Por: Luis Cosenza Jiménez
Tal como lo vaticinaban las encuestas, el FMLN triunfó en las elecciones presidenciales en El Salvador.
La única sorpresa fue que el holgado margen que le otorgaban los encuestadores se esfumó y al final ganó por un puñado de votos.
La reñida competencia ha llevado a que Arena, y muchos salvadoreños cuestionen el resultado y a que presenten recursos ante la Corte Suprema de Justicia.
A pesar de esto, me parece muy poco probable que el resultado cambie. Por tanto, habrá que entender que ahora El Salvador será gobernado por el ala dogmática y dura del FMLN.
El Frente ganó, pero ¿qué espera ahora a El Salvador? A mi juicio, la deteriorada economía salvadoreña sufrirá aún más. Permítanme explicar por qué.
Según cifras del Banco Central de Reservas de El Salvador, desde el 2008 el vecino país se convirtió en un exportador neto de capital.
Desde entonces, el flujo anual neto saliendo de El Salvador ha sido en promedio de unos $ 1,100 millones.
Ese año coincide con la crisis financiera internacional, pero también con la inminente llegada del FMLN al poder.
Ya en el 2012 ingresaron al país $1,927 millones y salieron $3,055 millones. En el 2013 la inversión extranjera directa en El Salvador fue la más baja de la región, alcanzando tan solo $287 millones, mientras que en Costa Rica y Honduras fue de $1,674 millones y $712 millones, respectivamente.
En pocas palabras, ni nacionales, ni extranjeros, invierten en El Salvador. Como no hay inversión, no hay nuevos empleos, ni crecimiento económico, por lo que la economía y los ingresos se han estancado.
La pobreza no se ha reducido, y de no ser por la migración y las remesas la situación sería inmanejable.
Los empresarios salvadoreños arguyen que no invierten debido a la incertidumbre política, a la inseguridad y delincuencia, y al bajo crecimiento económico.
No invierten, en parte, porque la economía crece lentamente y por tanto no hay demanda para sus productos, y al no invertir aseguran que la economía crecerá lentamente.
Un círculo vicioso y destructivo.
La incertidumbre política se torna en incertidumbre económica y los inversionistas dudan de la permanencia y el respeto a las reglas del juego de la libre empresa.
Recuerde, estimada lectora, que el año pasado el Presidente de Chile visitó El Salvador y presentó los logros económicos, muy positivos, del modelo chileno.
Consultados en aquel entonces los directivos del FMLN sobre el tema, fueron contundentes al afirmar que su modelo no era Chile, sino que Venezuela.
Ante tal desfachatez, resulta perfectamente entendible que los inversionistas salvadoreños inviertan copiosamente en otros países del continente, y muy frugalmente en El Salvador.
Como he señalado antes, eso ocurre desde 2008 y ciertamente continuará, posiblemente con renovados bríos, ahora que el poder está en manos del grupo dogmático del FMLN.
Frente a la escasa inversión privada, la Administración Funes le apostó a una segunda donación de la Cuenta del Milenio por un monto de $277 millones que serían utilizados para el desarrollo turístico de la zona del Pacífico.
A diferencia de Honduras, El Salvador es elegible para donaciones de dicha Cuenta y claramente que políticamente habría sido un éxito obtener y utilizar los recursos.
Sin embargo, a pesar de que la donación fue aprobada, su desembolso fue supeditado a que se cumpliera con un conjunto de condiciones, entre ellas que se mejorara el clima para la inversión privada.
La Administración Funes llegará a su final sin haber podido cumplir con las condiciones. Tocará ahora al nuevo gobierno cumplirlas. Dado el dogmatismo de la cúpula del Frente, y su obsesión con el fracasado modelo venezolano, parece muy poco probable que logren cumplir las condiciones para el desembolso de la donación.
En pocas palabras, es razonable suponer que habrá muy poca inversión, privada o pública.
El panorama resulta aún más complicado si se tiene en cuenta que la situación macroeconómica del país es insostenible.
El déficit fiscal obligará a tratar de continuar endeudando al país, a pesar de que la deuda ya está alcanzando niveles insostenibles.
Por otro lado, la aprobación de nuevo endeudamiento requiere de mayoría calificada en la Asamblea Legislativa, cosa que será muy difícil lograr por la polarización que reina en el país.
Como la dolarización impide que el Banco Central de Reservas pueda imprimir dinero para financiar el gobierno, algunos suponen que el gobierno podría intentar eliminar la dolarización (cosa que en Ecuador Correa ni siquiera ha amenazado con hacer dado el alto costo económico y político que tendría).
Otros piensan que en lugar de desdolarizar, el gobierno buscará apropiarse del control de las pensiones de los trabajadores. Cualquiera de estas medidas será vista como un acto desesperado y tendrá serias y negativas repercusiones sociales, económicas y políticas.
En resumen, la situación es muy complicada y poco promisoria. Habrá quienes piensen que la ayuda de Venezuela curará todos los males, pero la realidad es que El Salvador ha venido recibiendo apoyo venezolano durante toda la Administración Funes, sin que eso haya marcado una diferencia en la economía.
Dada la situación actual imperante en Venezuela, lo más probable es que tenga que reducir su apoyo al gobierno de El Salvador.
También habrá quienes piensen que el triunfo del FMLN beneficiará a Honduras debido a que los capitales salvadoreños vendrán acá.
Sin embargo, debe recordarse que eso ya ha venido ocurriendo desde hace años. Por otro lado, las economías más sanas de la región son la de Guatemala y la de Nicaragua. Además, el horizonte de los inversionistas se extiende allende de Centro América.
Recientemente leí que el Grupo Roble había decidido invertir $70 millones en un hotel en República Dominicana.
Por el contrario, el riesgo para nosotros es que el grupo dogmático que ahora controlará el gobierno de El Salvador sucumba ante la tentación de revivir los temas fronterizos, o de intervenir en nuestra política interna. Si eso llegara a ocurrir, la inversión privada en nuestro país seguramente se vería afectada.
Visto así, el triunfo del Frente podría terminar siendo un dolor de cabeza para nosotros.