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El imperio contraataca: una historia de «La guerra de las falacias»

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

Tegucigalpa, Honduras. Para pelear se necesitan dos. La violencia no se combate con más violencia. El que se enoja, pierde… Todas estas son máximas populares, pero -aun así- hay quienes siempre caemos a los pies de la ira.

¿Cuál es la estrategia cuando alguien grita y pierde los estribos? Responder con serenidad. Suena fácil, pero no lo es. Si no, pregúntenle a Libre.

Las relaciones diplomáticas con la coordinadora residente de las Naciones Unidas se pusieron agrias luego de que la señora Alice Shackelford acompañara a la directora ejecutiva del Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), Gabriela Castellanos, en la conferencia de prensa sobre su retorno del exilio y el futuro de la sociedad civil en Honduras.

Las reacciones en cadena ante el acompañamiento silente agarraron como foco la foto pública de ambas mujeres con trayectoria sobresaliente en la defensa de derechos humanos, desde diferentes trincheras.

¿El pecado? No lo sé. ¿La razón de los ataques? Tampoco. Lo que sí se reiteró es la habilidad del expresidente Manuel «Mel» Zelaya como gran orquestador. Solo bastó un tuit del asesor presidencial para revolver la red social y disparar la indignación materializada en memes, fake news y producciones magistrales (por lo bien logradas, no necesariamente por lo veraz).

«Coronaron» con un comunicado emitido por la secretaría de Gobernación, Justicia y Descentralización, que registró en el punto número 6 lo que ya desde el gobierno se venía escuchando, aludiendo que el CNA representa los intereses de un «sector reaccionario de los Estados Unidos que desestabilizan el país para promover golpes de Estado».

Ante la pseudo indignación, calificaciones de injerencia y acompañamiento impropio -según algunos sectores- realizadas por el gabinete refundacional, con los ánimos de punta y la crispación a flor de piel, el «imperio» contraatacó.

Levantar la bandera de la paz fue la táctica oportuna para unas Naciones Unidas vilipendiadas desde el partido político en el poder.

No usó la estrategia del silencio (que es la decisión de no reaccionar respondiendo); tampoco la estrategia de la negación (que es rechazar las acusaciones); no recurrió a la confesión (que es el reconocimiento de la propia responsabilidad y plena colaboración con los medios); no hizo uso de la estrategia de transferir responsabilidad (que es el intento de que un tercero asuma la culpa para protegerse como entidad); no apeló a la discreción controlada (que es facilitar la información poco a poco, a cuentagotas, en relación a las preguntas planteadas por la prensa).

¿Qué hicieron entonces? De todo un poco. La reacción no fue inmediata, se planificó y consensuó. Eso evitó que las declaraciones respondieran a la emotividad del momento, sobre todo por cómo el mensaje estaba siendo percibido por la opinión pública.

La estrategia fue en bloque, la compartieron los actores clave y se vieron como una voz unificada, pues la «Power» de USAID salió a mediar con un mensaje en donde destacaba que el gobierno de Honduras podría seguir contando con la colaboración de la Agencia para apoyar a la sociedad civil independiente, la libertad de expresión y erradicar la corrupción.

El posteo fue compartido por la Embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa y, adivinen por quién más, por el secretario de Relaciones Exteriores, Enrique Reina.

Esa fue la «sobadita» que ocupaba el gobierno de Honduras para tranquilizarse y bajarle, por un momento, a la esquizofrenia de un nuevo golpe de Estado, táctica de desestabilización, boicot y todo lo que ya sabemos.

Posteriormente, la ONU publicó un escueto comunicado muy a su estilo, firmado por la señora Alice, en donde lamentaba que su presencia en la conferencia de prensa del CNA causara «malestar en las altas autoridades del Estado».

Agregó que actuó «de buena fe» y apegada a los principios de objetividad, neutralidad e independencia.

Si bien es cierto que no negaron la culpa, tampoco la reconocieron. Es decir, en sus comunicaciones oficiales (comunicado firmado por la cara visible de USAID en Honduras -Alice- y post de la administradora de la Agencia -Samantha Power-) no hicieron alusión a los ataques, sino que dirigieron el mensaje desde un enfoque positivo, hablando de ayuda, colaboración, apoyo mutuo, trabajo conjunto, amistad, bienestar, etc. Es decir, no se prestaron al juego.

No transfirieron responsabilidad y adoptaron una postura cordial y cuerda. No hubo discreción controlada, pues publicaron esas dos comunicaciones oficiales y siguieron con su agenda.

Y las aguas se calmaron. Esta semana el canciller Reina evidenció con fotografías varias reuniones y encuentros con autoridades en un viaje por el país del norte, visita que cayó como anillo al dedo por el momento conflictivo iniciado y terminado -momentáneamente- en redes sociales.

Mientras Twitter se convierte en terreno hostil y desde el gobierno no parece interesarles las formas cuando de arremeter contra el «imperialismo» se trata, se me cruza por la mente Hugo Llorens.

¿Qué papel jugó el señor del lobby en el país del norte? ¿Se habrá dado cuenta?

Veremos qué nos depara el segundo episodio de «El imperio contraataca»: una historia de «La guerra de las falacias».

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