Cuerpos de migrantes ahogados siguen apareciendo en las playas mediterráneas de Crotone, en el sur de Italia. La embarcación de madera que transportaba a este grupo de migrantes se estrelló contra las rocas frente a las costas de esa ciudad turística calabresa y convirtió a sus playas “en un cementerio”, según lo describió una persona del lugar. El número de muertes ascendió a 67 este miércoles y hasta el momento se han contabilizado 80 personas sobrevivientes. Se presume que la cifra de fallecimientos es mucho mayor, ya que al menos 200 personas estaban a bordo de la embarcación cuando esta partió de la ciudad turca de Izmir hace algunos días atrás.
Orlando Amodeo, un médico local, le dijo al periódico The Guardian: “Llevo 30 años atendiendo a personas migrantes y nunca había visto algo así. […] Estas personas viajaron 1.078 kilómetros por mar solo para morir a tres metros de la orilla”.
El propio mar Mediterráneo se ha convertido en un enorme cementerio en los últimos años. La Organización Internacional para las Migraciones de la ONU estima que al menos 26.000 migrantes han muerto al intentar cruzar hacia Europa, principalmente desde Turquía y Libia. La mayoría de ellos son personas que huyen de Afganistán y Siria, y de países africanos asolados por la sequía y la guerra. Otra gran cantidad de migrantes han muerto sin ser contabilizados, ya que las embarcaciones improvisadas que se usan para cruzar de forma clandestina —y que los traficantes de personas abarrotan de gente para maximizar sus ganancias— en muchas ocasiones desaparecen en el mar sin dejar rastro.
Caroline Willemen es subdirectora de las operaciones de búsqueda y rescate de Médicos Sin Fronteras. En relación con el naufragio ocurrido frente a las costas de Crotone, Willemen dijo a Democracy Now!: “Los medios de comunicación han prestado mucha más atención a este caso porque la tragedia ocurrió muy cerca de Italia. Pero, desafortunadamente, estos [naufragios] suceden con regularidad, muchas veces en las proximidades de la costa de Libia, con personas que salen de las costas libias. Muy a menudo, esas noticias no llegan a los medios occidentales”.
Más de siete millones de ucranianos que huyeron de la invasión rusa han sido bien acogidos en Europa. Teymoori Mohammad perdió a un familiar en el naufragio ocurrido en las costas de Crotone. En declaraciones a la prensa, Mohammad lamentó el trato diferente que reciben los refugiados que no son blancos:
“Esas personas no fueron rescatadas porque tienen el pelo negro, porque no tienen ojos verdes ni azules. Como tienen ojos y cabellos oscuros, sus derechos humanos no fueron tenidos en cuenta; no eran humanos”.
Médicos Sin Fronteras ha estado operando embarcaciones de búsqueda y rescate en el mar Mediterráneo desde 2015, y ha surcado aguas peligrosas para rescatar a miles de migrantes que de otro modo podrían haber muerto. Al mismo tiempo, la organización ha tenido que esquivar una serie cada vez mayor de regulaciones y restricciones impuestas por los países europeos, que intentan bloquear la llegada de migrantes. El último barco de Médicos Sin Fronteras, el Geo Barents, fue reacondicionado y botado en junio de 2021. Actualmente se encuentra retenido en un puerto siciliano, víctima de las nuevas y duras medidas contra las operaciones humanitarias de búsqueda y rescate puestas en marcha en Italia por el Gobierno de extrema derecha que encabeza la primera ministra Giorgia Meloni.
Durante la entrevista con Democracy Now!, Caroline Willemen explicó al respecto: “Esta nueva legislación afecta únicamente a las ONG que realizan labores de búsqueda y rescate. Hay que tener en cuenta que la gran mayoría de las personas que llegan a Italia logran llegar de forma autónoma o son rescatadas por la Guardia Costera italiana, pero la legislación apunta solo a las ONG, lo que dice mucho”.
Médicos Sin Fronteras no es la única organización humanitaria involucrada en el rescate de inmigrantes que está siendo acosada por los Gobiernos europeos. Sea-Watch, RESQSHIP y otras organizaciones con sede en Alemania han criticado la nueva normativa de seguridad marítima impuesta por las autoridades alemanas, que parece estar diseñada específicamente para obstaculizar las operaciones civiles de rescate de migrantes.
En 2015, un proyecto impulsado por jóvenes condujo a la adquisición y reacondicionamiento de un pequeño barco pesquero bautizado como Iuventa. El barco operaba en el Mediterráneo central —que es considerada la ruta más peligrosa para cruzar hacia Europa— y ayudó a salvar a 14.000 inmigrantes desde 2015 hasta que fue incautado por las autoridades italianas en 2017. En este momento, más de cinco años después, varios miembros de la tripulación del Iuventa están siendo juzgados en Italia, junto con activistas de Médicos Sin Fronteras y la organización Save the Children, acusados de “complicidad e incitación a la inmigración no autorizada”.
Sascha Girke, uno de los tripulantes del Iuventa, declaró este miércoles ante el tribunal donde se está llevando a cabo el juicio:
“Me gustaría comenzar esta declaración recordando a las personas que perdieron la vida frente a las costas de Crotone. […] El sábado, mientras nosotros estábamos sentados en esta sala del tribunal, esas personas estaban luchando por sus vidas. De una manera terrible e inequívoca, sus muertes nos recuerdan lo que realmente se está juzgando aquí: el naufragio ocurrido en Crotone es inseparable de este juicio. […]. [Esta tragedia] no sucedió por el mal tiempo en el mar; ocurrió porque se denegó la ayuda que era posible brindar. La respuesta al trágico naufragio que sucedió en Crotone debería ser la ampliación de la infraestructura de salvamento en el mar, en lugar de su confiscación. La respuesta debería ser rutas de entrada seguras y legales, en lugar de políticas migratorias cada vez más restrictivas”.
Hace seis años, el doctor Orlando Amodeo publicó un video en el que se veía cómo bolsas con cadáveres de migrantes ahogados eran bajadas a un muelle, desde uno de los barcos de rescate de Médicos Sin Fronteras. Amodeo denominó al video “Del Mare Nostrum al Mare Mortuum”, para indicar que el Mare Nostrum —como le llamaban los romanos al mar Mediterráneo— se ha convertido en el Mare Mortuum, el “mar de la muerte”.