
Cualquier persona medianamente informada sobre temas económicos no puede dejar de sorprenderse por el halo de misticismo que la prensa hondureña le otorga al Fondo Monetario Internacional.
Este organismo multilateral cuyo mandato es velar por la estabilidad financiera global, pareciera exacerbar los instintos más íntimos de la opinión pública, justamente por el desconocimiento que la mayoría de la gente, incluidos los funcionarios del gabinete económico, exhiben sobre el tema.
Al público común, en cambio, lo que el organismo le despierta es miedo. Da la impresión de que la gente asocia al FMI directamente con devaluación, alza en los precios, aprobación de más impuestos y otras cosas que afectan nuestra vida de manera negativa. ¿Por qué será?
La pregunta anterior no es retórica. La explicación fundamental, es que siempre que el gobierno ha anunciado su intención de firmar un acuerdo con el “Fondo”, lo hace movido por la necesidad de salir de un atolladero fiscal o financiero. Es decir, cuando debido a la irresponsabilidad de los mismos gobiernos, una crisis económica parece inevitable.
Y aunque la nota de prensa publicada por el directorio de este organismo la semana pasada, revela que la economía hondureña se mantiene “resiliente”, que los criterios estructurales y cuantitativos acordados para medir el cumplimiento del acuerdo firmado en 2023 fueron aprobados, la gente de la calle no se deja convencer y al igual que en ocasiones anteriores, no perciben que esta supuesta “estabilidad macroeconómica” es sinónimo de bienestar.
¿Será que hay diferencia entre estabilidad macroeconómica y prosperidad? ¿Es acaso que la macroeconomía no sirve para asegurar la bonanza y solo es un referente lejano de que las cosas están bien para el gobierno, a pesar de que en los anaqueles los alimentos sigan caros y el desempleo continúe campeando?
Nada más equivocado que esta percepción. En países como Finlandia, Noruega, Suecia, Suiza, Canadá y otros, las cosas suelen andar muy bien, precisamente porque han puesto la estabilidad macroeconómica como punta de lanza de las tareas del sector público. Tanto así que, a la gente común y corriente, ni le va ni le viene que el FMI venga o no. ¡Es más, el ciudadano común y corriente en estos países, ni siquiera sabe de la existencia de este organismo que tanto corroe las tripas de periodistas y apinólogos de acá!
Es decir, a diferencia de lo que está instalado en el imaginario colectivo, la macroeconomía es bastante más que lo fiscal y monetario. De ahí la gracia o pena que me da escuchar a periodistas, analistas, empresarios y hasta ministros y funcionarios, decir que la macroeconomía anda bien y lo que hay que arreglar es la microeconomía.
Una afirmación como esta, solo permite entender el desconocimiento que la gente tiene de estos conceptos. Si la economía anda bien, se verá siempre desde la perspectiva micro o macro.
Lo anterior significa que, si afectamos un sector de la economía, los otros sectores no pueden quedar indemnes. En 2023 había un enorme agujero por donde se estaban escapando las divisas. Siendo Honduras un país altamente dependiente de las importaciones del resto del mundo, las autoridades decidieron acudir al FMI ya que sabían que, de no tomarse medidas urgentes, la cuestión podía irse de sus manos y las cosas pudieran desembocar en una crisis. Esto, no podía quedar aislado del resto de los sectores.
Así que, si hoy los productos extranjeros están más caros, el crédito bancario se consigue con tasas de interés elevadas y continúa la percepción de que las cosas no andan bien, todo ello es el resultado de que las medidas adoptadas luego de la firma del acuerdo con el FMI están pegando en los sectores de la macroeconomía que ni el gobierno, ni el organismo internacional han querido tocar.
Esa es la razón, querido lector, por la que a usted le cuesta tanto conseguir un buen empleo, o percibe que la situación social del país tiende a ser amenazante. El efecto es muy simple: los economistas le llaman “crowding out” o efecto desplazamiento. Un incremento abrupto en las tasas de interés, simplemente le quita espacio al sector productivo y por tanto este queda anquilosado, tullido.
Podemos resolver nuestros problemas económicos sin ayuda del FMI. Pero también se puede aprovechar el apoyo de los cooperantes para salir adelante. Sin embargo este no será efectivo, si no tenemos una ruta clara y un puerto al que llegar.