Washington – Estados Unidos llevó hoy a cabo la ejecución número mil desde que se restableciera la pena de muerte en 1976 al aplicar una inyección letal a un hombre que asesinó a su esposa y a su suegro en 1988.
Justo ante de recibir una inyección letal, a las 07.00 gmt, en presencia de testigos que incluían a una de sus nueras, el reo, Kenneth Lee Boyd, instó a ésta a «cuidar de mi hijo y mis nietos» y se despidió con la frase: «Que Dios bendiga a todos los presentes».
La ejecución de Boyd, un veterano de Vietnam de 57 años, se realizó tras fracasar los esfuerzos de sus abogados para que se aplazara el castigo o se le conmutara por cadena perpetua.
La defensa alegó que sus experiencias en Vietnam, donde fue atacado por francotiradores, habían sido un factor que contribuyó en sus crímenes.
Pero la última esperanza del condenado se diluyó a la medianoche del jueves cuando el gobernador de Carolina del Norte, Michael Easley, anunció que no había «una razón categórica» para otorgar clemencia y alterar la decisión de los jurados.
Poco antes, una corte federal de apelaciones y el Tribunal Supremo de EEUU habían rechazado recursos de último minuto presentados por los abogados del condenado.
Lee Boyd admitió desde el comienzo del juicio que había asesinado a balazos a su esposa, July Currie, de 36 años, y al padre de ésta, Thomas Dillard, de 57.
En entrevistas a diarios y radioemisoras Boyd no reveló estar arrepentido, pero lamentó el hecho de ser el ejecutado número mil en Estados Unidos.
«No me agrada la idea de que se me considere como una simple cifra. Soy una persona, no una estadística», señaló.
En las últimas horas de vida, el condenado recibió la visita de sus familiares en el penal de Raleigh y para su última cena pidió carne de vacuno, papas hervidas con crema agria, ensalada, pan con mantequilla y una bebida gaseosa.
La ejecución de Boyd será seguida hoy por la de Shawn Paul Humphries, en el vecino estado de Carolina del Sur, si resultan estériles los esfuerzos de sus abogados por conseguir clemencia del gobernador del estado y un aplazamiento por parte del Tribunal Supremo.
Humphries, de 34 años, fue condenado a muerte por asesinar al empleado de un comercio en 1994. Esa ejecución, prevista para las 23:00 GMT del viernes, será la número 1.001.
Estados Unidos superó la histórica barrera de mil ejecuciones en un momento en que se ha recrudecido el debate que enfrenta a los detractores de la pena de muerte y quienes la apoyan.
Ese enfrentamiento se escenificó antes de la ejecución frente al penal de Raleigh, en Carolina del Norte, donde centenares de detractores denunciaban que el castigo es «una barbaridad racista» en vigilias observadas de cerca por otros grupos que afirmaban que es la única forma de combatir el crimen.
Sólo en Carolina del Norte, todavía quedan, tras la ejecución de Boyd, 174 reos sobre quienes pesan condenas a muerte, que se remontan, en el caso de mayor antigüedad, a 1979.
Según manifestó a EFE Brian Forst, profesor de derecho de la Escuela de Leyes de la Universidad Americana, la aplicación de la pena de muerte «es una vergüenza para EEUU» que «no disuade a nadie. Es violencia que genera más violencia».
Las protestas también estuvieron dirigidas contra los médicos que han aplicado la inyección letal en las 832 ejecuciones realizadas a partir de 2001, cuando ese método sustituyó a la horca, la silla eléctrica y la cámara de gases.
Abraham Bonowitz, director del grupo Ciudadanos Unidos por Alternativas a la Pena de Muerte, afirmó durante la vigilia que esas 832 ejecuciones son todavía más vergonzosas porque en muchas de ellas han participado médicos.
«La inyección letal es una bofetada para la medicina porque amancilla la reputación no sólo de los médicos que participan (en las ejecuciones) sino también de todos los demás facultativos», señaló.
Tras la ejecución de Humphries, que es un hombre blanco, al igual que Boyd, otros cuatro asesinos recibirán la inyección letal antes de finalizar el año en EEUU.
Las más controvertida de esas ejecuciones será la de Stanley «Tookie» Williams, fundador afroamericano de la banda callejera «Crips» y postulado al Premio Nobel de la Paz por grupos de defensa de los derechos humanos.
Esa ejecución, el próximo martes 13 de diciembre, fue ratificada el miércoles por el Tribunal Supremo de California y ahora la suerte del condenado está en manos del Tribunal Supremo de EEUU y, en última instancia, del gobernador Arnold Schwarzenegger.
Williams fue condenado a muerte por el asesinato de cuatro personas hace 26 años, tiempo durante el cual renegó de la violencia callejera y escribió libros para niños. EFE