Las variantes del virus SARS-CoV-2, causante de COVID-19, están apareciendo ahora de forma tan programada, que me recuerdan los desfiles de moda que se realizan anualmente en las grandes pasarelas internacionales. La cepa original, aislada en Wuhan, ahora da la apariencia de haberse vestido de forma común y corriente, algo pasada de moda, cuando la comparamos con la vestidura atrevida de la variante Delta y, no digamos, con la infecciosa versión de la Ómicron. Pareciera que la cepa original ha quedado en el olvido y ahora estamos a la expectativa del resultado de la competencia entre Delta y Ómicron; ¿Cuál de ellas se volverá más infecciosa y logrará “infectar” la atención del público espectador?, esa era la incógnita, que se resolvió en menos de un mes y ahora Ómicron es la variante aislada en el 98% de las nuevas infecciones.
La variante Ómicron, lanzada a la palestra tan reciente como el pasado 24 de noviembre 2021, ha llegado irrespetando a todas las variantes anteriores con su rápida conquista del público de Sur África y, en pocas semanas, del mundo entero. Veamos entonces qué es lo que Ómicron ha cambiado en la composición antigénica de su vestido para obtener tal ventaja competitiva sobre Delta.
En la figura de la izquierda podemos observar estructura espacial de la proteína “Spike” de la variante Delta (D) y la variante Ómicron (O), donde lo coloreado en amarillo representa la parte de la proteína que el virus utiliza para unirse al receptor de la célula e infectarla, o sea el RBD (del inglés, el Receptor Binding Domain). Los puntos rojos representan mutaciones que la proteína “Spike” original de Wuhan ha sufrido en las variantes Delta y Ómicron.
Es claramente evidente que mientras Delta exhibe solamente 7 sitios de mutación en la proteína “Spike”, en comparación con la cepa original de Wuhan; la variante Ómicron manifiesta 34 mutaciones en dicha proteína y 15 de ellas están en el RBD, que es el punto de la lanza que utiliza el virus para infectarnos. De forma ilustrativa, mientras Delta ha cambiado algunos de los adornos de su vestido, ¡Ómicron ha hecho un cambio radical de su
vestido, con 34 nuevas modificaciones! ¿Qué importancia tienen las nuevas mutaciones presentes en Ómicron en el contexto de su infectividad, de su capacidad para evadir la respuesta inmune inducida por las vacunas y, más importante aún, en su capacidad de causar síntomas graves y la muerte? Veamos lo que hemos podido percibir del comportamiento de Ómicron durante su breve desfile en la pasarela.
En lo referente a su infectividad, los expertos coinciden que la variante Ómicron del SARS-CoV-2 puede ser más infecciosa que el virus causante del sarampión, siendo este último, el virus más infeccioso que hemos podido aislar y caracterizar. Para apreciar el potencial infeccioso de Ómicron, permítanme hacerles una comparación. La evidencia científica indica que, una persona con sarampión puede infectar a otras 15 personas, mientras que una persona infectada con Ómicron solo infecta a 2.5 personas. Sin embargo, esta comparación es engañosa, pues mientras que el virus del sarampión requiere de un periodo de incubación de 15 días para volverse infeccioso, ¡Ómicron solo requiere de 2 a 3 días!, y si le aplicamos un cálculo matemático, es evidente que
Ómicron es el virus más infeccioso que ha desfilado en la pasarela, hasta el momento, y probablemente se ha ganado el título de ser el más infeccioso que ha visto la concurrencia.
