Análisis de Alberto García Marrder – Especial para Proceso Digital
Oficialmente, el líder panameño y general, Omar Torrijos, murió a los 52 años- junto a otras seis personas- el 31 de julio de 1981- cuando su pequeño avión, un turbo hélice Havilland canadiense Twin Otter, se estrelló sobre el cerro Marta (Coclé), en el oeste de Panamá y se incendió.
Pero, 40 años después, un libro del periodista español Zoilo G. Martínez de Vega, quien conoció mucho a Torrijos, se hace eco de las interrogantes que han quedado tras su muerte carbonizado: si fue un atentado, ¿la mano ejecutora fue el entonces teniente coronel Manuel Antonio Noriega (el misterioso Jefe de Inteligencia de Panamá entonces) por órdenes de la Agencia de Inteligencia de Estados Unidos, CIA?
(Según la prensa norteamericana, la CIA sospechaba que Torrijos podría estar negociando con empresarios japoneses la construcción de un canal a nivel del mar).
El voluminoso libro de 600 páginas se llama “Las Guerras del General Omar Torrijos: La Reconquista del Canal de Panamá”, y fue editado por Planeta.
Y para hablar de el he viajado hasta la población de Majadahonda, cerca de Madrid, y para recordar, además, viejos tiempos cuando Zoilo fue mi jefe en la delegación de la Agencia EFE en Panamá en los años setenta y en la fundación de la Agencia Centroamericana de Noticias ACAN-EFE, en la que ambos participamos.
(En esos años, el único Zoilo era él y así era conocido en todas las redacciones de América Central de periódicos y radios).
Noriega ya no puede decir nada al respecto. Murió el 29 de mayo de 2017 a los 83 años, después de haber sido sentenciado a 40 años de cárcel por narcotráfico por un tribunal de Florida, tras la invasión americana a Panamá del 20 de diciembre de 1989 para capturarlo. Gobernó a Panamá como un brutal dictador desde 1983-1989).
Zoilo se hace eco en su libro de las únicas y misteriosas palabras de Noriega, siete meses antes de morir, a Ricardo de la Espriella, ex presidente de la República (1982-84) y quien siempre ha creído que fue un atentado:
Fue directo y le preguntó a Noriega que le dijese quién había matado a Torrijos:
–“Eso fue un accidente, ¿no?”, dijo Noriega.
–“Tú y yo sabemos que eso no fue un accidente…”, le dijo Espriella.
—Noriega se quedó en silencio varios segundos y al fin, dijo esto:
—“Bueno, en verdad, hay cosas muy extrañas—movieron el avión…lo llevaron al aeropuerto de Penonomé y lo dejaron allí estacionado toda la noche, sin vigilancia, cambiaron el piloto y al jefe de escolta…si es para pensar”, dijo Noriega.
Y en el juicio de Noriega en Miami, su abogado, Frank Rubino, dijo que su defendido tenía documentos que mostraban intentos para asesinarlo a él y al General Torrijos por agencias norteamericanas, que nunca mostró.
Torrijos llegó al poder mediante un golpe de militares en 1968 contra el presidente constitucional Arnulfo Arias Madrid. Su logro principal fue firmar los Tratados Omar Torrijos-Jimmy Carter del Canal de Panamá con Estados Unidos en 1977, que significó recuperar, el control y soberanía sobre esa vía interoceánica que los norteamericanos construyeron, así como el territorio adyacente, la llamada “Zona del Canal”.
Durante su mandato, tuvo contactos con las guerrillas sandinistas de Nicaragua, las de El Salvador y Guatemala. Y se acercó al Grupo de los Países No Alineados, bajo la influencia de Josep Broz Tito de Yugoslavia. No era el típico dictador latinoamericano y siempre estaba leyendo literatura como lo observé en un viaje que hice en su avión turbohélice Lockheed Electra de Panamá a Tegucigalpa, en 1973.
Sus visitantes de intelectuales, a quienes él recibía sentado en una hamaca en su casa de playa de Farallón (En el Pacífico) o en la de campo en Coclesito, eran al estilo de los escritores Graham Greene, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
Y políticos de las tallas del español Felipe González, el colombiano Alfonso López Michelsen y el hondureño Jorge Arturo Reina.
Creo que el máximo de su vida política fue la firma del Tratado de Panamá ante el presidente Jimmy Carter el 7 de septiembre de 1977 en Washington, mediante el cual esa vía interoceánica pasó a soberanía panameña. Los egipcios tuvieron que recurrir a una revolución armada para recuperar la del Canal de Suez.
Fue muy importante también su participación en la llamada “Guerra del Banano”, para que los países productores de esa fruta tuvieran un precio justo. Intento empobrecido solo cuando salió a relucir los supuestos sobornos de las compañías bananeras americanas a un presidente de Honduras, el general Oswaldo López Arellano.
Y cuando el presidente Jimmy Carter tenía una “patata caliente” en su país, en 1979, como la presencia incómoda del Shá de Persia, Mohamed Reza Pahlevi, llamó a “su amigo” en Panamá y este accedió a que viniera a la Isla de Contadora en el Pacífico, de forma provisional. Ningún otro país en el mundo le ofrecía asilo.
La principal astucia de Torrijos fue saber “internacionalizar” el problema del Canal de Panamá, donde logró los apoyos que necesitaba. Especialmente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en sus sesiones extraordinarias nada menos que en Panamá, los días 15-21 de marzo 1973 y donde Zoilo y yo lo cubrimos como periodistas para la Agencia EFE.
Torrijos obligó a Estados Unidos a utilizar su vergonzoso veto en una resolución final, donde 13 países miembro apoyaron las aspiraciones panameñas sobre el Canal, más aún otra más vergonzosa abstención del Reino Unido. A través de Zoilo y su libro, he descubierto a otro Omar Torrijos y eso me gusta.