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José María Palacios, un hombre con profundo sentido de justicia

Tegucigalpa.– El mundo de las leyes y la justicia está de luto en Honduras con la partida a lo ignoto del reconocido jurista y ex magistrado del Poder Judicial, José María Palacios, a quien cariñosamente se le conocía como “Chemita”, un hombre de múltiples facetas ligadas todas ellas a la honradez con que abrazó su carrera, el compromiso con la justicia y su convicción en la defensa de los derechos humanos y la democracia.

De espesa barba blanca, lentes gruesos y una sonrisa bonachona, Chemita Palacios se caracterizó por ser un maestro de maestros, pues aunque nunca ejerció la docencia en las aulas universitarias, su sabiduría, su don de gente, su humildad y su amor por la ciencia y el conocimiento le permitió forjar más de alguna buena generación de esos excelentes abogados con que cuenta Honduras.
 
Chemita Palacios no era un ser egoísta, todo lo contrario. Era una persona muy tolerante, respetuosa de las ideas de los demás y siempre tenía un libro, un consejo o una recomendación que dar a quien le solicitara apoyo.
 
Fue una persona altamente respetada y reconocida en Honduras y en América Latina, entre otras regiones.
 
La parca le sorprendió cuando se recuperaba de una operación.  Honduras, dicen los abogados consultados por Proceso Digital, perdió a “un gran jurista de su tiempo”.
 
Así lo recuerda el ex comisionado adjunto del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh), Nery Velásquez, para quien Chemita Palacios fue “un revolucionario de su tiempo, el jurista que transformó en Honduras y en América Latina el Derecho Procesal Penal y el Penal”.
 
Impulsor de grandes reformas en Honduras
 
“El país pierde a un padre de la reforma en la administración de justicia penal. Es el padre, junto al español Jesús Fernández Entralgo, del Código Procesal Penal de Honduras y luego de toda América Latina porque juntos caminaron esas reformas en la región.
 
Instituciones como el Ministerio Público y el Conadeh son parte de los muchos legados que deja el abogado Palacios”, acotó Velásquez.
 
Justamente cuando el ex agente de la desaparecida Dirección Nacional de Investigaciones (DNI), Eli Zúñiga, denunció la pus que corroía esa institución policial con secuestros, corrupción, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas de personas y otros delitos, el abogado José María Palacios fue parte de una Comisión Especial que investigó las denuncias y propuso el cierre de la DNI, el traspaso de la policía del poder militar al civil y la creación del Ministerio Público y del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos.
 
Pero su aporte a la democracia y la institucionalidad del país no se quedó ahí: fue un defensor de los derechos humanos, apoyó a los grupos campesinos en materia legal y a la gente común que necesitaba sus servicios, entre otros.
 
Por su compromiso con Honduras vivió el sabor amargo del exilio, luego del golpe de Estado de 1963 que dieron los militares.
 
Un jurista de huellas imborrables
 
“En esa época se fue a México, era un hombre de filiación liberal, un gran liberal, luego se trasladó a vivir  a El Salvador donde ejerció la profesión. Hablar de Chemita Palacios, es hablar de un maestro, de un hombre profundamente humilde que nunca fue protagónico, ni soberbio, todo lo contrario, fue una persona de bajo perfil con un profundo sentimiento humanista y amante de la justicia”, dijo Milton Jiménez Puerto,  considerado uno de sus pupilos.
 
Jiménez Puerto, ex canciller hondureño, trabajó en el bufete de Chemita Palacios y su muerte le llena de tristeza, porque considera que la parca se llevó “a un verdadero jurista en más amplio sentido de la palabra. Él era de esos juristas que ya no existen en Honduras, yo digo que se nos fue el último jurista de verdad que tenía este país”.
 
Jiménez junto a otra generación de juristas fue formado en la práctica y en el conocimiento teórico por Chemita Palacios y muchas son las anécdotas que vienen a su mente al hablar de ese profesional de derecho a quien la magistratura del Poder Judicial le llegó no por cabildeos, sino por su enorme capacidad y un reconocimiento a su trabajo.
 
Una de las anécdotas que Jiménez recuerda fue en un viaje a La Habana, Cuba, a un encuentro de juristas. Les acompaña Arístides “Tito” Mejía, a quien gusta manejar, hablar y girar su cabeza constantemente hacia atrás, en la parte donde van los pasajeros.
 
En La Habana, consiguen un auto y Tito comienza a hacer lo mismo, sin esperar que de pronto Chemita Palacios le diera un coscorrón y le dijera: ¡pórtese bien, usted cree que aquí va a manejar como en Tegucigalpa!
 
Otra característica de Chemita Palacios, recuerda Milton Jiménez, es que fue un abogado que “no cobraba por adelantado”, a él pagaban sus clientes por resultados. “Prefiero que no me paguen a que me estén fastidiando”, dice que repetía con insistencia Chemita.
 
Su frase y su verdad
 
Miguel Cálix, otro abogado y analista social, comentó que recientemente un grupo de abogados y académicos le rindió un homenaje a Chemita Palacios en la publicación de unas obras de derecho penal en honor al maestro emérito, algo que con alguna frecuencia se produce en las academias europeas, pero fue la primera vez que se realizó en Honduras.
 
“Es la primera vez que un grupo de discípulos hizo algo así, porque Chemita nunca cerró sus puertas a nadie, nunca fue mezquino y por eso la gente lo quiso tanto. Tenía un profundo sentido de justicia y fue por eso un mentor permanente”, declaró Cálix.
 
Como magistrado—recuerda—fue un hombre muy destacado. Llega ahí por méritos propios, es un ejemplo que para ser magistrado no se necesita ser funcionario judicial, sino tener un profundo sentido de justicia.
 
Sus amigos, dice Cálix, cuentan que Chemita les dijo que si hubiera advertido que le iban a dar ese homenaje académico, se los hubiera boicoteado porque no le gustaban los reflectores, de ahí que la acción le tomara por sorpresa y en agradecimiento por tan noble gesto, se dio a la tarea de escribir una carta personal a cada uno de los autores de las obras para agradecerles y demostrarles que había leído sus textos.
 
En sus luchas gremiales y de otros procesos, tuvo en ciertos espacios a un compañero de lucha que otros abogados recuerdan. Se trata del también extinto abogado Ángel Valentín Aguilar, con quien también le unía una entrañable amistad.
 
Oriundo del departamento de Intibucá, José María Palacios fue magistrado en el período de 1998 al 2002.  Venía de una destacada y honorable familia de juristas.
 
Cuando asumió la magistratura en 1998, externó una frase que le inmortalizó y que hoy es tan válida como ayer y como siempre: “Estoy convencido que la verdadera independencia de los jueces está en ellos mismos, en su propia personalidad, en su dignidad, en su valor”. Ese era Chemita Palacios. Que la tierra le sea leve.
 
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