Desde pequeño amé la literatura porque, junto al teatro, la música y el cine, son los recursos más eficaces que los humanos hemos inventado para escrutar las rendijas de la mente en pro de nuestros íntimos anhelos. Fue Carl Sandburg quien dijo que “nada sucede a menos que sea soñado.”
Creo, además, que la humanidad rehúye el presente dado que, es justamente el tiempo actual quien lo desnuda en su mediocridad, en su incompletitud. De ahí que, inconformes, hombres y mujeres vivimos aferrados al pasado, casi siempre sobrevalorado, o al futuro incierto y anhelado.
Únicamente a veces, como impulsada por la fuerza de un huracán —sí eso: un temporal literalmente—, el pasado y el futuro convergen en un mismo espacio. Entonces y solo en esos casos, las urgencias nos traen de golpe al indeseable presente.
Fue precisamente ese afán de ficcionar por un país anhelado el que llevó al ruso Nikolai Chernishevsky, allá por 1863, a escribir su novela ¿Qué hacer?, una historia en la que transformaba su distópica Rusia en un paraíso de igualdad y que años después deslumbró al joven Vladimir Lenin, inspirándole a escribir un tratado de política homónimo que luego derivó en la Revolución de octubre en 1917. Para bien o para mal, “Nada sucede a menos que sea soñado”
¿Qué hacer? es, de todas formas, una buena pregunta, si es que deseamos en realidad que las cosas cambien y nos negamos a quedarnos a esperar al lado de la vereda, a que el país por fin arranque.
Hago esta reflexión, como un primer aporte a este 2021 que asoma aun ignoto, luego del estropicio vivido en un año de pandemia y huracanes, en el que las cosas no fueron bien para Honduras y el mundo con sus cerca de 1.8 millones de muertos solo por COVID, con una economía globalmente caída y la amenaza del cambio climático cada vez mas latente para todos.
Es cierto, una simple vuelta en la hoja de los almanaques no hará que las cosas cambien como por arte de magia. 2021 no trae la varita mágica que hará que las cosas cambien: El virus sigue allí, mutado amenazante y, aunque tenemos vacuna y existe cada vez mayor conciencia sobre las medidas de protección, está claro que nada mejorará de la noche a la mañana si no hacemos las cosas bien. ¿Qué hacer? vuelve pregunta.
Sé que hay medidas importantes a tomar. Un manual de políticas públicas al uso, probablemente hará hincapié en la necesidad de invertir en infraestructura vial, fortalecer los derechos de propiedad, impulsar el comercio internacional, disminuir las trabas administrativas a la inversión privada y sobre todo mejorar la calidad del gasto público para centrarlo en educación y salud o una profunda reforma fiscal. ¡En fin! Son tantas las insuficiencias… ¿Por dónde empezar?
Este país que soñamos posible requiere de acciones claras que permitan el inicio del cambio. Las cosas no suceden de la noche a la mañana y es por ello que planteo como meta para éste 2021, al menos tres acciones básicas: a) Un proceso electoral que no deje dudas de que se cumplirá la voluntad de los electores; b) Un dialogo inclusivo que permita zanjar las enormes divisiones que hoy afronta nuestro país y; c) señales claras de que no habrá tolerancia a la corrupción y opacidad en el manejo de los fondos públicos.
Debemos tener claro que ninguna de estas tres cosas sucederá si no hay presión ciudadana. Es indispensable entablar acciones de incidencia para obligar a quienes toman decisiones, a cumplir con la voluntad y el anhelo de la mayoría de la gente que ya está cansada de ver solamente promesas y esperanzas fallidas. Solo el accionar de trabajadores, empresarios, gremios profesionales, organizaciones ciudadanas y la academia podrá generar los cambios pertinentes. ¡El momento es ahora!
Decía Víctor Hugo: “No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”. La sociedad hondureña debe sacar provecho a sus heridas y comenzar ya a despertar de su letargo, entender que nadie lo hará por nosotros y que las cosas solo cambian cuando la actitud. Hagamos que el 2021 sea el año de ese cambio de actitud tan necesario.