Tegucigalpa. – David Litt, es el inspirador de este artículo, que para mi columna de Proceso.hn traduje y redacté del original en inglés. Como la versión final del artículo la hice a mi voluntad, agregando datos e ideas consistentes con la tesis y análisis de Litt, la responsabilidad de lo publicado es mía en su totalidad. El link del original en inglés es el siguiente:
Y la pregunta es: ¿Quién es David Litt? Es el autor de “Democracia en menos de un libro”, en inglés, con un subtítulo práctico: “cómo trabaja, por qué no, y porqué es más fácil arreglarla de lo que tú piensas… y gracias” (2020). David Litt es un redactor profesional de discursos políticos. Empezó a trabajar en el 2011 para el presidente Obama en la Casa Blanca, cuando aún tenía 24 años de edad, y se salió en el 2016. Actualmente es el productor principal en Funny or Die, empresa con sede en Washington, D.C.
La tesis principal de Litt en el artículo que uso de base para este escrito relaciona el voto directo (del Electorado) con el indirecto (de los Electores) reconociendo la supremacía al de los Electores, explica cómo éstos deciden quién será el presidente de la Republica –y con ello pierde cierta legitimidad la democracia estadounidense, tal como existe.
El texto original del artículo de Litt, con frecuencia lo expresa en primera persona singular (yo) y en plural (nosotros), como si el autor estuviera platicando con sus conciudadanos. Eso lo he respetado en el artículo que usted empezará a leer a continuación. Entremos al tema: Según Litt, hay algo positivo que de entrada quiere decir sobre el Colegio Electoral de su país: “hoy es un poco menos dañino” que antes a nuestra democracia”.
Corte Suprema de EUA reforma sistema electoral presidencial, sin abolir sus dos ancestrales pasos
En una decisión unánime de 9-0, la Corte Suprema dictaminó el pasado 6 de julio, 2020, que los Estados tienen derecho a «vincular» la forma en que votan los miembros del Colegio de Electores con el voto del Electorado: que lo hagan por el candidato presidencial que ganó el voto popular en su Estado.
El fallo unánime de la Corte también permite a los Estados de la Unión Americana destituir y penalizar a los Electores que voten en contra de la mayoría simple de los ciudadanos, si ya se conocen los resultados del voto popular directo del electorado.
Quienes todavía defienden a los «Electores infieles o desleales» basan sus argumentos en la que Constitución de EUA no menciona el tema, y por ende, los Estados no deben multar –o hacer que cambien de preferencia– los electores que de hecho no voten según lo haya hecho la mayoría simple del ciudadano cuando votó directamente por el presidente. Sin embargo, la opinión de la jueza Elena Kagan dio un golpe mortal contra los Electores desleales al declarar “victorioso al autogobierno”, cuando escribió: «Aquí, (en EUA, mi país) la gente gobierna de verdad».
La sentencia de la Corte nos deja bastante aliviados. De ahora en adelante los electores deshonestos no elegirán, ni podrán ser coaccionados, sacando con ello fuera de contexto el resultado de la contienda presidencial 2020. La decisión unánime de la Corte aún nos recuerda algo útil y oportuno: “que el proceso electoral presidencial estadounidense sigue teniendo dos momentos: primero, la votación directa de los ciudadanos del electorado y segundo, la votación indirecta de los miembros del Colegio de Electores, al nivel estatal y federal”.
Eso no beneficia a nadie en Estados Unidos. Para decirlo sin rodeos: el Colegio Electoral sigue siendo una idea perturbadora. Y al mismo tiempo, debido a la decisión unánime de los jueces de la Corte Suprema, deshacerse de los Electores nunca ha sido tan fácil como es ahora.
El Colegio Electoral de hoy no es el mismo que el concebido en la Constitución, versión original. Sino que según la 12ª. Enmienda, que entró en vigencia tras la contienda presidencial de 1800, entre Jefferson y Burr, que llevó casi al borde del abismo a la incipiente nación.
Para quienes necesiten refrescar la memoria, así funciona nuestro aún vigente sistema de elección presidencial, que opera en dos partes: Cada cuatro de noviembre –o días después– los estadounidenses participan en elecciones estatales separadas, más una en DC, con dos excepciones: Maine y Nebraska, donde cada partido nombra a los Electores a los distritos del Congreso. El candidato y partido que gane el voto popular de cada Estado se lleva todos los votos de los Electorales, que es igual al número de senadores de ese estado, más el número de representantes. Por lo tanto, el candidato a presidente que logre la mayoría simple de todos los Electores de cada Estado, gana ese Estado y en el voto nacional, quizás la Casa Blanca.
¿Por qué la elección presidencial es tan complicada y a quién beneficia más?
