Cinismo e indignación

Por: Thelma Mejía
Tegucigalpa. No deja de indignar lo que pasa en nuestro sistema de justicia. No ha tomado posesión la nueva Corte Suprema de Justicia cuando la que está por salir—en especial el Consejo de la Judicatura y la Carrera Judicial—reparte puestos a diestra y siniestra, sin avergonzarse siquiera que uno de sus concejales enfrente la justicia por delitos de abuso de autoridad y tráfico de influencias para favorecer presuntamente a familiares.

El juicio contra el concejal Teodoro Bonilla no es una noticia cualquiera, como tampoco lo ha sido el juego de poderes que se ha desnudado en torno a la próxima Corte Suprema de Justicia por asumir. Una Corte que llega cuestionada desde su nacimiento, con más sombras que luces pero con el enorme desafío de responder a las expectativas de sed de justicia que demanda la Nación.
Las últimas acciones del Consejo de la Judicatura y todo el barullo que precede a los nuevos 15 magistrados del Poder Judicial—que al momento de este artículo no terminan de salir electos y tampoco han sido juramentados– solo evidencia el colapso en que está cayendo la institucionalidad del Poder Judicial.
El Poder Judicial según el último sondeo de opinión de los jesuitas, se encuentra dentro de las siete instituciones del Estado de Honduras, entre ellos los tres poderes, que presenta una vertiginosa caída en confianza y credibilidad. En vez de repuntar medianamente en sus esfuerzos de fortalecimiento institucional, la tendencia es a un declive preocupante.
No creo que nadie desee el fracaso del Estado ni el de sus instituciones, pero bajo esta premisa no puede tolerarse que quienes están acostumbrados a torcer la ley y el orden a su favor, quieran seguir con el mismo orden de cosas.
Acostumbrados a ver “su País” a su manera, menosprecian el “otro País” que por más de seis años vienen registrando no solo las encuestas de los jesuitas, sino que también otros sondeos de opinión, a tal grado que no es casual que esa Honduras esté convocando hoy por hoy a tres figuras internacionales para monitorear nuestro país como es la MACCIH, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos y la Comisión del Plan Alianza para la Prosperidad de Estados Unidos. Ellos parecen ver el País que nuestras elites se resisten a aceptar.
Por eso indigna que con la mayor tranquilidad el Consejo de la Judicatura reparta puestos de trabajo a parientes, amigos e hijastros sin que muchos de ellos llenen los requisitos por ley. Indigna que digan que son “reconocimientos al mérito” y que si hay algún error habrá que corregir.
Mientras la información no salió a la opinión pública los favorecidos hicieron suyas las palabras del ex presidente Lobo Sosa: calladitos se ven más bonitos. Luego del trueno, Jesús María, hicieron dos correcciones para tapar el ojo al macho pero dejan casi firme sus otros nombramientos, más de un centenar en 19 días según fuentes judiciales.
A la indignación, se suma el cinismo. Ese con el cual quieren arreglar la situación al concejal Teodoro Bonilla, en un afán por disminuir una ejemplar lección de querer adecentar la justicia que dio el magistrado Raúl Henríquez Interiano, en s condición de juez natural, y uno de los pocos togados en la Corte Suprema que se va, que se fajó cuando el golpe institucional a la Sala Constitucional, denunció atropellos en la Corte de Justicia y no tuvo reparos en acelerar los casos de extradición que llegaron a sus manos, mientras otros evadían el bulto. Eso es lo que he sabido, pues no le conozco. Tal vez le pida una entrevista ahora que se va para despejar dudas sobre esta nuestra injusta a veces justicia.
Henríquez incluso se recusó ahora de conocer el caso con argumentos muy sólidos y legales, evidenciando así que no se prestaría a ser changoneta de nadie, pero no creo que ese gesto de dignidad le interese a muchos de los otros magistrados por vacar. Ellos no quieren cerrar su salida con decoro, sino con “reconocimientos al mérito”.
Ese sabor con que se está despidiendo el poder judicial es muy áspero y hasta grotesco. La nueva Corte Suprema de Justicia ojalá pueda hacer a un lado la obscura sombra que le precede, se reivindica y nos haga creer—que aunque fue electa por sepa que juegos de poder—sus sentencias nos indiquen que se acabó en Honduras la justicia de los pies descalzos. Soñar no cuesta nada y en este mes de la amistad, es mi deseo soñar.
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