Tegucigalpa – Ahtzic Vinac Mayorga Hernández es un hondureño de 37 años que por un lado decidió dejar a dos de sus hijos en La Ceiba para poder buscar a otros dos que viajaron ilegalmente a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida.
– Mayorga tiene a su esposa y dos hijos en Honduras, pero viajó irregularmente a EEUU para encontrarse con dos de sus hijos mayores que viven con su excompañera de hogar.
– Nunca fue una opción para Mayorga regresar deportado a Honduras porque dejó su trabajo y adquirió cuantiosas deudas que ahora deberá pagar.
Su nombre, de descendencia maya, significa “Gran Jefe Sabio”, y aunque resulte difícil de pronunciar, era más complejo lo que le esperaba en su trayecto al país del norte.
Este migrante hondureño tuvo dos hijos con su primer matrimonio: Chelsea Leonela (11) y Ahtzic David Mayorga Martínez (16), ambos residen con la madre en La Florida, en tanto sus restantes vástagos Joshua Vinac Mayorga Guzmán (6) y Óscar David Andino Guzmán (16) viven con su compañera de hogar Sheila Marbella Guzmán Figueroa en la Residencial Vistas de Satuyé en La Ceiba.
Recordó que en 2019 fue a solicitar la visa a la Embajada de EEUU en Tegucigalpa, pero no tuvo la aprobación y el documento le fue denegado. Mayorga quería ir legalmente al país del norte a visitar a dos hijos que viajaron con su primera esposa hace cuatro años.
Fue así que el ceibeño decidió emprender la ruta migratoria el 14 de marzo de 2021 con el afán de volver a abrazar a sus hijos y lograr un mejor futuro para los otros que dejó en Honduras.
El entrevistado tiene su esposa en La Ceiba, con quien procreó dos hijos, uno de ellos biológico y otro de crianza, pero ambos son su vida, contó.
“Me vine solo porque siempre me dijeron que el camino es riesgoso, por eso me vine a probar yo primero y luego pensar en la posibilidad de traer a mis restantes familiares en Honduras”, narró.
Pagó 9 mil dólares -unos 216 mil lempiras- para viajar con un “coyote” (traficante de personas) hacia Estados Unidos. “El trato era pagar 4 mil dólares al llegar a Reynosa y 5 mil estando en Houston”, agregó.
Viaje peligroso
El catracho manifestó que aunque sabía a lo que se enfrentaría en el trayecto, nunca pensó que sería tan cruel e inhumano.
Recordó que en todo el trayecto por México no tuvo la oportunidad de dormir en una cama, siempre lo hizo en el suelo o estructuras improvisadas.
Todo se complicó cuando llegó a Reynosa, estado de Tamaulipas, en México, donde fueron detenidos en una bodega en la que aguardaban para continuar la travesía. “Aquí empezó lo duro, nos trataron mal y recibimos tratos denigrantes. Estuvimos como secuestrados, pese a que estábamos en poder de las autoridades mexicanas”, ahondó.
Cinco días después fueron retornados a Tampico, siempre en Tamaulipas. Aquí el grupo de migrantes de varias nacionalidades no sabían cuál sería su futuro porque inicialmente les dijeron que serían deportados a sus países de origen.
“Nos soltaron y nos dejaron en Villahermosa (Tabasco), nos dieron un permiso para permanecer en México por los próximos 15 días. Sentimos miedo porque en esa zona hay mucha presencia de carteles de la droga, nos arrojaron a la calle. Fue ahí que algunos decidieron por su cuenta volver a sus países, otros no teníamos más opción que volver a intentar la ruta migratoria”, refirió.
Recuerdo que 30 compatriotas hondureños -prosiguió su relato- decidieron regresar al país, pero otros 25 nos fuimos de nuevo para arriba, contactamos a los respectivos coyotes que habíamos contratado y así volvimos a emprender el camino.
Posteriormente, volvió a llegar a Reynosa, a la misma bodega donde esperan luz verde para seguir hacia el norte del continente. “Nos volvieron a caer, pero no nos dormimos y huimos a una milpa, ahí nos escondimos, tuvimos que tirarnos al suelo por más de medio día para que no nos miraran. Cuando las cosas se calmaron nos colocaron en otra bodega. Tuve la suerte que rápido me mandaron para el otro lado (McAllen, Texas), gracias a Dios no pasé nada grave en esa cruzada y logramos llegar con un grupo de dos mujeres y cinco varones”, narró.
Sin embargo, la travesía no había terminado para Mayorga Hernández. Por siete días estuvieron caminando rodeando el “check point” a la espera del “levantón” que así se le conoce a los que llegan a recogerlos del otro lado.
