Tegucigalpa. – “La guerra es una regularidad en la historia de la humanidad”, eso nos dice Alberto Hutschenreuter, que, conversando con un amigo sobre geopolítica, desvió la atención a la guerra de Rusia y Ucrania, y le agregó a la conversación el bárbaro y sangriento ataque terrorista de Hamás a Israel desde Gaza, el mayor por tierra, aire y mar que ha sufrido ese país, donde la reacción israelí no parece terminar, al cumplirse ya más de una semana de su contrataque. Este fue el intercambio de impresiones en la conversación con dos expertos, uno de ellos Hutschenreute, y el otro, uno que optó por el anonimato, pero con un amplio recorrido sobre este tipo de temas globales.
¿Quién es Alberto Hutschenreuter? Es de nacionalidad argentina, doctor (Summa Cum Laude) en relaciones Internacionales. Profesor del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (República de Argentina), con postgrado en Control y Gestión de Políticas Públicas. Profesor titular de Geopolítica en la Escuela Superior de Guerra Aérea, ex profesor en la UBA; fue director del Ciclo Eurasia en la Universidad Abierta Latinoamericana. También ex director del medio Equilibrium Global; columnista y colaborador en revistas especializadas nacionales e internacionales. Es autor de numerosos libros donde predominan cuestiones sobre geopolítica y sobre Rusia. Su último libro se titula “El descenso de la política mundial en el siglo XVI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre”, editado por Almaluz, Buenos Aires, 2023.
En la conversación con el experto le pregunto: ¿Es la guerra una medida extrema o una rutina en la historia de la humanidad?
«Las guerras cambian su naturaleza y es difícil que se modifique este curso porque en el mundo sigue existiendo algo que lleva a que los Estados siempre desconfíen entre sí y estén como gladiadores, como decía Thomas Hobbes, es la falta de un gobierno mundial, o sea, el Estado de anarquía internacional, y como hay anarquía internacional los Estados dominantes o con pretensiones imperialistas siguen aumentando sus capacidades y reina en ellos “la incertidumbre”. Los Estados nunca saben cuáles son las intenciones de los otros Estados, por eso siempre están mejorando sus capacidades armamentistas, y lo están haciendo en el área más tenebrosa, que es la nuclear», sostiene Hutschenreuter.
Para quienes escriben sobre la Nueva Guerra fría en lo que queda del siglo XXI, nos lleva a preguntar ¿para qué sirve entonces la institucionalidad de la ONU y de los entes pacifistas geopolíticos de la cooperación internacional?
Esa pregunta me la responde un amigo que pasó 35 años de su vida trabajando en el sistema de la ONU. Y empieza con sus aportes diciéndome: ¿¡Un gobierno mundial!? ¿¿En serio?? Y ahora vean cómo él interpreta sus años de trabajo en el sistema de Naciones Unidas, alguien, que como me dice él mismo, “vivió en las entrañas del monstruo por 35 años, cuando todavía aparentaba”, y me repite “aparentaba”, porque nunca lo logró, “una cierta imparcialidad política que hoy en día ha perdido totalmente”.
Y continúa: “la ONU fue fundada NO para gobernar el mundo, sino para convertirse en foro en donde se encontrarían los adversarios para dirimir sus diferencias, llegando a acuerdos pacíficos y siendo una activa abogada defensora de los derechos humanos. Podía, además, en casos extremos, intervenir militarmente en situaciones de suma crueldad o para detener agresiones genocidas. Esta interpretación la hago “grosso modo”.
Dos notas aclaratorias: Se dice grosso modo, porque es una locución latina que significa “aproximadamente, a grandes rasgos, a bulto o más o menos”. Es un error anteponer la preposición a, por eso es incorrecto decir: a groso modo. La carta de las Naciones Unidas es el instrumento constitutivo de las Naciones Unidas. Fue firmada el 26 de junio de 1945. En 30 artículos delinea los derechos y las obligaciones de los Estados Miembros, y además establece los órganos principales y procesos de las Naciones Unidas. La Carta Magna, constituye uno de los antecedentes más importantes del constitucionalismo, contiene principios básicos tanto de derecho público como de derecho privado. Es un documento que estableció por escrito, los límites al poder del rey.
“En su inicio, lleno de ambigüedades, la ONU ha derivado en una política manipulada por una aplastante mayoría de Estados dictatoriales– que intenta regimentar el mundo por un gobierno global, lo cual NO está autorizado por su Carta Magna o partida de nacimiento. ¡Cómo sería el mundo si lo lograran! En el mundo predomina la violencia, el autoritarismo, la burla a los derechos humanos con diversos pretextos, la agresión armada contra los más débiles, el expansionismo… precisamente, con el “expansionismo”, otra forma más realista de interpretar qué es el “gobierno global”, añade.
Del caos, que es parte del argumento, “caeríamos en algo peor “, que podríamos llamar “Gobierno Mundial de Repúblicas Socialistas”, regida por una dictadura con pretensiones utópicas de cambiar el mundo, a imagen y semejanza de un falso idealismo, impuesto por la fuerza.
Y aclara, “no soy un promotor del nacionalismo intransigente, pero rechazo de plano el globalismo actual porque cae en una dictadura mundial. Por tanto, defiendo un nacionalismo negociador y dialogante, que le permita a conglomerados –como la Unión Europea—que sus componentes mantengan su soberanía individual, pero colaborando para el bien común de esa asociación de países independientes. En otras palabras, abogo por la Democracia, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo; ese pueblo que no puede influir debidamente en un gobierno mundial, dado que sólo puede manejar sus intereses a un nivel nacional, provincial, municipal y local, según el principio de subsidiariedad”. Finaliza así mi amigo su análisis y aportes.
Ante lo expuesto, me pregunto, ¿tienen las guerras algún efecto positivo para la humanidad o son del todo negativas? ¿Debemos preocuparnos por las guerras, sobre todo porque los países en conflicto tienen ahora — más que antes– armas nucleares de destrucción masiva?
Y esa pregunta se la hago a otro amigo que trabajó por más de 20 años en un organismo internacional de desarrollo, agencia central de cooperación en su país, “responsable de planificar y administrar la asistencia económica y humanitaria en beneficio de los países del Tercer Mundo”.
Este nuevo entrevistado me responde: “al contrario, la guerra es una situación que promete un mejor porvenir para la humanidad. Las guerras son necesarias para el crecimiento económico de los países. Cuando la industria de armamentos crece, también crece “el llamado complejo militar industrial”, y toda la economía crece. Esto hace que se necesite más mano de obra, para lo cual se usan más fertilizantes para dar de comer a más gente, lo cual hace que la población siga creciendo para proveer mano de obra barata y esclavizada en deuda, lo cual a su vez hace que se produzcan más emisiones (dado que cada ser humano consume y ensucia), lo cual a su vez garantiza que habrá más guerras en el futuro para tratar de acaparar los recursos naturales que vayan quedando, lo cual a su vez promoverá un mejor porvenir para la humanidad… etc., etc., etc…”.
Mi entrevistado anónimo cierra con esta desafiante sentencia: “los países desarrollados promueven guerras para que otros países las peleen en lejanos territorios, mejor si en otro continente, y no dentro o en un país fronterizo del país desarrollado”.