Análisis de Alberto García Marrder – Especial para “Proceso Digital”
Tengo que confesar que admiro al pueblo británico tras vivir, como periodista, casi diez años en Londres en dos épocas diferentes. Envidio ese sentido de patriotismo que tienen de su país y del orgullo exacerbado de ser “british”.
Pero la crisis que están padeciendo ahora se lo merecen. La arrogancia se paga muy cara.
Ellos y solo ellos, decidieron en 2016, y en un referéndum no vinculante, el llamado “brexit”, salir, con un sonoro portazo, de la Unión Europea. Pensaron que podrían vivir mejor solos.
(Inglaterra y Gales votaron a favor de salir, pero no Escocia e Irlanda del Norte-Ulster. Votos a favor fueron, en general, un 51.9 por ciento).

El Reino Unido fue el primer país (y hasta ahora el único) que se ha retirado de la Unión Europea, tras 47 años de ser miembro y antes de la Comunidad Europea.
Nunca van a admitir que cometieron un error. Ellos se sienten muy británicos y nunca europeos. Prefieren ver mejor aliados, hacia el oeste, hacia Estados Unidos, qué al este, a Francia.
El actual Primer Ministro, Boris Johnson, encarna muy bien la intransigencia británica: Primero nosotros y “fuck them” (que se jodan los otros).

Johnson es un conservador y a la vez, un populista petulante. Puede caer como simpático y gracioso al principio. No se peina su alborotado pelo rubio, es extrovertido, extravagante, se ríe de sí mismo, no le importa hacer el ridículo y le importa un comino lo que la gente piense de él.
Una vez que se ha dado cuenta que ese proceder le rinde muy bien, electoralmente, lo sigue explotando y mejorando. Es un verdadero “excéntrico inglés”.
Su nombre verdadero es Alexander Boris de Pfeffel Johnson y tiene un “pedigré” académico impresionante: Eton College y la Universidad de Oxford. En esta última, estudió los Clásicos, Literatura Inglesa y Filosofía clásica. Habla varios idiomas, incluido hasta el griego.

Fue corresponsal del diario “The Daily Telegraph” en Bruselas donde ya dejó ver su “euroescepticismo” y luego después, alcalde de Londres por casi ocho años.
No, no es el Donald Trump inglés. Tal vez, si Trump a lo bruto.

Pero es el político conservador que ocupa el 10 de Downing Street en Londres. Y está llevando a su país a una crisis de enormes repercusiones.
Bruselas y Londres no se ponen de acuerdo sobre la frontera física entre Irlanda del Norte (una “provincia” del Reino Unido dentro del `protocolo del “Brexit”) y la República de Irlanda (uno de los 27 países miembros de la Unión Europea).
En el Ulster, la mayoría unionista protestante quiere permanecer en el Reino Unido, pero disfrutar las ventajas del Mercado Único Europeo. La minoría republicana católica, quisiera ser parte de la República de Irlanda.

Johnson agudiza también la guerra con Francia por los permisos de pesca en el Canal de la Mancha.
En definitiva. No hay un acuerdo final con la Unión Europea tras el “brexit”. Mejor dicho, Londres no acepta ahora lo que se había acordado en su momento.
Y encima, en los puertos británicos hay una congestión total de miles de contenedores aparcados, por falta de conductores europeos de camiones para llevarlos a sus destinos.

Igual pasa en las gasolineras, no hay gasolina por falta de conductores europeos para llevarla en sus camiones cisternas. Estos no quieren venir a Gran Bretaña por las estrictas regulaciones inmigratorias puestas después del “brexit”.
Lo mismo pasa con más de 100,000 cerdos que están listos para ser sacrificados en las granjas y no hay carniceros europeos especializados en hacerlo.
Y en los supermercados ingleses empiezan a haber ya estantes totalmente vacíos de productos alimenticios. Lo que presagia unas navidades muy malas para los británicos este año.
En total, todo por el “brexit” que Johnson ha prometido en su campaña electoral de ponerlo en vigor, “totalmente”.
Crisis… ¿qué crisis?, dijo recientemente en su habitual tono irreverente para negar lo evidente.
Y en medio de la crisis actual, no se le ocurre otra cosa mejor que irse de vacaciones, con su tercera esposa, Carrie Symonds, a la Costa del Sol, en el sur de España. Muy típico de él.

En un editorial, el vespertino londinense “The Evening Standard” escribe: “En el mundo, se está perdiendo la confianza en el Reino Unido por la manera petulante con el que Boris Johnson pretende renegar de sus pactos, cuando apenas se ha secado la tinta de estos”.