Vladimir Lennin, el filósofo, político y economista fundador del estado sovietico, escribió una obra muy lúcida que provocó gran revuelo entre los miembros de su partido político -el Obrero Socialdemócrata Ruso- allá por 1904, cuando el sueño revolucionario comenzaba a germinar en su vasto país.
El título del libro es de por sí sugestivo: “Un paso adelante, dos pasos atrás” y forja en la mente del lector, la necesidad retroceder un poco, cuando se tiene un proyecto, para tener una mejor perspectiva de las cosas y asi no caer en los errores que provocan las prisas e irreflexión. Lennin lo drecribió con elegancia y brillo al nomás iniciar su obra:
“En toda lucha larga, tenaz y apasionada, comienzan a diseñarse generalmente, al cabo de cierto tiempo, los puntos de divergencia centrales, básicos, de cuya solución depende el desenlace definitivo de la campaña y, en comparación con los cuales, pasan cada vez más a segundo plano todos y toda clase de pequeños y mezquinos episodios de la lucha.”
He decidido utilizar el sugerente título y el párrafo inicial de Lennin, para hacer una extrapolación que espero no sea forzada, sobre el presupuesto aprobado la semana antepasada. Me dediqué a leerlo con cuidado esta Semana Santa y quisiera poner aquí alguna valoración que, espero sea de interés de quienes leen.
¿Quién puede dudar que Honduras requiere un golpe fuerte de timón? No solo se precibe en la actitud de la población, en el color desolado del paisaje, otrora verde y fresco, ahora yermo y erosionado; en la suciedad de las calles urbanas y la desolación del campo, no. También está rigurosamente expuesta en las cifras de pobreza, desigualdad de ingresos, incidencia de enfermedades prevenibles, indicadores de calidad y cobertura educativa. ¡Nada de lo que vemos en las calles o examinamos con rigor en las aulas nos hace dudar de la necesidad de hacer algo.
Me dijeron por ahí que muchos miembros del Partido Nacional e incluso Liberales aplaudieron cuando dije en un medio de comunicación capitalino, que parece inentendible que la Minstra Moncada declarara primero al país en banca rota y despues aprobara un presupuesto escandinavo.
Quizá me faltó agregar que, en efecto, esa “banca rota estatal” que no es un eufemismo, existe sí, debido principalmente a los cien años de ingobernanza en que nos sumieron esos dos partidos, culpables ambos de la mayoría de nuestras desgracias e impulsadores del hartazgo que llevó a los votantes a decidirse por la alternativa “refundacional”
Pienso, al examinar las partidas, que el gobierno de la señora Castro está haciendo una apuesta por un cambio, por ese necesario golpe de timón. Y nos quedó totalmente claro en la forma sui géneris de estructurarlo.
La sorpresiva aprobación de un presupuesto tan disimil a los anteriores; absurdamente incrementales y sosos, los mecanismos de financiamiento que priman la monetización de las Reservas Internacionales del BCH y la transferencia monetaria a la Tesorería de inmensas cantidades de recursos para financiar programas como la reconstrucción y puesta en marcha de las escuelas y centros de salud, carreteras y la resurgida Red Solidaria, deján la certeza de que, en efecto, se busca marcar nuevas tendencias, provocar un cambio en el paradigma del consenso de Washington, hasta ahora tan mal ensayado.
Por supuesto que conlleva riesgos; muchos y marcados. No es Honduras el primer país que se embarca en un proyecto como este y debo decir que prácticamente todos los que lo han hecho antes, fracasaron de manera estrepitosa, ahoora y hace 70 años: Velazco en Perú, Díaz Ordaz en México, Allende en Chile, todos los últimos en Argentina y para qué hablar de Maduro.
Pareciera que estamos dando dos pasos atrás, como sugería Lennin. Ojalá que Honduras demuestre que sí se puede hacer, pese a las duras lecciones que dejó el pasado en tantos países cercanos. Vale la pena, en este caso, el beneficio de la duda, pero se me ocurre que pudiera considerarse algunos elementos clave.
La Ley de Visión de País y Plan de Nación, por ejemplo, fue un proceso iniciado en el gobierno de Manuel Zelaya y aunque Lobo la aprobó e intentó poner en marcha, nunca se le dio en los últimos 12 años, la seriedad y reflexión debiidas. Podría ser que su paradigma central: la participación ciudadana con visión territorial, sean los instrumentos que el experimento de Castro Sarmiento necesiten para culminar con éxito su apuesta. Valdría la pena probar, ya que nos hemos puesto innnovadores. Una visión así ayudará sin duda a evitar caer en la tentación de la corrupción y prodigalidad.