El jueves recién pasado se dio en el Congreso Nacional una de las jornadas más tristes que ha vivido en la historia económica reciente del país ¡Y vaya que hemos tenido muchas!
Me atrevo a asegurar lo anterior, porque, por muy mala prensa que ha tenido el parlamento hondureño, rara vez se puede decir que en él se apruebe, de manera taxativa y por decreto, nuestra condena a la miseria.
¡Pues bien, eso es lo que hicieron al aprobar de un plumazo, un préstamo del Banco Central de Honduras al gobierno para que este financie una buena parte del déficit presupuestario aprobado el mes pasado!
La política monetaria es potente para apoyar el desarrollo, ya que bien utilizada facilita, a través de la emisión, el intercambio entre los agentes económicos de manera que haya una producción boyante y ordenada. Al fin y al cabo, el dinero no es ni bueno ni malo; es, al igual que un machete, solo un instrumento que puede servir para construir o destruir, dependiendo del uso que le demos. Para que quede claro, citaré un ejemplo de la historia:
En noviembre de 1918, terminada la Primera Guerra Mundial, los vencedores (Francia, Reino Unido y Rusia), obligaron a los perdedores (Alemania y el Imperio austrohúngaro), a firmar un tratado de paz en Versalles, que les imponía a los derrotados, el pago de los costos de la guerra y la reconstrucción de Europa.
Como la economía de los imperios había quedado destrozada, la única salida que sus líderes encontraron para pagar los daños de guerra fue imprimir dinero doméstico, de manera que sus pocas reservas en moneda extranjera les sirvieran para cubrir estos daños. Las consecuencias fueron terribles.
Un joven economista de nombre John Maynard Keynes escribió un libro en el que advertía el error que suponía el Tratado de Versalles, pero nadie le hizo caso. Dicho libro se llama “Las consecuencias económicas de la paz.”
Tal y como había predicho Keynes, dos años más tarde, los precios de los países perdedores empezaron a subir como nunca. En Alemania, por ejemplo, los precios aumentaron un 3,000% cada mes y en general se duplicaban cada dos días. El dinero perdía su poder adquisitivo en cuestión de horas.
Ante esa situación, la gente se preocupa más por gastar el dinero rápidamente que por trabajar. La miseria aumentó y con ella el resentimiento de los pobladores alemanes. La hiperinflación siempre va acompañada de una caída económica catastrófica y con ella la miseria.
Cómo pasa casi siempre que hay desastres económicos, los partidos políticos se llenan de demagogos, populistas y nacionalistas que prometen salvación fácil. En 1926, el partido nazi ganó las elecciones en Alemania y Hitler se convirtió en canciller. Su política expansiva provocó la segunda guerra mundial.
¿Cómo es que uno de los inventos más importantes e ingeniosos de la historia de la humanidad puede convertirse en un instrumento tan peligroso que hasta puede llegar a provocar una conflagración bélica? De varias maneras:
El dinero, como el vino, es bueno si se toma con moderación. De hecho, es un instrumento imprescindible para hacer fluir la producción y el consumo en sociedades modernas y sofisticadas. Ahora bien, cuando se imprime en excesivas cantidades, puede ser terriblemente perjudicial para la economía. La inflación es uno de los mayores fabricantes de miseria de la historia.
Pues el jueves, los congresistas aprobaron un decreto que en resumen le da licencia al Banco Central para que imprima lempiras con cargo a las reservas internacionales que se habían venido acumulando y con ellas se pueda financiar el gasto público.
Con ese dinero, el gobierno pagará sus deudas, salarios de empleados públicos y comprará bienes y servicios. El problema es que la producción interna tardará en ajustarse a la demanda y en el interín los precios subirán. Lamentablemente, el señor Biden está haciendo lo mismo en los Estados Unidos y esto está provocando que debamos importar productos caros de aquel país. En pocas palabras, nuestra inflación será interna y también externa.
Ahora, si para lograr la apariencia de un manejo adecuado en la cantidad de dinero, las autoridades llevan a cabo de forma subrepticia, operaciones de esterilización muy costosas, el precio del dinero –o tasa de interés- se mantendrá demasiado alta y esto provocará estancamiento económico y desincentivos a la inversión.
Quisiera ser optimista como mis colegas del gobierno, pero lo sucedido en la historia propia y ajena, disuade cualquier viso de optimismo. Pienso que es importante que nos vayamos preparando para una escalada inflacionaria y por ende mayor pobreza e ingobernabilidad. Ojalá y nuestras autoridades recapaciten, le den más independencia al Banco Central y corrijan su política de gasto.