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Como evitar la corrupción en las organizaciones

José S. Azcona

Uno de los problemas más dañinos para la capacidad de crecimiento y bienestar de una sociedad es la corrupción en sus diferentes manifestaciones. 

Los debates de corrupción tratan principalmente sobre el efecto de la misma en las cosas públicas, ignorando la necesidad de la construcción de una cultura de ética y honestidad en todas las demás facetas de la vida social. En este caso nos enfocaremos en el sector empresarial y otras actividades económicas privadas.

La corrupción en las organizaciones se da con el crecimiento del tamaño. Viene acompañando de otro fenómeno del crecimiento como es la burocratización. Alguien que opera independientemente, aunque tome todas sus decisiones de forma arbitraria, nunca puede ser víctima de una corrupción interna en su contra, ya que nadie más tomó decisiones o administró recursos por cuenta de la organización. Entre más personas involucradas y una mayor complejidad en los procesos, se van abriendo las puertas para que algunos abusen el interés de la organización para beneficio propio. Este puede ser primariamente económico, pero también existe de otros tipos: acumular poder o agradecimientos, hacer daño a alguien, o simplemente la indolencia.

Por suerte existen una serie de medidas que se pueden ir tomando a medida que crece la organización, para ir evitando las penumbras o discrecionalidades que invitan a las prácticas corruptas. Hay que considerar que los controles deben ir creciendo con la organización, y que una cantidad excesiva de controles en una operación pequeña puede ahogarla tanto como una falta de los mismos puede destruir una mayor. 

Quien primero debe estar a bordo en construir una cultura anticorrupción es la persona que funda o dirige el proyecto.  Esto implica que va a tener que saber desprenderse del poder arbitrario y omnímodo que corresponde al trabajo individual por cuenta propia. Si se establecen procedimientos para hacer las cosas (ya sea para contratar, vender, administrar, o cualquier otra actividad operativa) el que más debe cumplirlas es esta autoridad superior.

Si se establecen políticas o procedimientos -que se supone que son de obligatorio cumplimiento- y la cabeza no las cumple, entonces los demás miembros tomarán el ejemplo y se arrogarán todas las capacidades discrecionales que le sean posibles. Por ejemplo, si un propietario no cumple con los resultados de una licitación privada o de un proceso competitivo de seleccionar personal, su equipo se sentirá tentado a hacer lo mismo.  Aunque no emulen el mal ejemplo, estarán desmotivados para seguir los procedimientos si creen que los superiores no les tienen respeto. Entonces, adicional al daño producto de las malas decisiones arbitrarias, usted tendrá un equipo sin iniciativa e indiferente, improductivo y dependiente.

Aquí cabe la pregunta de qué obligación pudiese tener un propietario con la eficiencia de la organización, y obligarse a seguir reglas que le evitan ejercer una prerrogativa.  En caso de que se trate de una sociedad, el interés material de sus socios debe impedirlo. Es bastante común ver en sociedades donde las diferentes partes tratan de crear islas de control, donde las decisiones no se toman en interés de la empresa si no de un beneficio particular. Este tipo de sociedad no tendrá éxito a largo plazo, y los funcionarios se sentirán tentados a actuar de la misma forma. Por tanto, si se quiere tener una organización honesta, será necesario dar el ejemplo en todos los casos. En ese sentido, el primer paso para evitar la corrupción en organizaciones es el compromiso de sus propietarios o directores de cumplir con todas las reglas que se establezcan para tener una organización profesional.   Salir del espacio de las decisiones arbitrarias y personales, que ha sido la norma en un manejo subdesarrollado de organizaciones, y pasar a un modelo institucional.

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