Golpe de Estado

Luis Cosenza Jiménez

Recientemente hemos escuchado a nuestra Presidente denunciar un supuesto golpe de Estado.  Igualmente lo hace en estos momentos el presidente Petro en Colombia, y antes lo había hecho el entonces presidente Morales en Bolivia.  De hecho, hasta en México se habló de un supuesto golpe.  Curiosamente son los regímenes autocráticos/dictatoriales de izquierda los que corren a gritar “golpe”. 

Me recuerdan al cuento inglés en el cual alguien gritaba que el cielo se estaba cayendo. Habiendo hecho eso en múltiples ocasiones sin que ocurriera nada, produjo el resultado esperado y la gente optó por ignorar a quien pronosticaba lo que no ocurría.  Algo similar sucede en nuestros países. La gente supone que los autócratas/dictadores izquierdistas simplemente buscan crear una cortina de humo frente al fracaso de esos regímenes para atender los verdaderos problemas de la nación.  Pero veamos el caso colombiano para entender mejor la situación.

Don Gustavo Petro es, a mi juicio, el más inteligente de los autócratas/dictadores de izquierda y busca implantar su modelo izquierdista en Colombia.  La oposición usa los medios a su alcance para frustrar el proyecto de don Gustavo. 

Hasta acá, todo parece ser razonable.  Lo fundamental es que ambas partes persigan sus propósitos respetando la Constitución y las leyes.  A pesar de que no guste a los mandatarios de izquierda, las constituciones buscan limitar el poder de los presidentes, estableciendo pesos y contrapesos.  Los presidentes no son monarcas absolutos, sino que gobiernan por decisión de los ciudadanos y ciñéndose a lo que estipula la constitución y las leyes.  Hoy en día las constituciones contemplan incluso mecanismos para remover al presidente.  En estos casos, es decir cuando se recurre a los mecanismos establecidos en la constitución y las leyes, no puede hablarse de golpe de estado. 

En Colombia se ha solicitado al Consejo Nacional Electoral que investigue el financiamiento de la campaña del presidente Petro.  Esto ha servido para que el presidente grite “golpe de estado”, pero evidentemente que no se trata de eso. Se trata de evitar que el CNE investigue el financiamiento de la pasada campaña. La solicitud para que se investigue, y la misma investigación, tienen su fundamento en la Constitución.  Si como resultado de la investigación se evidencia la comisión de delitos pues habría que seguir lo que dispone la Constitución que típicamente implica un juicio político que podría resultar en la remoción del presidente.  No puede hablarse de golpe de estado si lo que se busca es remover al presidente recurriendo a los mecanismos contemplados en la Constitución.

Siendo esto así, ¿por qué gritar “golpe de estado”?  Lo que se busca es generar apoyo y simpatía por un régimen que ha perdido mucha popularidad.  El mensaje implícito es el siguiente: “Si´, en efecto somos un mal gobierno, incapaz de resolver nuestros problemas, pero de un golpe de estado surgirá un peor gobierno.” También buscan alertar a la comunidad internacional a fin de que esta se sume al coro de denuncias y así se genere un ambiente hostil al supuesto golpe. 

Nótese que la “comunidad internacional” se reduce a los mismos de siempre, Venezuela, Cuba, Bolivia y, ocasionalmente, Nicaragua. Siendo estos países ampliamente conocidos por sus posturas antidemocráticas, no son tomados en serio.  Además, no puede uno dejar de observar que todos estos países están prestos a gritar “injerencismo” cuando un extranjero critica sus políticas o acciones, pero no consideran que ellos caen en el pecado que critican cuando ellos se inmiscuyen en los asuntos internos de otros países.  Para muestra un botón.  Venezuela, Bolivia y Cuba ya se apresuraron a opinar y a condenar a una de las partes en el conflicto en Colombia.  Pero eso no es injerencismo. Es tan solo solidaridad. Es impresionante la hipocresía de los autócratas/dictadores de izquierda.

Para concluir, veamos cómo se resuelve los conflictos de este tipo en otros países.  En Estados Unidos la constitución contempla la remoción del presidente, para lo cual la Cámara de Representantes debe primero decidir si procede o no juzgar al presidente por las causales estipuladas en la Constitución.  Si decide que sí, el asunto es turnado al Senado, quien a su vez decide si procede o no con el juicio, tomando en consideración que para declarar culpable al inculpado se requiere el voto de al menos las dos terceras partes de los Senadores. 

En la historia de ese país, recientemente la Cámara de Representantes decidió que se debería juzgar a Clinton y a Trump, pero en ninguno de esos casos decidió el Senado proceder con el juicio y allí terminó todo. En la época reciente solo Nixon dejó la presidencia por decisión propia y no a consecuencia de un juicio político que lo declarara culpable.  Lo más interesante es que en ninguno de estos casos el afectado gritó “golpe de estado”, ni siquiera Trump, un populista de derecha, se atrevió a hacerlo.  No queda más que pensar que eso marca la diferencia entre contar con madurez política o carecer de ella. Al final, cuando escuche a alguien gritar “golpe de estado” comience por investigar un poco más, particularmente si el grito proviene de un autócrata/dictador izquierdista.  Me parece que en esos casos verá que se trata de otra falsa alarma.  El cielo no se está cayendo.

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