El ciudadano común estadounidense cree que el Colegio Electoral beneficia a los estados con menos gente, a los votantes rurales y al Partido Republicano. Y según Litt nada de eso es cierto, aunque yo creo que Litt está parcialmente equivocado.
Para ser justos, debido a que los Electores se distribuyen en un sistema híbrido –435 de ellos se distribuyen proporcionalmente a la población, y los 100 restantes, se dividen en partes iguales entre los Estados, como sucede en Wyoming y Vermont. Por este procedimiento, ganan una influencia que no tendrían, si lo hicieran de otra manera. Por lo tanto, debido a que la gran mayoría de los votos ya se los repartieron antes proporcionalmente al tamaño de su población, la influencia de los Estados menos poblados sigue siendo un estrato favorecido por un poquito poco, pero aún distinguido.
Por ejemplo, el Senado de Washington, California y Wyoming son muy desiguales en superficie y aún más en población. Pero por esas diferencias, California es 59 veces más poblado que Wyoming, y el ganador del voto Electoral de California obtiene 55 votos, mientras que el de Wyoming (o Vermont) obtiene tres… Y los 55 votos Electorales de California equivalen sólo a 18 veces los 3 votos Electorales de Wyoming (o Vermont).
Si un candidato llegase a perder California en la votación directa, para compensar esa desventaja tendría que ganar en los 15 estados más pequeños y el D.C. Por otro lado, si el Colegio Electoral se dedicara a evitar que se ignoren los estados pequeños en la votación nacional, estaría fomentando, sin dudas, una consigna aún más detestable.
Del mismo modo, el Colegio Electoral tampoco hace nada para elevar las voces de los votantes rurales. Los 10 estados menos urbanos del país –Maine, Vermont, West Virginia, Mississippi, Montana, Arkansas, Dakota del Sur, Kentucky, Alabama y Dakota del Norte– tienen en suma 50 Electores. Mientras que los 10 Estados más urbanos del país — que incluye no solo California y Florida, sino también Estados con menos gente, como Utah y Nevada– todos suman en total 107 votos Electores.
Si la fuerza del Colegio Electoral fuera la única razón que se usara para reducir la importancia que ahora tienen el Electorado de los Estados rurales en la votación total, los votantes rurales de esos Estados con votación directa, crearían serios problemas que hoy no tienen.
Cuando el presidente que gana parece anti-democrático
En las elecciones presidenciales del 2016 Donald Trump ganó la Casa Blanca y perdió el voto popular. Esa es otra de las anomalías operativas antidemocráticas que podía ocurrir en el antiguo paradigma reformado. Y que sucedió 5 veces en las 58 elecciones presidenciales realizadas en los EUA: en los años 1824, 1876, 1888, 2000 y 2016.
Cinco entre 58 no esta tan mal. Equivale a decir que el sistema electoral antiguo no funcionaba -o estaba “chueco”- en una de cada seis elecciones realizadas. Evidenciando un margen de error en el sistema anterior que equivale al 9 por ciento en el total de las elecciones presidenciales realizadas.
Lo anterior podría repetirse en estas elecciones del 2020, con cualquiera de los dos candidatos, en base al margen de ventaja que tiene el que puntea entre los dos candidatos presidenciales. Si una semana antes del 3 de noviembre, la intención del voto entre los correligionarios del voto duro de cada partido fuera el 5% ó menos, cualquiera de los dos candidatos podría ganar la presidencia. Si esa diferencia fuera de dos dígitos –10% o más— el que lleve esa delantera muy probablemente sería el triunfador. Pero si la diferencia fuera menos del 10% y más del 5%– entonces tiene una probabilidad muy baja que gane.
Lo mismo podría suceder en el 2020, si estados como Arizona, Texas o Georgia se vuelven Republicanos leves, habiendo sido antes Demócratas leves. Decimos esto, suponiendo que las tendencias y números de miembros del Colegio de Electores se mantengan en la misma dirección. En estos casos, los Demócratas serían los favorecidos.
El surgimiento del Colegio Electoral
El hecho de que el Colegio Electoral no favorezca a los Estados rurales y con menos gente, o a uno de los dos partidos, eso no significa que los Padres Fundadores de EUA crearon ese sistema sin tener en mente un objetivo. De hecho, como describe Akhil Amar en su libro “Constitución de Estados Unidos: una biografía (2006 y 2010)”, tuvieron en mente tres razones. En primer lugar, nacía un país nuevo en busca de una identidad y que estaba conectado por caminos de tierra. En ese contexto, realizar el mismo día una elección nacional y directa era inimaginable, por no decir imposible. Como alternativa era mucho mejor y más factible realizar la elección en más de una etapa y fechas distintas
En segundo lugar, debido a que los Estados tenían requisitos muy diferentes para votar –raza, riqueza y sexo– un voto directo popular impondría en esos años una presión sobre los Estados para que más personas pudieran votar, algo que nuestros Fundadores no se sentían cómodos con eso. Demostrando de paso, que creían más en la República – como sociedad políticamente organizada, con sus instituciones– que, en la Democracia, como gobierno del pueblo. El faltante democrático de ese momento, más bien se logró un siglo o más después, cuando triunfaron en toda la nación las históricas luchas por los derechos de género, raciales, políticos y civiles.
