Una semilla al viento

Por: Otto Martín Wolf

Imagine un cocotero en la costa africana hace cinco mil años.

De todas las semillas que produjo durante su existencia, sólo algunas pocas lograron llegar a la playa y menos aún alcanzaron el mar.

Los demás, sus “hermanos” fueron devorados o terminaron pudriéndose.

Quizá a lo largo del tiempo, algunos pocos flotando durante años cruzaron el Atlántico y lograron llegar a América.
Y menos aún encontraron tierra fértil donde germinar.

Con el paso de los milenios las costas caribeñas se llenaron de cocoteros, descendientes todos de aquél que, sin saber cuál sería el destino final, lanzó sus hijos al mar.

Y usted? Hace doscientas o más generaciones, qué podrían imaginar sus antepasados que alguna vez usted nacería y sería quien es.

Sabemos ahora -gracias al DNA y a la ciencia- que todos venimos de un antepasado común, alguien en África y, gracias a la arqueología y a la ciencia, conocemos la mayor parte de su historia.

Pero así, al azar, fue como la tierra se pobló de animales y plantas, millones de especies, cada una adaptándose al ambiente donde se logró establecer, todos cumpliendo la misión básica de reproducirse, pero ignorando el destino final de los descendientes.

Pensemos ahora que quizá “hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana” de alguna manera alguna especie -inteligente o no- lanzó al espacio los elementos básicos de la vida.

Durante eones, incrustados en meteoritos, asteroides, cometas u otro tipo de viajero espacial, lograron sobrevivir.

Algunos fueron condenados a vagar por toda la eternidad en el infinito del tiempo y el espacio, otros fueron atraídos por estrellas incinerándose en cuanto se acercaron demasiado.

Muchos -quizá- cayeron en planetas sin capacidad para sustentar vida y otros, los afortunados, unos pocos, alcanzaron lugares fértiles, como nuestro planeta.

También, con los años, los ingredientes de la vida se adaptaron al medio ambiente y de ahí, con el elemento básico para todo que es el tiempo, mucho tiempo, algunos de esos antepasados nuestros se convirtieron en plantas y otros en animales.

El proceso de evolución continuó hasta llegar a nosotros, que también lo seguiremos haciendo mientras existamos.

Habrá sido intencional que esos antepasados extraterrestres enviaron al espacio los elementos de la vida? O sólo obedeciendo al mandato de conservar la especie? Nunca lo sabremos.

Pero la vida tiene una capacidad enorme para progresar aún en las circunstancias más adversas, aprovechando la menor oportunidad para florecer en todo su esplendor.

Nosotros -y todos los seres vivos con los que compartimos la Tierra- tenemos como principal o única misión conservar la especie.

Posiblemente en el futuro y siguiendo ese mandato, enviemos al espacio millones de pequeñas naves espaciales, quizá no mayores que una pelota de golf, con los elementos básicos de la vida.

Igual que los hijos de ese cocotero, viajarán enormes distancias durante mucho tiempo. La mayoría se perderá en el vacío y unos pocos, quizá encontrarán un ambiente benigno donde seguirán la orden genética de reproducirse.

Cómo serán? Porqué rumbos distintos les llevarán la evolución y el medio ambiente? En qué se convertirán? Compartirán vez la inquietud nuestra de saber su origen?

Lanzarán su semilla al espacio como quizá muy pronto lo haremos nosotros?

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