Por Alberto García Marrder, desde Madrid
Para Proceso Digital, La Tribuna y El País de Honduras
Para la historia, la cumbre de Alaska quedará registrada como la rendición del presidente estadounidense, Donald Trump, a las pretensiones del líder ruso, Vladimir Putin, sobre el conflicto de Ucrania y a muchas más
Ya daba mala espina cuando Putin fue recibido en el aeropuerto de una base aérea americana con una alfombra roja, destacamentos militares y, aún peor, con aplausos de Trump.
No hay que olvidar que Putin está considerado como un criminal de guerra por el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya y es el agresor de la invasión rusa de Ucrania de hace casi tres años. Y que ahora quiere que se le reconozca los territorios ocupados del este de Ucrania como rusos.
Por supuesto que no hubo un acuerdo, pero ya se sabe un ganador: el pequeñito que supo seducir al grandote de corbata roja con palabra de adulación (cosa que le encanta al americano).
Trump no se trajo de la cumbre un cese al fuego en Ucrania como había prometido y ahora repite los argumentos de Putin de que antes es necesario un amplio acuerdo de paz, que incluya las viejas pretensiones rusas de una Ucrania desmilitarizada y que se olvide de sus aspiraciones de entrar a la Alianza Atlántica (OTAN).
En resumidas cuentas, Donald, te han tomado el pelo. Solo falta ver a los funcionarios del Kremlin de lo contentos que están. Putin no puede acceder a un cese al fuego en Ucrania, necesita más tiempo para reforzar los territorios ya ocupados.
Y en lo personal, Putin necesita una imagen de líder mundial que ya se la ha dado Trump.
Trump, cuando tiene un fallo, siempre busca a otro para echarle la culpa. Y este será el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, por negarse a ceder terreno a Rusia.
En 1986, el ex presidente norteamericano Ronald Reagan, supo defender a su país- y a Europa- en su cumbre con el líder soviético, Mijaíl Gorbachov, en Islandia.
Lo de ahora entre Trump y Putin ha sido de risa… o de vergüenza.