El alto cargo advirtió de que, además, es hora de que el país mida la efectividad de dicha estrategia con el costo político que ha tenido para que el Congreso estadounidense lo haya mantenido vigente.
«El costo para la dignidad del país es demasiado grande», afirmó Santos, quien no descartó que su postura sea opuesta a la del presidente Álvaro Uribe y el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, que hace poco viajó a Washington en gestiones de cabildeo para el citado programa de ayuda.
«Un pequeño sector político que ha dominado con una imagen negativa la visión de Colombia en el Congreso (de EE.UU.) nos pide sometimiento silencioso al atropello e inclinación reverencial o, si no, amenazan con no dar el Plan Colombia», comentó el vicepresidente.
«El trato que hemos recibido por parte de sectores de la sociedad civil estadounidense y por parte de sectores del Parlamento de ese país es injusto con Colombia. Y le voy a decir algo más: es indigno», sostuvo Santos, para quien ha llegado el momento de que Bogotá «evolucione» en sus relaciones con Washington.
Esa evolución, a su juicio, implica el diseño de una política distinta en la que el Plan Colombia ya no esté y que lleve a que Colombia y Estados Unidos sean aliados de intereses, objetivos y valores comunes, sin la actual asimetría.
En este contexto, Santos restó importancia a los efectos de un posible fin del Plan Colombia en la lucha contra las drogas, al advertir de que la tercera parte de la asignación económica estadounidense «se va para los operadores».
De los 400 millones de dólares que quedan, gran parte de una mitad «se gasta en gasolina y transporte», y la otra va a proyectos sociales que pueden ser asumidos por el país, sostuvo el vicepresidente, para quien la erradicación de los cultivos ilegales se financia con recursos nacionales.