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Benedicto XVI, un papa breve y distante para los latinoamericanos

Ciudad del Vaticano– Breve y distante de Latinoamérica, así recuerdan el pontificado de Benedicto XVI los visitantes de esa zona del mundo que se han acercado a su capilla ardiente. Afincados en Roma o turistas; mexicanos, colombianos, venezolanos… La mayoría coincide en la poca popularidad del papa emérito en sus países de origen.

«No es un papa que he amado particularmente, estuve muy contenta de su retiro», comenta a Efe Giuliana, una colombiana residente en Roma desde hace 30 años que acudió a la plaza San Pedro para hacer turismo con una amiga y se encontró a miles de personas esperando su turno para acceder a la basílica de San Pedro.

La multitud -cerca de 160.000 personas ya han visitado la capilla ardiente- no terminó de sorprenderle.

«La muerte de Juan Pablo II fue uno de los movimientos más especiales que ha vivido Roma. Había una energía de amor, de despedida, era innegable y única. Pero no es ésta», aclara Giuliana, orgullosa de que su ciudad adoptiva cuente ahora con un pontífice argentino como Francisco para «representar» a los latinoamericanos.

Tras ella, en la plaza acordonada por un perímetro de seguridad para ultimar los preparativos del funeral que se celebrará mañana, la mexicana Verónica, turista aterrizada desde Guanajuato (México), razona el principal motivo por el que el alemán no gozó de popularidad en un país tan fervientemente católico como México: «Fue un papa que duró muy poquito y no nos dio tiempo a llegar a encariñarnos como con Juan Pablo II».

Lo cierto es que México fue uno de los pocos países latinoamericanos que Joseph Ratzinger visitó. Lo hizo en 2012, durante un viaje que también recaló en Cuba y que fue una de sus últimas salidas antes de renunciar a comienzos de 2013. La semana que pasó en Brasil, en 2007, fue la otra incursión del pontífice en el continente.

De su estancia en México llamó la atención que no visitara la basílica de la Virgen de Guadalupe, emblema del catolicismo latinoamericano, porque la altitud a la que se encuentra el templo podía afectar a su salud. Años después, en 2016, el propio emérito explicó que el cansancio en ese viaje propició que empezara a plantearse su renuncia.

«De Juan Pablo II nos acordamos mucho, de Benedicto la verdad es que no tanto. En Latinoamérica no era muy bien visto», reconoce Rodrigo, un turista de Ciudad de México que no recordaba la visita del emérito a su país.

A su lado Jessica, también turista mexicana, explora más motivos para justificar de esa lejanía: «Por lo que entiendo no era muy querido por cosas que ha dicho y porque estaba en contra de varios asuntos».

Un grupo de religiosas guatemaltecas se para al escuchar esas declaraciones y una de ellas destaca la contribución del emérito a los estudios religiosos: «Fue importante para el pensamiento».

Demasiado teórico, poco emocional, muy pegado a sus orígenes alemanes… la sensación de muchos latinoamericanos presentes estos días en el Vaticano es que la excelencia académica de Benedicto XVI despertó pocas pasiones al otro lado del Atlántico.

«La emoción… no lo sé. Para mí se ha muerto un dirigente», admite Marta, nacida en Colombia, residente de Miami (EE.UU.) y partícipe por casualidad de las exequias del primer papa emérito en 600 años. «Vine a saludar, por respeto», aclara.

En la avenida que une el Castillo de Sant’Angelo con Ciudad del Vaticano, abarrotada de personas, Carlos aprovecha para mostrar por videollamada el dispositivo desplegado a su familia de Cali (Colombia). Dice que sienten curiosidad por lo histórico del evento, pero no una conmoción especial.

«Hoy la religiosidad en Latinoamérica ha cambiado, hay muchas religiosidades nuevas y se ha perdido un poco el fervor por el catolicismo», sostiene.

Si alguien puede confirmar la sensación de Carlos es Jesús, procedente de la vecina Venezuela, quien no se considera creyente y tampoco «prestó atención al tema». Estudiante de turismo, estaba de visita en la Roma monumental y se encontró con el evento, pero aún así no duda al afirmar: «Yo creo que la gente tiene más aprecio al papa Francisco».

(ir)

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