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Hondureños en recta final para ejercer “voto de destino”

Tegucigalpa – A solo 29 días de las elecciones generales, Honduras se encuentra inmersa en una cuenta regresiva cargada de tensión, donde la incertidumbre política choca con la inquebrantable esperanza de un pueblo que anhela defender su democracia.

El ambiente de crispación, marcado por denuncias cruzadas y presiones institucionales, no ha logrado apagar el fuego cívico que se encendió en las primarias del 9 de marzo, ni el eco de miles de voces en la reciente caminata por la paz convocada por las iglesias.

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Esta fase decisiva revela un país polarizado, donde el Poder Ejecutivo, el Congreso Nacional y el Ministerio Público parecen tejer una red de influencias que favorece intereses partidarios, mientras la ciudadanía clama por transparencia y un voto libre.

A pesar de las sombras de manipulación, como las investigaciones del Ministerio Público o las tensiones internas en el Consejo Nacional Electoral (CNE), persiste la fe en que el 30 de noviembre será un acto de amor al prójimo y a la patria, tal como lo ha pedido la Iglesia Católica en múltiples homilías.

Cinco partidos

La contienda electoral, que involucra a más de 6.5 millones de votantes, se reduce a una carrera entre cinco partidos, aunque solo tres tienen opciones reales de victoria según los sondeos.

El Partido Nacional, bicentenario y disciplinado, postula a Nasry Asfura, conocido como «Papi a la orden», en una apuesta por la estabilidad económica y relaciones cordiales con Estados Unidos.

Por su parte, el Partido Liberal, fragmentado por disputas internas pero impulsado por la aparición de su candidato Salvador Nasralla, busca atraer al voto joven e independiente con promesas de reordenamiento institucional sin rupturas radicales.

Nasralla, con su trayectoria como presentador y su imagen alejada de la corrupción, representa una candidatura fuerte en un partido debilitado, posicionándose en contra de alianzas con Cuba, Nicaragua o Venezuela.

El Partido Libertad y Refundación (Libre), el más joven y de izquierda, lleva a Rixi Moncada como candidata oficialista, respaldada por una maquinaria política aceitada pero enfrentando el desafío de conquistar al electorado independiente.

Su campaña, la más activa con movilizaciones masivas y uso de recursos públicos, enfatiza la refundación hacia un socialismo democrático, manteniendo distancia calculada con Washington y cercanía con La Habana y Managua.

Los otros contendientes, como Nelson Ávila del PINU/SD y Mario «Chano» Rivera de la Democracia Cristiana, participan con estrategias modestas, como visitas comunitarias y redes sociales, pero carecen de peso electoral significativo en los sondeos.

Esta estructura multipartidista reducida evoca los años 80, con los tradicionales Nacional y Liberal compitiendo junto a Libre, que sustituye al extinto Unificación Democrática.

Campaña sin propuesta

Hasta ahora, según algunas encuestas señalan que el 60% de los hondureños afirma no haber escuchado propuestas claras de los aspirantes, y solo el 23% las considera «algo» o «muy» definidas, lo que subraya una campaña dominada por ataques mutuos y discursos vacíos.

La ausencia de temas estructurales en las agendas presidenciales agrava la desconexión: la corrupción ha aumentado en la percepción ciudadana en el último año, sin avances en la prometida Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIH), y Libre enfrenta sus propios escándalos.

Por otro lado, la inseguridad, aunque con homicidios reducidos bajo el estado de excepción, registra las primeras desapariciones forzadas en décadas y más de 200 feminicidios en 2025, un flagelo invisible en los mítines.

La migración, golpeada por el fin del Estatus de Protección Temporal (TPS) para hondureños en EE.UU. y las redadas en la era Trump, apenas recibe menciones genéricas sin planes robustos, dejando a miles en la incertidumbre. El empleo, principal angustia nacional, sufre un estancamiento y actitudes hostiles hacia el sector privado, según informes de clima de inversiones estadounidenses.

Esta omisión de propuestas contundentes convierte la contienda en una «encrucijada de la democracia», donde instituciones débiles y candidaturas frágiles amenazan con una deriva autoritaria. A esta brecha se suma el temor al fraude electoral.

Desconfianza

La desconfianza se centra en las Fuerzas Armadas (FFAA), con la población dudando de su independencia en el resguardo del proceso electoral.

