A 100 días de Gobierno de la primera mujer presidenta en Honduras, Xiomara Castro, la legalización de la Pastilla Anticonceptiva de Emergencia sigue siendo una deuda sin respuesta. El costo de la espera es demasiado alto: la vida y la salud de las hondureñas. Mientras pasan los días, las sobrevivientes de violencia sexual son abandonadas a su suerte.
Recuerdo con emoción la contundencia con la que Xiomara Castro, la primera presidenta de Honduras, finalizó su discurso inaugural hace pocos meses: “Ya no más violencia contra las mujeres, voy con todas mis fuerzas para acabar las brechas y generar condiciones para que nuestras niñas puedan desarrollarse plenamente y vivir en un país sin violencia. ¡Mujeres hondureñas no les voy a fallar! ¡Voy a defender sus derechos, todos sus derechos! ¡Cuenten conmigo!”
El optimismo que aún me producen sus palabras se empaña por momentos al leer dolorosas noticias como la de las dos estudiantes de El Zamorano que presuntamente fueron violadas por un compañero dentro del campus de la universidad. La comunidad universitaria se unió para protestar el pasado 21 de marzo y exigir castigo al abusador. “¡Pedimos justicia!” Gritaron los estudiantes.
El eco de estas palabras resuena fuerte porque en este país no podemos pedir justicia sólo para algunos casos, debemos exigir un trato humano y digno para todas las mujeres y niñas que cada día son víctimas de la violencia sexual. Aunque algunas no figuran en los titulares de las noticias, son todas ellas ante quienes la presidenta asumió el compromiso de defender sus derechos. Confiando en la integridad de su palabra, tengo la esperanza de que por fin empezaremos a escribir una historia nueva y progresista en materia de derechos de las mujeres en Honduras.
Cada tres horas, una mujer es violada en Honduras, 64% de las víctimas son niñas y adolescentes, según cifras del Ministerio Público. Estos son solo los casos que llegan a ser denunciados. Honduras lidera las tasas de violencia infantil y feminicidios en la región. Es inadmisible que, aun así, sigan vigentes la prohibición del aborto por tres causales y de la Píldora Anticonceptiva de Emergencia (o “pastilla del día después”) PAE. Considero que la aprobación de esta última es una decisión urgente, posible, necesaria y que se debe implementar de forma inmediata para proteger a todas las mujeres y niñas de las consecuencias de la violencia sexual.
Sé por experiencia que, en su mayoría, las prohibiciones nacen del miedo y la desinformación alrededor de un tema en particular. Por eso, en el caso de los métodos anticonceptivos de emergencia, es indispensable apoyar a la campaña “Hablemos lo que es” que ayuda a desmantelar los mitos que reinan en la sociedad hondureña respecto a la PAE. Esta campaña, en alianza con la comunidad de Avaaz, ha recogido casi un millón de firmas que apoyan el acceso a esta píldora. Lo más grave de todo es pensar que la píldora del día después es una píldora que afecta la vida de las mujeres. Esto no es verdad y no tiene fundamento científico. Para la muestra, cito aquí lo estipulado por la Organización Mundial de la Salud -que además considera su uso como un derecho- en cuanto a las situaciones en las que puede utilizarse la anticoncepción de emergencia después de una relación sexual:
- Cuando no se ha utilizado ningún método anticonceptivo.
- En caso de agresión sexual cuando la mujer no estaba protegida por un método anticonceptivo eficaz.
- Cuando puede haber fallado el método anticonceptivo por uso inadecuado o incorrecto.
Suministrar la PAE lo antes posible después de una relación sexual violenta, evita que se den las condiciones para la fecundación, y, por consiguiente, para que se produzca un embarazo. En muchos países del mundo, obtenerla es tan sencillo como ir a la farmacia más cercana.
Es hora de que de la mano de la presidenta dé un paso adelante para iniciar la reparación justa y necesaria que merecen las mujeres hondureñas después del daño que causó la dictadura. Hacerlo evitará embarazos no deseados, abortos clandestinos y muertes innecesarias de mujeres que buscan apoyo, pero no encuentran el espacio para hacer valer sus derechos reproductivos y su derecho a una vida digna y sana.
Al menos así lo creemos con firmeza las organizaciones feministas en el país que hemos trabajado duro para que por fin Honduras deje de ser uno de los lugares más hostiles y peligrosos para las mujeres en todo el continente. La esperanza que nos dieron las palabras de la presidenta en su día de posesión nos mantiene con la ilusión intacta de que se puede lograr. Pero también estamos aquí para exigirle que sea íntegra con su palabra, así como nosotros hemos sido implacables con nuestro apoyo.
* Jinna Rosales
Licenciada en Trabajo Social y Máster en Demografía y Desarrollo Social Coordinadora del Grupo Estratégico PAE – Honduras