Finalmente, debido a que las tres quintas partes en la Constitución otorgó a los Estados que tenían mayores poblaciones de esclavos más representantes en el Congreso, y debido a que la fuerza de un Estado en el Colegio Electoral estaba principalmente basada en el número de sus representantes en el poder legislativo de Washington — en la Cámara Alta (y el Senado, que siempre son 2 por Estado) todo ello en definitiva quedó sujeto al número de distritos y cada distrito tenía un elector. Hecho que además definió la influencia real que logró cada Estado, beneficiando con ello, sobre todo, a los Estados con más esclavos, que coincidían con los sureños del país. Por eso, esos Estados fueron los que más insistieron en la necesidad de tener un Colegio (Nacional) de Electores para elegir al presidente de la República.
Por lo tanto, los Padres Fundadores de la nación estadounidense que crearon también el Colegio Electoral parecen no haber tenido a priori, o de antemano, un propósito, salvo el de anular por períodos –y cada vez que pudieran– la voluntad soberana del pueblo en la elección del presidente de la República.
En tal sentido, sobrevivió en el sistema electoral cómo habitualmente perdura el apéndice en nuestro cuerpo humano, que es digna de ser extirpada por su inutilidad funcional. Pero la mayoría de las veces, nos damos cuenta tarde de su inutilidad. Y de pronto el apéndice nos molesta e incluso, hasta podría quitarnos la vida.
A tono con esa analogía, el Colegio Nacional de Electores, como el cuerpo es en definitiva el que elige con su voto indirecto al presidente de la Republica federal estadounidense. Sin querer o queriendo, dejando por fuera de esa gran disposición y fiesta democrática a la ciudadanía, que, como cuerpo, es donde está realmente el soberano del sistema electoral presidencial.
Los únicos Estados de la Unión Americana que realmente tienen ventajas en el Colegio Electoral en tiempos de campaña electoral son más o menos 10, y los 40 restantes todavía podrían unirse y aprobar una enmienda constitucional. Pero el proceso de lograr la enmienda es mucho más largo que recién abierto por la sentencia de la Corte Suprema.
Aunque tal movimiento sería popular, con ventaja de18 puntos a su favor en la opinión pública estadounidense. Pues los ciudadanos prefieren –a nivel nacional— que sea el voto popular, el directo, el que elija al presidente. Además, cambiar la elección presidencial del sufragio de los Electores –al voto popular— no daría ninguna ventaja a ninguno de los dos partidos a largo plazo.
Desafortunadamente, los mitos que sostienen el Colegio Electoral están muy arraigados en los políticos que están en contra de transferir la elección presidencial al Electorado. Al extremo, que hasta votarían en contra de los propios intereses de su Estado. Si los números del Colegio Electoral empezaran a favorecer por Estado y a nivel nacional, en una forma decisiva a los miembros del Partido Demócrata, podríamos entonces obtener más pronto y más fácil la enmienda constitucional que de hecho se necesitaría. Hasta ahora eso, probablemente, no sucederá.
¿Será el principio del fin?
Y lo anterior nos lleva de nuevo al fallo de la Corte Suprema del 6 de julio, 2020. Que allana el camino para abolir el Colegio Electoral, sin tener que enmendar la Constitución.
Después de todo, los mismos principios constitucionales que permiten a un Estado vincular a sus Electores con el candidato ganador del voto popular estatal, también permiten vincular a sus Electores con el ganador del voto popular a nivel nacional.
Esto significa que, si los Estados se combinaran entre sí para obtener la simple mayoría de los votos de los Electorales, y aceptaran apoyar al ganador del voto popular, ello equivaldría el inicio del fin del Colegio Electoral. De lo contrario, Estados Unidos seguirá arrastrando ese torpe y arriesgado proceso antidemocrático de dos pasos para elegir a sus presidentes.
Al presente, muchos Estados de la Unión están al borde de lograr un acuerdo, llamado el “Pacto Interestatal de Voto Popular Nacional (NPVIC por sus siglas en inglés) que haría exactamente eso. El Pacto se ha convertido en una deseada meta en el sistema electoral estadounidense. Haría realidad que los Electores voten por el ganador del voto popular nacional, tal como lo manda la Corte en su sentencia del 6 de julio. Y tal adopción es hoy más factible que antes porque solo le faltan 74 votos, en el del total de los 545 Electores, para que se llegue a ese deseado umbral: Pacto Interestatal de Voto Popular Nacional