Tegucigalpa – Los dos gobiernos izquierdistas de la región, el del FMLN de El Salvador y el del FSLN de Nicaragua, parecen haber unificado sus coordenadas de política exterior para hacer detonar la unidad centroamericana justamente cuando la región recuerda el 192 aniversario de su independencia del imperio español.
Los gobiernos de los países vecinos, gobernados por los ex grupos guerrilleros de los años 80 y 90 y que tras cruentas guerras civiles firmaron la paz y accedieron al poder por la vía electoral, han optado por estirar al máximo sus pretensiones externas, a costa de las soberanías de las demás naciones.
El tiro de salida lo dio el sandinista Daniel Ortega, que en su enfrentamiento con Costa Rica, llegó al extremo de soltar la bomba que reclamará la provincia de Guanacaste, un territorio de más de 10,000 kilómetros, que se separó de Nicaragua en 1814 y oficializó su adhesión a territorio costarricense en 1824.
Además, Nicaragua mantiene control de la isla Calero, un humedal que Costa Rica asegura es de su propiedad y afirma es ocupada militarmente por los vecinos, lo que elevó la tensión entre los dos países.
Las tensiones fronterizas entre los dos países escalaron a tal nivel que las relaciones entre sus presidentes, Ortega de Nicaragua y Laura Chinchilla de Costa Rica son nulas y mutuamente se boicotean las cumbres en sus respectivas naciones.
Pero los problemas de la Nicaragua de Ortega no solo se concentran con Costa Rica, sino que se prolongaron más al sur, luego que las reclamaciones marítimas nicaragüenses se extendieron incluso a Panamá.
El presidente Ricardo Martinelli denunció el pasado miércoles que la Nicaragua de Ortega pretende apropiarse de “los mares territoriales panameños”, por lo que elevará el caso ante las Naciones Unidas.
«Vamos a pelear como país de forma individual o de forma conjunta porque no podemos permitir que Nicaragua, que está lejísimos de aquí, quiera coger los mares territoriales panameños», dijo Martinelli.
De hecho el presidente colombiano Juan Manuel Santos coordina con Costa Rica, Panamá y Jamaica una acción conjunta ante Naciones Unidas en la cual denunciarían las aspiraciones expansionistas de Nicaragua.
El Salvador vuelve a la carga
Mientras, el izquierdista FMLN de El Salvador, siguiendo la tradición de la derechista Arena, volvió a la carga contra Honduras en términos territoriales y esta vez su expansionismo se centró en la isla Conejo, en el golfo de Fonseca.
El presidente salvadoreño Mauricio Funes ha hecho de isla Conejo su tema favorito desde la semana pasada, justo cuando las encuestas señalan por primera vez que el candidato derechista de arena, Norman Quijano, supera en las encuestas al candidato del FMLN, el actual vicepresidente Salvador Sánchez Ceren.
Sánchez Ceren, antiguo miembro de la comandancia general del FMLN; gozó de una ventaja en las encuestas por más de un año, pero cuando los salvadoreños se aprestan a acudir a las urnas en el primer trimestre del 2014, la candidatura de la izquierda salvadoreña comienza a flaquear luego que trascendiera la oculta negociación del gobierno de Funes con las pandillas, como una rendición del Estado en donde el tema de la extorsión quedó fuera de las negociaciones y este delito es el que más está castigando a todos los salvadoreños.
El presidente Funes ha hecho de isla Conejo un tema propio de su gobierno y afirma, contrario a los hechos, que es de soberanía salvadoreña, a pesar que Honduras mantiene presencia en la misma desde tiempos inmemoriales.
Funes y su gobierno viven un fuerte desgaste interno no solo en materia de seguridad, también de transparencia y se encuentra actualmente en ciernes una ampliación de la cuenta del milenio, conocida allá como Fomilenio, en vista de la opacidad de su gobierno y el poder legislativo en cumplir con la ley de transparencia y acceso a la información pública, los encontronazos con la Sala Constitucional al no querer acatar sus fallos, entre otros problemas ligados a denuncias de presunta corrupción.
El gobierno del FMLN, en la recta final de querer retener el poder político en los comicios de febrero de 2014, busca efectos distractores que invoquen a falsos nacionalismos como mecanismo para unir al pueblo sobre imaginarios poco viables, que en este caso, sería irrespetar una sentencia limítrofe de un tribunal internacional que puso fin a un centenario diferendo limítrofe en donde la isla Conejo nunca estuvo en disputa porque es y ha sido territorio hondureño, según lo han demostrado los expertos.