Tegucigalpa- El Guancasco recobra, convivencia entre pueblos vecinos, tal es el caso de la antes conocida como Villa de Gracias (Lempira) y el pueblo de indios de Mejicapa, esta última población conformada por descendientes de grupos traídos desde México por el conquistador Pedro de Alvarado, para facilitar la colonización.
–En algunas localidades del centro y sur de Honduras, también se realizan estas prácticas culturales, conocidas y festejadas con igual denominación.
– El Guancasco entre Gracias, Lempira y Mexicapa debe fortalecerse.
El Guancasco, es una de las máximas expresiones culturales mágico-religiosas de la cultura Lenca, se lleva a cabo en diferentes sitios del país, con mayor incidencia y participación en el occidente de Honduras.
Esta antigua población de Mexicapa, aledaña a Gracias, desde la religiosidad popular se ha constituido en un referente a nivel nacional. Curiosamente el término “Mejicapa”, no se repite como topónimo colonial en la geografía hondureña actual.
La festividad de Mejicapa inició el día 12 de diciembre de cada año, es sinónimo de convivencia, alianza, ofrendas, canticos, disfraces, comidas, bebidas y danzas, evidentemente es un derroche de alegría, donde los participantes con sus propios esfuerzos se preparan con meses de antelación.
Desde la Casa de los Villeros (en las cercanías de la iglesia de San Sebastián), se preparan un grupo de seis entre niños y adultos. Cuatro adultos se disfrazan de “negros”, se cubren el rostro con una máscara, elaborados con la piel del animal que se representa, así identificamos un armadillo, un gato de monte, un puerco espín, una onza.
El “negro”, lleva entrelazada una corona elaborada con “barbasco” Un grupo de “danzantes” con trajes coloridos, y “atractivos cucuruchos” donde se distinguen espejos, tiras multicolores, y collares elaborados con “lágrimas de San Pedro”, salen rumbo a la iglesia y junto al repique de campanas, cohetes de vara y música de violín, se aprestan para ir a encontrar la imagen de San Sebastián.
Ahí ya se organizan en dos filas y en cada costado los cuatro “negros”, cuidan a los seis danzantes que recién han empezado hacer una serie de movimientos sincronizados al ritmo de un violín. Los “negros”, llevan un “chilío” con el propósito de divertir, y apartar los intrusos que interrumpan a los danzantes.
Cada danzante lleva un ayacastes, esté lo mueve con el objetivo de pedir su participación para leer “la palabra” o relación.
Estas “relaciones”, han sido recopiladas por varios investigadores, y es probable que en las trascripciones se hallan alterado, con el ánimo de difundirlas las trascribo tal cual, “Monarca dice “Hoy de la luz, mi celeste esfera, haga alto mi compañía, señala mi tropa Alonso Villano, y saber que esta fiesta y es la fuerza de su rigor, por último… Doy parte, con viveza, que el alcalde de este pueblo en función desempeña. Antes que el Sol se ponga y la luz fallezca; al son de guitarras, bailaremos una contradanza; convertir la función de Santa Lucía”.
Luego continua el Negro Mayor “Honestísimo Monarca, cuya fama el cielo admira, don Tus Tus a vuestros pies esta postrado, en que valiendo a recibir órdenes y obedecer sus vigilantes, pues en valor no hay quien me iguale. Pues me como cada día diez quesos con copón, más de cincuenta gallinas, diez canastos de tortilla, diez tapas de rapadura, y quite para sobremesa, diez tercios de granadilla, otras tantas urracas, palcas y copinoles, anonas y calabazos, y otras de nísperos revueltos con pacayas, otras tantas de jutes con cangrejos, otros tantos chilacayotes revueltos con ayote; Un racimito de dominico al alto de mi hijo y un tarrito de mantequilla alto de mi paisano; y así poderoso Monarca, que suenen esas guitarras y esas campanillas y que viva Santa Lucía.
Cada danzante tiene un rango y una “relación”, por la que se escuchan los relatos por orden jerárquico desde el Monarca hasta el ultimo bailante.
Mientras se lleva a cabo la procesión, a la par de la imagen de San Sebastián se colocan a manera de flancos el alcalde y el mayordomo, cada uno lleva una “vara de mando”, a las que se les denomina “majestades”. La vara del mayordomo es de mayor tamaño que la del alcalde. Después de un considerable recorrido, mucha gente se va uniendo a la procesión, la imagen de San Sebastián se lleva a la calle principal de Mexicapa.
Desde la iglesia de Mexicapa, traen la imagen de Santa Lucía entre canticos, cohetes, danzas y saludos, las imágenes se “encuentran”. Luego que se juntan, ingresan a la iglesia y ahí se celebra una concurrida misa. Horas después se realiza una serie de actos, que se termina con convivió donde se disfruta de gastronomía local. En las cercanías de la elegante iglesia una serie de comerciantes ofrecen todo tipo de bisuterías, incluyendo una muestra importante de los famosos dulces conocidos como “colaciones”.
Es de suma trascendencia que las autoridades civiles y religiosas de la ciudad de Gracias, Lempira, le apuesten a la promoción de este tipo de rituales, ya que en ellos podemos visualizar un sincretismo cultural, digno de estudiar y conservar. Como bien nos recuerda el colega Óscar Rápalo “Por su origen prehispánico y colonial, los Guancascos coloniales y postcoloniales simbolizan el sincretismo religioso y cultural que produjo la dominación hispánica que conformó una situación ambivalente en la que se refleja la derrota de las culturas indígenas, así como los mecanismos de sobrevivencia y resistencia cultural”.
El Guancasco de Mexicapa constituye un reservorio de expresiones, que, aunque se perciban algunas alteraciones y amenazas, es digno de seguir fomentándolo. También es significativo valorar el entusiasmo de un grupo de jóvenes, liderados por Byron Castillo entre otros, que siguen haciendo enormes esfuerzos personales, para que este magnífico ritual no desaparezca. IR