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Senderos caóticos

Por: Víctor Hugo Álvarez

Tegucigalpa.– El más reciente análisis de la realidad hondureña, realizado por la Pastoral Social Cáritas de Honduras, además de ser de los mejores hechos en los últimos tiempos en el país, refleja con claridad una de nuestras grandes preocupaciones sobre lo incierto del futuro mediato e inmediato de la nación, pues desnuda todo el quehacer de la llamada “clase política” más interesada en acumular acciones que vayan a favor de sus propios intereses que buscar el bienestar de la población.

La falta de definiciones y acciones sobre el bienestar común de los hondureños que se deduce de los discursos y comparecencias de todos los políticos, independiente del partido que sea, hace prever que caminamos hacia el caos. No hay propuestas concretas, planteamientos serios. No se abordan a profundidad  los grandes problemas del país ni sus soluciones, sino que todo es una danza de dimes y diretes alimentados por periodistas que lucen el  morbo crónico que los aqueja.

La pregunta ¿será el caos el futuro de Honduras?,  que encabeza el análisis del equipo de Cáritas es de por si la base del planteamiento que circunda en el pensamiento de aquellos que ni vivimos de la morbosidad, ni engullimos tanta palabrería que raya en lo grotesco.

No hay en el discurso de los políticos hondureños ni el más mínimo asomo de interés por leer correctamente la realidad del país y así lo señala el análisis de la Pastoral Social al afirmar que:  “Hoy en día la mayoría de los hondureños y hondureñas vivimos un tiempo de confusión: ¿Cuál será el futuro de nuestro país?,  realmente estamos poniendo los cimientos de algo nuevo o más bien estamos regresando a  la época de las montoneras, sólo que ahora las realizamos, por la televisión, la radio, los periódicos y otros medios electrónicos, con  insultos, descalificación del adversario,  discursos vacíos, llenos de falsedades y de engaños.”

Luego afirma: “Parece que  los supuestos dirigentes del país han perdido la capacidad de escuchar las distintas voces de la sociedad, de percibir que   el camino de la  ciudadanía   es totalmente distinto del que ellos  están proponiendo”.

Ahí está el quid del asunto, porque este problema no es nuevo,  se arrastra desde antes de comenzar este nuevo período republicano y en los 34 años que vivimos bajo el esquema democrático representativo y no participativo, la situación  no ha mejorado. En estas tres décadas no se ha escuchado al pueblo, se le han impuesto decisiones cual más absurdas y los ingentes problemas siguen creciendo.

 Hoy hay más pobres que ayer, los avances en el combate al analfabetismo se basan en cifras maquilladas, el desempleo campea y la falta de oportunidades para la población se ha acentuado, provocando entre lo más vulnerables un éxodo en busca de mejores horizontes y muchos en la ruta migratoria encuentran la muerte.

El espíritu de la reflexión de la Pastoral Social no está soterrado, sino que tácitamente expresado y refleja la preocupación por el futuro del país. Nos han involucrado en un sórdido debate sobre la reelección que sólo refleja las triquiñuelas de quienes impulsan quedarse por tiempo ilimitado y quienes adversan esa actitud que no van más allá de los planteamientos.  Caen en el juego de quien ostenta el poder.

Es importante preservar la alternabilidad en el poder, pero se rechazan los disentimientos no sólo en respuestas verbales, sino en acciones como la ratificación de la interpretación sobre el fallo dado en cuanto a la reelección por los miembros que integraron  la Corte Suprema de Justicia en el período anterior, el cual quedó en vigencia cuando esta semana la actual Corte expresó por unanimidad de votos que “debido a que la Sala de lo Constitucional en el pasado emitió sentencia de estricto cumplimiento, no le correspondía pronunciarse nuevamente…”

Eso debilita la institucionalidad, no la vuelve creíble ante los ojos del pueblo y la debilidad institucional fundamentada en la incredulidad de las mayorías es un caldo de cultivo muy peligroso que puede fomentar el caos hacia el cual nos encaminamos.

En el análisis de la Pastoral Social se expresa sobre la intolerancia que: “Una sociedad que quiere afianzar su democracia debe permitir a cada uno de sus miembros la posibilidad de disentir y de aceptar posturas distintas de otras personas, aún en temas sensibles, controversiales y trascendentes…”

No aprenden nuestros políticos, se tornan analfabetos por decisión al no leer las realidades que vive el pueblo. Ellos le dan la espalda a eso, improvisan nuevos escenarios maquillados con discursos perfumados y la defensa chillona y monótona de sus propios intereses. Caminan por senderos resbaladizos y pueden perder el equilibrio.

El análisis de la Pastoral Social enciende las alertas y llama a la  reflexión.  Es necesario discernir y actuar con la prudencia y buscando las soluciones correctas, pero esa en nuestra voz, no la de aquellos que su propio chicharreo los torna sordos.

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