de la llegada del ciclón, la inmigrante se refugió en casa de unos amigos a unos treinta minutos de Fort Myers (suroeste de Florida), la ciudad donde la familia residía en un «tráiler», que, debido al huracán, que tocó cerca de esa zona con vientos de 240 km/h, ha quedado sin techo y dañado.

«Ya no podemos vivir allí», señaló a Efe Jackie después de haberse reunido y expuesto su situación a Juan Flores, presidente de la Fundación 15 de Septiembre, que ayuda a la comunidad hondureña de EE.UU. y tiene sede en Miramar, al norte de Miami.

Flores dijo a Efe por teléfono tras reunirse con una representación de sus compatriotas radicados en la zona, algunos con hijos menores e incluso recién nacidos, que son más de 2.000 los que están afectados por el desastre.

Viven la mayoría en la zona del norte de Fort Myers y en un mismo vecindario. Los hombres trabajan en la construcción como carpinteros o albañiles, agregó.

El que pudo escapó más al norte a casa de familiares o amigos antes de la llegada de Ian y otros a zonas tierra adentro de Fort Myers para evitar el agua que anegó esa ciudad al paso del huracán.

Flores dijo que temen ir a un refugio y pedir ayuda a las autoridades por carecer de documentos que les permitan vivir y trabajar en EE.UU, una situación agravada por la pérdida de sus documentos hondureños en algunos casos.

REFUGIOS PELIGROSOS

Es el caso de Jackie, que en medio de la emergencia agarró los de sus hijos y se olvidó de los de ella y su marido.

Según cuenta, su esposo se fue a pie, pues los automóviles no pueden avanzar por las inundaciones y los escombros, a buscar ayuda para empezar a reparar el hogar familiar.

Ella se quedó con los niños en casa de unos amigos y necesita sobre todo pañales, leche y alimentos enlatados para sus hijos, pues no tiene electricidad como más de dos millones de personas en la zona.

El esposo de Jackie llegó a EE.UU, hace unos diez años y ella hace seis. Aquí tuvo a sus dos hijos, que son estadounidenses de nacimiento.

Cuando se le pregunta por qué no fue a un refugio ante la inminente llegada de uno de los ciclones más poderosos que han impactado en EE.UU., responde con evasivas. «Ya sabe por eso de la inmigración».

También dice: «hay mucha gente racista».

La «trailercita», según sus palabras, la compraron con mucho esfuerzo y todavía la estaban arreglando.

No solo perdió el techo sino que le cayeron encima los techos de otras de esas antiguas casas móviles luego ancladas al terreno que son las que más sufren cuando hay tormentas y huracanes.

Está rodeada de árboles y materiales caídos y no se puede llegar bien.

El presidente de la Fundación 15 de Septiembre reclamó a las autoridades de Honduras que tiendan una mano a sus ciudadanos en Florida. «En Miami no hay cónsul», dijo.

La Fundación calcula que en Estados Unidos viven unos 2.000.000 de hondureños, de acuerdo con datos no oficiales, que incluyen también a los que no cuentan con permiso para estar en el país.

En agosto pasado, esta organización dijo a Efe que viene «denunciando desde hace tiempo que los 14 consulados hondureños en Estados Unidos están acéfalos, sin cónsul ni vicecónsul».

En algunos, «solo hay dos empleados atendiendo a más de 200 personas que llegan a diario para hacer sus trámites», dijo Flores.

«Hay una clara falta de voluntad del Gobierno (hondureño) en ayudar a los connacionales», dijo Flores en agosto, cuando el consulado de Nueva Orleans fue cerrado abruptamente.

Cada año más de 500.000 guatemaltecos, hondureños y salvadoreños dejan su territorio en busca del «sueño americano» y se marchan a Estados Unidos para huir de la pobreza y violencia que azotan los tres países del norte de Centroamérica. JS

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