Tegucigalpa, Honduras. Intenso fin de semana que se resume en 21 segundos cargados de simbolismo. La alusión a un artículo personal -que podría interpretarse como fuera de contexto- logró más exposición que un discurso en la plaza pública.
“Se me cayó mi cartera, la carterita azul que me pertenece se cayó en la calle y ya estoy bien, a salvo y Venezuela será libre”, grabó en un video de 21 segundos la opositora venezolana María Corina Machado.
Una imagen vale más que mil likes, mil comentarios y mil compartidos. Contrario a lo que se espera en estos casos (luego de una detención temporal), el “ya estoy bien” y el “Venezuela será libre” fue desplazado por fotografías de la, de ahora en adelante famosa, carterita azul. Una vez más, el poder del simbolismo desafía al discurso tradicional.
¿Por qué hacer mención de la carterita azul en un video tan corto en lugar de dedicarlos a “tranquilizar” a sus simpatizantes?
Cuando los simbolismos se seleccionan y comunican estratégicamente pueden ser herramientas poderosas para construir narrativas políticas, movilizar a las personas y generar cambios sociales.
De ser un accesorio común y corriente pasó a convertirse en un emblema visual de la oposición política venezolana. El foco en un objeto aparentemente banal rompe con las dinámicas tradicionales de la comunicación política basada en símbolos “grandes” (banderas, escudos, monumentos, etc.).
En pocas horas, su impacto fue sorprendente, gracias a la repetición y la resonancia en un mundo a merced de las redes sociales.
Pero ¿qué tiene la carterita azul? Tranquilos, no voy a hablar de las pertenencias ni a hacer el sketch de mal gusto de Diosdado Cabello, aunque este tema ha generado tanto apoyo como sátira. Sin embargo, lo veremos desde la semiótica y el simbolismo.
Respondiendo a la pregunta, la cartera tiene lo que incluyen los mejores símbolos: es visualmente simple, fácil de identificar y recordar. Trascendió en un momento mediático y de expectativa mundial, por lo que genera emociones fuertes como esperanza, orgullo, unidad, llamado a la acción y la sensación de compartir causas comunes.
Puede ser fácilmente replicada o adaptada por los seguidores (sentido de pertenencia).
Pero a la cartera “le echaron mano”. El presidente salvadoreño Nayib Bukele compartió la imagen de una carterita azul, lo que generó comentarios y teorías de conspiración que contribuyeron a viralizar el accesorio.
Podríamos decir que Bukele, quien también es un líder con presencia internacional, se unió a la fórmula (comunicacional) ganadora. Esa “simple” acción fue como un accesorio de lujo para la cartera: agregó valor, emociones e impacto mediático.
¿Y el pañuelo de “Mel”?
Otro simbolismo que vimos este fin de semana es la kufiya palestina que el expresidente Manuel Zelaya usó en la ceremonia de investidura de Nicolás Maduro. Este accesorio también causó revuelo y no precisamente por el look inusual que combinó con su tradicional sombrero.
La kufiya representa la resistencia, la identidad del pueblo palestino y la lucha por su autodeterminación. El propósito es transmitir un mensaje claro, sin necesidad de usar palabras o contexto (narrativa simbólica).
Los simbolismos más exitosos en movimientos sociales son aquellos que han logrado trascender fronteras culturales, movilizar a las masas y permanecer en la memoria colectiva.
En el merchandising político tienen potencial de convertirse en elementos de mercadeo, como camisetas, réplicas o elementos gráficos que refuerzan su mensaje o recuerdan el momento de la historia en el que trascendió, pues a todos nos gusta saber el origen y significado de las tendencias.
Para que un símbolo se asocie con una figura o movimiento, debe utilizarse de manera consistente en eventos, discursos, materiales de campaña, redes sociales, etc.
Con todo y los aciertos, solo el tiempo determinará si la carterita azul tendrá un impacto sostenible o durará un poco más de 21 segundos. Como escribió Bukele: “paciencia”.