Relató que fueron extensas noches acentuadas por las lágrimas, donde los recuerdos retumbaban en su mente y lo hacían mucho más vulnerable.
Recordó que lo peor lo vivió en su paso por Reynosa, conocido también como el purgatorio de los migrantes, donde tuvo que cruzar partes desérticas por varios días bajo el sobrevuelo de drones cazamigrantes. “Bebimos agua sucia para coger energías, pero había que hacerlo”, dijo.
Caviló que nunca fue una opción retornar deportado a Honduras, ya que había renunciado a su trabajo y adquirido cuantiosas deudas para financiar el viaje. “Yo hablaba con mi pareja en Honduras y le decía que si no podía pasar me iba a quedar trabajando en México para enviarle dinero para que pagara algunos compromisos adquiridos desde que salí del país”, indicó.
Fue el 9 de mayo que finalmente tocó suelo americano, exactamente dos meses después de salir de Honduras. Le tocó trabajar tres semanas en una planta eléctrica en Austin, Texas, para poder desplazarse hacia Florida.
Reunificación familiar
Asistió que las precarias condiciones del país lo orillaron a tomar la decisión de abandonar su tierra, quizás para siempre.
Reveló que las razones por las que abandonó Honduras fueron: una, porque quería ver a sus dos hijos que viven en Fort Lauderdale (Florida), y lo otro, para darles una mejor vida a los que dejó en La Ceiba.
Agradeció el apoyo de su expareja por haberle tendido una mano para poder llegar a Estados Unidos y cumplir el sueño de volver abrazar a sus hijos.
“Ella me vino a traer a Houston y me llevó a Florida que son 16 horas de camino. Ella vino con unas amistades a recogerme y poder planificar el encuentro con mis hijos que hasta ese momento no sabían que yo había llegado a este país”, expresó.
Recién la semana pasada, Ahtzic Vinac llegó a Fort Lauderdale para poder finalmente reunirse con Chelsea y David. La cita fue en un parque de la ciudad, hasta donde llegó su excompañera de hogar en compañía de los niños sin saber lo que sucedería.
“Me escondí en un carro en el que me llevaron unos familiares. Cuando los vi llegar al parque les hice una video llamada y les dije que se separaran de la mamá. En otro extremo del parque unos familiares estaban grabando el encuentro. Me bajé del carro y caminé hacia ellos, cuando estábamos cerca les levanté los brazos y corrí a abrazarlos, fue un momento indescriptible que marcó mi vida”, describió el hondureño.
Prosiguió: “Al verme ellos, el varón se quedó sorprendido y la niña se agarró la cara y comenzó a llorar. Corrí hacia ellos, los abracé y lloramos juntos los tres”.
Trabajar duro ocho años
Develó que planea trabajar fuerte para poder mandar a traer legalmente a sus dos hijos y su esposa con el afán de tener toda su familia completa en EEUU.
Externó que no permitirá que su familia en Honduras corra su misma suerte al emprender la ruta migratoria, por lo que solicitará la visa para que lo puedan visitar de forma legal.
“Yo no planeo quedarme en Estados Unidos, la verdad que yo amo mi tierra, sin embargo también sé que las condiciones son difíciles en mi país. Yo tengo un plan de ocho años, trabajaé duro aquí para cancelar deudas y reunir un patrimonio para regresar”, estimó.
Definió como “una dura experiencia” haber tomado la decisión de viajar irregularmente a EEUU, al grado de asegurar que si le tocara volver a tomar una decisión no lo volvería a hacer.
Preguntado sobre si aconsejaría a sus compatriotas emprender la ruta migratoria para buscar mejores condiciones de vida, respondió: “Es bien difícil porque a pesar de lo que yo les diga cada quien va a tomar su decisión. El que decide venirse y viene indeciso al final se termina regresando, pero los que tienen la convicción que tienen que pasar para ellos no es una opción regresar al país, al final terminarán sufriendo, pero lograrán el objetivo. Sin duda el mejor escenario es pedir visa y venir legal”, reflexionó.
Se despidió afirmando: “Yo vine acá por un propósito, luchar para tener a mi familia junta nuevamente. Llegué y me reencontré con mis hijos que tenía años de no verlos y ahora tengo a dos del otro lado (en Honduras), pero tengo a fe en Dios que pronto vamos a estar juntos de nuevo”.
El catracho con nombre Maya cortó la conversación telefónica porque al día siguiente comenzaba su nuevo trabajo en Fort Lauderdale. “Te dejo y ojalá mi historia sirva para algo”, se despidió.
JS