Recientemente el presidente de México convocó a una cumbre regional para conversar y llegar a acuerdos sobre el manejo de la ola migratoria que afecta a nuestro continente, en general, y a nuestra región, en particular.
No podía esperarse mucho de tal reunión ya que el receptor más importante de migrantes, Estados Unidos, no participó.
Aún así, se pudo haber aprovechado la cumbre para llegar a conclusiones serias que permitieran avanzar en la solución de un problema que afecta a muchos. Sin embargo, como sucede con casi todo lo que toca el presidente mexicano, el resultado ha sido poco menos que una pantomima bufa. Resulta que según los participantes en esa reunión, la migración es producto de las sanciones que aplica Estados Unidos a tres países gobernados por autócratas, por no decir, dictadores, Cuba, Nicaragua y Venezuela. Elegantemente ignoraron que a la mayoría de los países golpeados por la migración, es decir, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras y Panamá, no padecen desanción alguna.
¿Cómo explican entonces la migración que proviene de esos países o que transita por ellos? Tampoco mencionaron la migración que se origina en África, tal vez porque a esos países tampoco aplica sanción alguna. Pero veamos el tema en más detalle para que las lectoras puedan llegar a sus propias conclusiones.
Comencemos por el principio. La gente migra porque quiere mejorar su vida. Migra porque está convencida que en el lugar donde nacieron no tienen futuro. La falta de empleo, la inseguridad y la extorsión les ha robado la esperanza. Por las múltiples promesas de campaña incumplidas han dejado de creer en los políticos. La política es el arte de generar esperanza, pero nuestros politiqueros tan solo han generado desesperanza y desilusión. Para muestra, un botón. Véase el caso del país anfitrión, México. En estos días las noticias internacionales dan cuenta de trece policías asesinados por delincuentes en el Estado de Guerrero.
El gobierno mexicano simple y sencillamente ha perdido el control de su territorio. La inseguridad y el temor alientan la migración, y la respuesta del presidente fue la ingenua y desacertada política de “abrazos y no balazos” para los delincuentes. Ahora ese mismo personaje plantea las sanciones como el origen de la migración. ¿Será que ese señor ve la paja en el ojo del vecino pero no ve la viga en el propio? Por años hemos vivido culpando a otros de nuestros problemas, tratando de eludir nuestra responsabilidad. Nunca solucionaremos nuestros problemas si nos negamos a aceptar nuestra responsabilidad.
Si no generamos empleo, si no controlamos la inseguridad, la extorsión y la corrupción, la migración continuará igual o crecerá. Vea, estimado lector, lo ocurrido en Venezuela. Hace unos pocos meses salió a la luz pública otro gran acto de corrupción en Petróleos de Venezuela. En la empresa estatal de petróleo, presidida por un compinche del dictador de ese país, de nombre Tareck El Aissami, se descubrió un acto de corrupción calculado en miles de millones de dólares.
Sin embargo, como el entonces presidente de la empresa de petróleo es amigo del ornitólogo dictador, simplemente renunció al cargo que ostentaba y listo. No hubo juicio y mucho menos castigo. Venezuela está en manos de una mafia que hace y deshace impunemente a su gusto y conveniencia. A esa camarilla de delincuentes es a quienes algunos de nuestros gobernantes piden que se les cancele las sanciones que se les ha venido aplicando. ¿Qué pretenden? ¿Más impunidad y corrupción? A nadie sorprende que Venezuela sea considerado el país más corrupto del continente, pero es inconcebible que pese a ello algunos gobernantes intercedan por ellos. ¡Qué vergüenza!
Para hacer frente a la migración es necesario comenzar por poner orden en nuestras casas.
Es menester fortalecer el estado de derecho y combatir la corrupción, hacer frente y disminuir el crimen organizado y la extorsión. Se debe forjar alianzas regionales para luchar contra el crimen organizado transnacional, crear un clima favorable a la inversión privada para así generar empleo digno, y mejorar la educación y la salud de nuestra gente. Esto es lo que necesitamos, si somos honestos y realistas.
No es sudando calenturas ajenas como resolveremos nuestros problemas. Para comenzar, nuestro gobierno debería invertir pronto y fuerte en infraestructura, carreteras y caminos, puentes, represas y obras de protección para evitar las inundaciones.
Es decir, hacer aquello que no se ha hecho en casi dos años de esta Administración. La impresión que han dejado es una de ineptitud e incapacidad. Que nos demuestren que estamos equivocados y que veamos un resurgir de la inversión en infraestructura. Si no son capaces de hacerlo, que permitan que el sector privado lo haga. Que no adopten la posición de aquel que “no pica leña, ni presta el hacha”.
Para concluir, y en consonancia con el propósito de generar empleo productivo y de mejorar la salud de nuestra gente, debo referirme a la cancelación del proyecto de tres hospitales que contaba con el apoyo financiero del BID y de España. El gobierno lo canceló por razones que no logramos entender y ahora dicen que lo financiarán con recursos propios.
Es decir, lo manejarán directamente ellos, sin el apoyo y la supervisión del BID y del gobierno español. Ya sabemos lo que ocurre en estos casos, como lo ilustra lo acontecido con Patuca III y con los hospitales móviles, por mencionar solo dos casos.
Para evitar atrasos, sobrecostos, obras y equipos defectuosos y corrupción, es prudente retomar el proyecto original. Tienen la oportunidad para demostrar que son sabios y pueden rectificar. La humildad ennoblece.
Rectifiquen lo que ha sido una torpeza diplomática y un error que pagaremos caro, tanto financiera como sanitariamente. Todavía están a tiempo.