Propuestas como la del jefe del Estado Mayor Conjunto, Rossevelh Hernández, para acceder a las actas electorales, se perciben como injerencias inconstitucionales, avivando miedos de manipulación militar.

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El padre Ismael Moreno, conocido como Padre Melo, advirtió que las elecciones están en peligro por el colapso del sistema de partidos, donde los partidos Libre, Nacional y Liberal carecen de madurez democrática y ven el poder como botín, no como servicio.

En su alerta, el jesuita criticó las decisiones de las cúpulas cerradas, alejadas de la ciudadanía, y la politización del CNE que amenaza los comicios. Moreno exhortó a las FFAA a limitarse al apoyo logístico constitucional, sin exceder su mandato, y llamó a la presidenta Xiomara Castro a restaurar la confianza en los cuerpos armados como comandante general.

Supuestas conspiraciones

Los audios filtrados el 29 de octubre, implicando a figuras como Cossette López y Tomás Zambrano en supuestas conspiraciones electorales, generan controversias sobre su autenticidad, lo que aviva más la ya creciente polarización en la sociedad hondureña.

Libre, tras fracasar en controlar el TREP y contratos de conectividad, recurrió a persecuciones judiciales, mientras el Ejecutivo amplío atribuciones militares más allá de lo constitucional, señalaron varios opositores.

Libre, ahora enfrenta encuestas donde Moncada queda tercera, rezagada por 12-20 puntos. El CNE, en medio de este torbellino, actualizó su cronograma con 42 procesos clave desde septiembre, asegurando contratos para auditorías externas, el sistema TREP y biometría.

Cronograma  

La propaganda electoral culmina el 24 de noviembre, dando paso al silencio el 25, y los medios apoyarán al CNE 72 horas antes con orientación ciudadana.  El 30 de noviembre, las JRV operan desde las 5:00 a.m., cerrando a las 5:00 p.m. (o 6:00 p.m. si hay filas), con escrutinio manual y público.

La declaración de ganadores será el 30 de diciembre, tras un proceso que el CNE debe consensuar para evitar caos como en primarias. Ana Paola Hall, presidenta del CNE, garantizó que el primer corte de resultados preliminares se publicará a las 9:00 p.m., tres horas post-cierre, y el segundo a las 11:00 p.m., con actualizaciones en tiempo real.

Este corte inicial, oficial y 100% confiable, llegará simultáneamente a partidos y ciudadanía, con actas escaneadas para transparencia. El traslado de materiales esa noche en departamentos como Francisco Morazán, y al día siguiente en otros, estará custodiado por FFAA.

Hall urgió a candidatos y partidos a priorizar la paz, recordando que el voto es el instrumento supremo para defender la democracia. Voces como la socióloga Julieta Castellanos llamaron a la vigilancia ciudadana.

Voto masivo

El Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep) y las iglesias impulsan campañas contra el abstencionismo, capacitando para un voto responsable. Aun en la adversidad, seis de cada diez hondureños planean votar, un 60% de intención que refleja resiliencia cívica pese al 54% temeroso de fraude, según encuestadoras locales.

Esta esperanza, avivada por caminatas pacíficas y pronunciamientos eclesiales, contrasta con la «claridad que oscurece» de maniobras partidarias. El Boletín de Conflictividad y Violencia Política registra más de 700 incidentes previos, un telón de fondo que no disuade a un pueblo que, en primarias, esperó horas bajo boicots para ejercer su derecho.

Recta final

En esta recta final, Honduras enfrenta no solo una elección de líderes, sino un referendo sobre su democracia: ¿avanzará hacia el fortalecimiento institucional o sucumbirá a la polarización?

La respuesta yace en las urnas, donde el 30 de noviembre, el pueblo podría reescribir su historia con un voto de esperanza y responsabilidad. Las iglesias Católica y Evangélica, unidas en su llamado, ven en el sufragio un acto de respeto mutuo, instando a evitar distracciones que desvíen de la patria.

Mientras, el Termómetro Electoral 2025 del Instituto de la Justicia valida estas percepciones con datos abiertos, invitando a un escrutinio colectivo y transparente en todos los departamentos.

Finalmente, a 29 días, la claridad emerge no en encuestas ni promesas, sino en la voluntad popular de no ceder ante el ruido: elecciones transparentes o caos negociado, la elección es del ciudadano a pie o hondureño común.

Entre tanto llega la esperada fecha, la esperanza crece para que el 30 de noviembre sea recordado como el día en que Honduras eligió la luz sobre la sombra. PD

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