Queda claro que la evidencia muestra que Ómicron es más infeccioso que su antecesor Delta, logrando evadir parcialmente al sistema inmune al anular la efectividad, aproximadamente, de un 40% de los anticuerpos protectores inducidos por las vacunas, que nos inmunizan con la proteína “Spike” de la cepa original de Wuhan. Entonces, ¿Cómo se explica la percepción de que un virus tan infeccioso sea menos virulento que Delta y que cause menos hospitalizaciones y muertes? Percepción, que puede tener repercusiones negativas en lo referente a las estrategias que debemos adoptar para enfrentarnos al COVID, en su versión de moda en 2022. ¡Ojo! Seamos conscientes que estamos comparando naranjas con manzanas, al comparar el impacto infección enfermedad inducidas por todas las versiones del SARS-CoV-2 pre-Ómicron, las cuales infectaron a una población sin ninguna protección, con la relación infección-enfermedad inducida por la variante Ómicron que está infectando, en su mayoría, a personas ya vacunadas y, por tanto, protegidas de padecer de síntomas graves, requerir hospitalización o morir.
Ómicron está infectando a personas vacunadas, porque el tener un corto periodo de incubación, vuelve al virus muy infeccioso y porque los niveles de anticuerpos protectores que lo neutralizan, y son la primera línea de defensa contra infecciones sintomáticas, decaen con el tiempo en la sangre y mucho más rápido en las vías respiratorias. Afortunadamente cuando los anticuerpos decaen, y ya no evitan la infección, lo que en verdad nos protege de enfermarnos es la inmunidad celular de memoria mediada por células T que, al contrario de los anticuerpos, ¡siguen reconociendo al virus y eliminando las células infectadas independientemente de la variante que las infecte, ¡un reconocimiento menos preciso pero muy eficiente!
Entonces hay que considerar la posibilidad que no es que Ómicron sea una variante menos virulenta, sino que como estamos viendo sus efectos en una población inmunizada, induce infección asintomática o con síntomas leves, en consecuencia, pocas personas terminan requiriendo ser hospitalizadas. Tanto el virus como nuestro sistema inmune se han adaptado uno al otro, llegando a un delicado balance de convivencia donde al estar vacunados, nos infectamos, pero no nos enfermamos. Sin embargo, no deberíamos aceptar como dogma que la variante Ómicron es también menos virulenta cuando infecta a personas no vacunadas o a adultos mayores con sistemas inmunes debilitados y/o con comorbilidades. Quiero ser claro, en dichas personas, todavía no hay evidencia científica que indique sin duda alguna, que Ómicron sea menos virulenta. Al ser tan infecciosa,
seguramente infectara a personas susceptibles que estarán en riesgo alto de enfermar con síntomas graves.
Observando el comportamiento de Ómicron en la pasarela, también se especula que su aparición y permanencia con un alto nivel infeccioso será transitoria, dando inicio al fin de la pandemia, ya que al infectar a personas vacunadas se comporta como una “vacuna natural” con la versión al día de la proteína “Spike” de Ómicron. Desde el punto de vista inmunológico, dicha sugerencia tiene sentido pues implica que el virus y nuestro sistema inmune están llegando a un entendimiento balanceado. Por un lado, estaría permitido que el virus cambie los adornos en su vestido de forma moderada y pueda infectarnos, pero, por otro lado, también se le permita al sistema inmune reconocerlo sin mucha dificultad, permitiéndole adaptarse rápidamente, concediendo la infección, pero evitando la enfermedad.
Quiero ser optimista y deseo que en realidad la aparición de Ómicron sea el inicio del fin y que el SARS-CoV-2 se convierta en un virus endémico con el que tendremos que convivir; pero como he venido apuntando, ésta pandemia es un «experimento de la naturaleza» donde nosotros somos los conejillos de India y, como buen científico, no puedo aferrarme ciegamente a un solo escenario. Como me decía el Profesor Niels Jerne, Director del Instituto de Inmunología de Basilea, Suiza y Premio Nobel de Medicina 1984; “Humberto, piensa en 10 escenarios posibles y escoge uno”. Tengo que admitir que este virus me ha infundido respeto y todavía no logro escoger cual será el escenario final, espero que de verdad este sea “el inicio del fin de la pandemia” pero, sin descartar la aparición de nuevas variantes en las futuras pasarelas anuales originadas por la replicación del virus, tanto en personas no vacunadas como vacunadas. ¡Sigamos utilizando las medidas preventivas sin bajar la guardia!