El rey salomon y las prostitutas

Pedro Gómez Nieto

En el Antiguo Testamento, encontramos la historia del rey Salomón. Dios le habló en sueños: «Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.» El rey contestó: «Dame, pues, un corazón atento para gobernar a tu pueblo, y para distinguir entre lo bueno y lo malo.» Dios le otorgó el conocimiento que solicitaba, y también riquezas y poder que no pidió. Como ejemplo de esa sabiduría las escrituras relatan el llamado “Juicio de Salomón”. Ocurrió que dos prostitutas vivían bajo el mismo techo, habiendo sido madres recientemente. Una noche, mientras dormían, una de ellas se echó sobre su hijo y lo asfixió. Cuando se dio cuenta robó el hijo de la otra, dejándole el suyo muerto. El rey Salomón, escuchó por boca de cada una la versión de lo ocurrido, pero no pudiendo identificar cuál mentía ordenó que el niño fuera cortado por la mitad y entregada una parte a cada mujer. Mientras una aceptó la decisión, “ni para ti ni para mí”, la otra, afligida, solicitó al rey que no matara al niño y lo tuviera la otra mujer. Salomón entregó el niño a la verdadera madre, mientras el pueblo quedaba maravillado por su sabiduría.

La estrategia de Salomón se sustenta en el amor que toda madre siente por su hijo, lo que no ocurre siempre. Además, tenía otra debilidad, el relato dice que no descubrió cuál de ellas mentía, siendo posible que ambas mintieran, y con su decisión haber matado al niño. Por ejemplo, que el niño fuese robado y lo estuviesen compartiendo las rameras hasta que una lo quiso en propiedad. Siendo el niño la víctima inocente, el rey pudo protegerlo entregándoselo a una tercera mujer, y observar en el tiempo el comportamiento de las supuestas madres. Epilogo, la solución de un problema no puede generar otro mayor.

Traslademos el epilogo a la actual crisis política, exponiendo metafóricamente sus analogías con el juicio de Salomón. El niño es la presidencia del Congreso; las dos fulanas, supuestas madres, son los dos diputados que se disputan la presea; el rey es la presidencia de la Republica; finalmente, la sabiduría de Salomón para tomar la mejor decisión se sustenta en la Constitución y el marco legal. Conocemos los argumentos de cada diputado, reclamando al niño, y tenemos la Constitución y las leyes para aplicar la solución, en consecuencia, pareciera sencillo determinar la titularidad del Congreso, si no fuese porque el rey decidió a cual madre entregar la presidencia, obviando la Constitución. La semana pasada escribía en la columna: “La historia nos muestra que cuando el poder esgrime un fin superior, los subordinados adecuan los medios, al margen de las consideraciones legales”.

Sorprende escuchar la hipocresía de algunos diputados que se amparan en la Constitución para justificar la diarrea de leyes aprobadas sin respaldo legal y con nocturnidad. Las promesas de campaña de que eran diferentes al gobierno anterior quedaron en el retrete. Ocho años victimizándose, denunciando la dictadura nacionalista para llegando al poder mejorarla. El exfiscal general del Estado, ministro de Defensa con Manuel Zelaya, Edmundo Orellana, actual secretario asesor en materia de Transparencia y Combate a la Corrupción, calificó de “Nuevo Pacto de Impunidad” el Decreto de Amnistía aprobado por el Congreso de acá, el oficialista, no el de allá, el exiliado. Como decía Cantinflas, estamos mal pero estamos bien. Porque antes estábamos bien pero era mentira, no como ahora que estamos mal y es verdad.

Este vodevil tiene dos alternativas plausibles. Primera, sentar a los 128 diputados titulares en sus curules y, con luz y taquígrafos, realizar la votación y que gane el mejor. Opción que perdería el rey y sus cortesanos, aunque ganase Honduras. Segunda, que la verdadera madre del niño, ceda sus derechos a la impostora para que el rey no lo termine matando, a cambio de estar cerca para vigilar su desarrollo. Implicaría integrar ambas planillas.

La sociedad va entendiendo el concepto de “política liquida”. La legitimidad del poder está en las urnas, pero su legalidad se encuentra en el respeto irrestricto por la Constitución y las leyes, que solo se cambian conforme determine su articulado. Justificar el desmadre diciendo: “y tu más”, del anterior gobierno, no soluciona los problemas, y para eso fueron elegidos por los votantes. Escudarse en la legitimidad para violentar la legalidad es propio de tiranos nunca de demócratas.

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