Tegucigalpa, Honduras. La narco película llegó al veredicto. Culpable de todos los cargos «más allá de toda duda razonable». El papel representado por la Defensa se concentró en probar que los testigos no tenían credibilidad y no en demostrar la no culpabilidad de su cliente.
Quizá fue una estrategia que sí tuvo algo de eco entre un público pragmático que esperaba evidencias irrefutables en un caso que se armó con acusaciones y acuerdos verbales, testimonios (que ya conocíamos de juicios anteriores), planes, en fin: conspiraciones; todas ellas orquestadas por una Fiscalía que si algo hay que reconocerle es que ensayaron tanto las preguntas y respuestas que los interrogatorios parecían rap.
El del papel protagónico (o antagónico) dejó mucho qué desear. ¡Más vale que era el as bajo la manga! Porque al subirse el acusado al estrado de interrogatorio en vez de sumar, restó y confundió con sus respuestas dubitativas, imprecisiones y con sus sospechosos «no lo recuerdo» y «no lo sabía».
Para lo que sí sirvió esa última jugada -que dejó la sensación de ser autoincriminatoria- fue para evidenciar que hay mucha información (clasificada) de fondo, líneas de investigación abiertas que aún no conviene que la audiencia conozca, por lo que se convirtió en el juicio de las objeciones y de los side bar.
No por nada la exprimera dama, Ana García, adelantó (o amenazó) que en los próximos días iba a ir revelando más información para que la población sepa «a lo que nos enfrentamos» (¿Se vienen WikiLeaks sobre narcopolítica?).
A la Fiscalía no le hizo falta revelar más de lo que pudo sobre este tema de conspiraciones, el jurado se convenció con fotos en redes sociales y testimonios de narcos confesos que narraban sus trueques de protección por financiamiento. Y la prueba -tácita- es que durante el periodo que los testigos mencionan, no hay noticias de incautaciones… (repito, más allá de toda duda razonable).
En 12 días de juicio se resumieron 12 años en el poder con un veredicto emitido por 12 jurados. Quedó más que claro ese periodo de narco dictadura que dejó «toneladas» de asesinatos y a un grupúsculo millonario, mientras el resto del pueblo solo recibió pobreza y violencia, males para lo que nunca tendremos absolución.
Lo que sí logró el acusado indigente (aquel que no puede darse el lujo de contratar a un abogado privado -previa a declaración jurada financiera-) es que no solo le «metió la droga por las narices a los gringos», sino que hasta pagó su defensa con el dinero de ellos.
En esta trama de narcos e historias de la vida real, que se balancean entre juicios y prejuicios, faltan más spin-off que vendrán en «cadena», que estarán próximos a estrenarse y cuya premier tendrá lugar en cualquier corte estadounidense.
Tal vez con esos mismos recursos de los impuestos gringos, la Defensa apelará, ¡y esperemos que lo haga! Porque aún falta escuchar muchas más revelaciones para conocer el resto de las piezas del rompecabezas que retratan a Honduras como un narco Estado. El guion (original y adaptado) se sigue escribiendo. Es el fin de «El Hombre», que dejó uno de los capítulos más sanguinarios en la historia de nuestro país. Pero faltan sus secuaces y quienes asumieron el trono. ¿Quién dijo miedo?