Tegucigalpa. – Le conocí en estas vainas del periodismo, iniciando mi carrera como corresponsal de prensa internacional en Inter Press Service (IPS), mi gran escuela en el periodismo; era de esas personas que siempre se hacía acompañar de una libreta, todo lo apuntaba, y era metódico como pocos. Era el doctor Ramón Custodio López, defensor de los derechos humanos y un hombre con un amor profundo por Honduras, al grado de exponer su vida y la de su familia.
Cuando era presidente del Codeh y convocaba a las ruedas de prensa, uno sabía que se venía una gran noticia. Sus denuncias siempre iban respaldadas de testimonios, cronología de hechos y muchos otros argumentos, y los periodistas sabíamos que cruzar por la plaza Los Dolores para ir al Codeh, siempre iba a dejar una que otra “ficha” a algún agente infiltrado por esa zona que registraba quién salía y entraba al Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras. Custodio nos enseñó a identificarlos y cuando le contábamos que habían sido descubiertos, esbozaba una pícara sonrisa.
Educado, amable en el trato, le gustaba vestir de cubayeras blancas o trajes color beige; y en actos protocolarios, sus trajes color oscuro y elegante corbata le hacían distinguirse del resto. Era todo un caballero, enérgico y de una sola pieza si de convicciones se trata. Con la prensa, las relaciones siempre fueron cordiales y distantes, de encuentros y desencuentros, de solidaridad y respeto, y de profundos e intensos debates. No hubo periodista que cubriera el Codeh o el Conadeh que no hubiera tenido un impasse con el doctor Custodio, en esta adrenalina y pasión que encierra el periodismo. Pero nunca, esas relaciones terminaron en agresiones o distanciamientos, siempre hubo tiempo para la pausa reflexiva y la armonización de criterios. Custodio, pese a lo enérgico de su carácter, siempre fue tolerante con la prensa y hasta con sus enemigos.
Frente a los ataques que era objeto, siempre tenía una frase apropiada, una lectura recomendada, un escritor o filósofo por citar, siempre miraba más allá del árbol. Con el tiempo uno aprendió a conocerle mejor y a envidiar esa memoria privilegiada y ese aprendizaje continuo que le mantenía activo, generando conocimiento.
Los periodistas que le conocimos en sus diversas facetas, tenemos cientos de anécdotas que recordar del doctor Custodio, los desayunos los sábados muy temprano por el parque central, o en su casa arriba de las oficinas del Codeh, donde las atenciones de su esposa, doña Nena, eran exquisitas, además de una sabia mujer que brindaba el consejo oportuno cuando consideraba que debía darlo. Custodio, como a muchas otras personas que nunca le conocieron, nos salvó la vida.
Del doctor Custodio yo puedo recordar consejos, libros regalados y su apoyo incondicional cuando salí de los medios e incursioné con otros colegas en la lucha por la libertad de expresión y creamos C-Libre y luego el impulso a la ley de acceso a la información pública. También, cuando desde la Universidad para la Paz de Naciones Unidas, me acompañó en un proyecto de cultura de paz y trabajamos por más de un año en la región de Olancho, contra todos los pronósticos de los caudillos políticos de la zona. Fue un proyecto de éxito para el país y la región centroamericana.
Cuando el golpe de Estado, tuvimos visiones distintas, desencuentros, pero respetamos nuestros criterios. Él nunca dejó tirado su trabajo, ante las críticas que fue objeto; ahí también salvó muchas vidas junto a su equipo del Conadeh. Luego en el gobierno del ex presidente Juan Orlando Hernández, Custodio fue uno de sus principales críticos, le dijo al ex gobernante las cosas que nadie se atrevía a decir. Se lo dijo igual a su amigo, el ex presidente Porfirio Lobo Sosa, cuando éste quiso impulsar el bozal para la prensa, y buscó limitar la institucionalidad del Conadeh.
Con el tiempo, Lobo Sosa y el doctor Custodio se reencontraron, limaron asperezas y en su velatorio, el ex gobernante estuvo ahí rindiendo tributo a quien consideró uno de los hombres “con mayores cojones” en este país. Así nos lo dijo a los periodistas que estábamos en ese momento en su velatorio.
De vez en cuando, con un grupo de amigos y de colegas, visitábamos al doctor Custodio en su casa en Valle de Ángeles, y él se alegraba, recordábamos anécdotas, y siempre nos aconsejaba. En su inmensa biblioteca guardaba todas las libretas de sus apuntes, estaba escribiendo su biografía que constaría de tres tomos, nos dijo.
Los periodistas que cubríamos las instituciones en las cuales estuvo Custodio siempre vamos a recordar sus regalos: tres libretas para tomar apuntes que nos daba todos los años en el mes de mayo, en ocasión del Día del Periodista, ese era su presente: herramientas para trabajar, conservo muchas de ellas, con mis apuntes, le aprendí esa maña a él, a mis maestros de universidad y a mi también querido Víctor Meza.
De la relación de Custodio y la prensa se pueden escribir cientos de páginas, por eso su muerte me ha calado, porque era un buen hondureño, que pudo equivocarse, pero que eso no lo hizo un hombre malo; las charlas con él sobre las facetas de su vida, las luchas libradas y sus reflexiones, eran en cada encuentro una especie de aprendizaje para conocer y tratar de entender este país, la idiosincrasia de su gente, el patrón de las mafias, de los corruptos y la incultura de las elites políticas.
Cuando murió nuestro amigo en común, el colega Óscar Morán Méndez, le escribí, y me respondió con tristeza. En su velatorio, Monchito, su hijo, me abrazó y dijo: mi padre hoy se va encontrar con su gran amigo el “gordo” Morán. Y ese era el doctor Custodio, amigo de sus amigos.
Y como bien escribió en su red social, el padre Ismael (Melo) Moreno: “El Dr. Custodio jugó un papel decisivo en la historia de los del DD.HH. en Honduras. Se jugó la vida y salvó muchas vidas, y en muchos momentos de amenazas era a quien acudimos como refugio. Su controversial y conflictivo papel en el golpe no puede obnubilar su servicio patriótico”.
Bajo un frondoso árbol en un cementerio capitalino, descansa el doctor Custodio. En la misa de cuerpo presente y a su sepelio llegó gente de todos los estratos sociales, en reconocimiento y homenaje a un hombre que dio todo por este país al grado de superar la miseria humana. Descanse en paz el doctor Custodio, protagonista de una de las generaciones de oro e irrepetible en la historia nacional de Honduras y de los derechos humanos.