Washington (EEUU) – (Especial para “Proceso Digital” -Por Alberto García Marrder).
El nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha comenzado con fuerza inaudita su primer mandato con una ráfaga de órdenes ejecutivas y de nombramientos de su futuro gabinete.
El desprestigiado Donald Trump le ha dejado un país polarizado, enfermo y aturdido por el reciente asalto al Capitolio de miles de simpatizantes del expresidente.
Y encima, Biden tendrá que sortear las trampas mal intencionadas que le ha dejado el expresidente como una última venganza antes de salir de la Casa Blanca, furioso y resentido por una derrota electoral que aún se niega a reconocer.
Biden pretende desmontar en 100 días las telarañas dejado por el expresidente Donald Trump en cuatro años. No, le será fácil.
Por ahora, si ha logrado dar un nuevo giro y crear un sentimiento de esperanza que se podrá salir de las muchas crisis que tiene el país.
En los primeros días de la nueva era, la de Biden, se siente en esta capital, un aire nuevo y fresco. Un nuevo tono. Una forma nueva de gobernar y sin insultar al rival. Hasta se ha enterrado, sin hacer mucho ruido, la pesadilla (y tortura) de los cuatro años de la era Trump.
La prioridad absoluta de Biden y su equipo es la de atajar la descontrolada pandemia del COVID-19, que ya ha superado la alarmante cifra de 400,000 muertos y 24 millones de contagiados. Biden se ha comprometido a suministrar 100 millones de vacunas en 100 días, meta muy difícil de cumplir.
Desde su derrota electoral el 3 de noviembre, Trump se había desvinculado de esa emergencia y solo estaba obsesionado en revertir el resultado electoral a favor de Biden, alegando un supuesto fraude en su contra para impedir ser reelegido.
Ahora, la pregunta pertinente es la siguiente: ¿Tan mal ha dejado Trump este país que ya es ingobernable?
Max Boot, columnista del diario “The Washington Post”, tiene la respuesta, al escribir que Trump ha sido “el peor presidente en la historia de Estados Unidos”.
“Por muy poco que haga Biden, hay una garantía que será más exitoso por comparación”, deduce Boot.
El columnista Thomas L. Friedman, (el tres veces Premio Pulitzer de Periodismo) escribe en el diario “The New York Times” sobre el fin de la era Trump: “Esta terrible experiencia ha terminado”.
Biden trata ahora de poner en pie a este país. Trump se lo ha dejado muy enredado. Por ejemplo, la confirmación por parte del Senado de los nombramientos de sus Secretarios (ministros del Gabinete) se está demorando porque esa cámara está ocupada en iniciar el segundo “impeachment” (juicio político) contra Trump.
Donald Trump, desde su exilio dorado en el sur de Florida, tiene ya el deshonroso título de ser el único presidente de Estados Unidos que ha sido enjuiciado dos veces. Este segundo es por “incitación a la insurrección”, cuando el 6 de enero incitó a sus simpatizantes a asaltar el Capitolio.
Biden, en el mismo día de su toma de posesión y ya desde su escritorio de la Oficina Oval de la Casa Blanca, firmó 17 órdenes ejecutivas, muchas para desmontar medidas adoptadas por Trump.
Entre estas, el reingreso de Estados Unidos al Acuerdo de París sobre el Cambio Climático y a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Y lo más llamativo, en el tema de inmigración, ha sido la orden ejecutiva por la que se respalda el programa DACA (llamados también “soñadores”) que protege de deportaciones a los niños de inmigrantes indocumentados que han crecido en este país y que ahora ya son mayores de edad. Posiblemente son más de 600,000.
Trump quería finalizar este programa. Ahora, el nuevo presidente pide al Congreso (controlado en sus dos cámaras por los demócratas) que acuerde una legislación que les dé un estatus permanente y una vía hacia una futura ciudadanía a esos inmigrantes.
Le pide también al Congreso que apruebe una amnistía a los casi 11 millones de inmigrantes indocumentados que viven en el país y pagan impuestos. Al legalizar su situación inmigratoria, tendrían estos un periodo de unos ocho años para poder optar a la ciudadanía. Se pretende que sea más amplia y efectiva que la aprobada en 1986 por el expresidente Ronald Reagan.
Otra orden ejecutiva trata de un tema importante, el censo y los inmigrantes latinos/hispanos. Revoca el plan del gobierno de Trump de excluir a los no ciudadanos del censo de cada diez años.
Y lo que más le habrá dolido al expresidente es la orden ejecutiva de parar la construcción del muro en la frontera con México, que apenas llevaba construidos unas 400 millas. Esa fue una de sus promesas electorales en 2016.
Entre las trampas dejadas al nuevo gobierno de Biden hay tres significativas y de política exterior. Fueron adoptadas por el Secretario de Estado, Mike Pompeo, apenas cinco días antes del traspaso de poderes, sobre sanciones a China, Cuba e Irán. Con el claro y descarado intento de dificultar la futura diplomacia de acercamiento del nuevo gobierno a esos tres países.
La decisión de reinstalar a Cuba en la lista de países patrocinadores de terrorismo es vista por los analistas como un intento de impedir o dificultar que Biden trate de adoptar las mismas medidas del expresidente Barak Obama de normalizar las relaciones con la isla.