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Tigre agazapado, dragón escondido

Julio Raudales

Ahora que parece estar de moda, vale la pena estudiar el caso chino. Aunque su historia ha sido veleidosa, nadie puede desconocer su provecto legado milenario. La diferencia entre sus ciclos de riqueza y sus etapas de miseria es y ha sido siempre, qué tan dispuestos están sus líderes para abrirse al comercio y cómo han organizado su sociedad para alcanzar sus metas.

Reza la anécdota que en 1971, cuando la República Popular China y los Estados Unidos decidieron acercarse, luego de la nefasta “Revolución Cultural” de Mao Zedong, hubo en Pekín una reunión secreta entre los cancilleres Henry Kissinger y Zhou Enlai, en la que el secretario de estado americano le preguntó al ministro chino su opinión acerca del impacto que la revolución francesa ha teniido en el desarrollo de la humanidad, éste relajado y con voz reflexiva contestó: “no lo sé, es muy pronto para saberlo”. Esa es y ha sido siempre la actitud oriental. Por eso saben llegar lejos.

China es sin duda un milagro económico de nuestro tiempo, pero no es la primera vez que hace tal proeza: entre los siglos VIII y XIII de nuestra era, el imperio del dragón escondido era el mas próspero del planeta. Sin embargo, con la llegada de la dinastía Ming, sus instituciones comerciales y la actitud para buscar riquezas comenzaron a declinar. Los emperadores Ming perdieron el interés por mantener sus vínculos de intercambio con Europa, Arabia, África y la India y de hecho, desmantelaron la flota de mas de treinta mil barcos que surcaban el océano Índico en busca de rutas comerciales.

Este cierre de la economía china, coincide perfectamente con la decadencia intelectual y material de esa nación que pasó de ser el país mas rico del mundo a fines del siglo XIII, a uno de los mas pobres mediando el siglo XX. Luego, a partir de 1978, bajo el liderazgo de Den Siao Ping, la situación de miseria que habían generado siglos de aislamiento, se revirtió y de ahí ya conocemos la historia: un cremcimiento promedio del 12.5% anual durante 40 años que logró sacar de la pobreza a mas del 60% de su población.

Pero el milagro que genera la apertura comercial y las políticas económicas sanas no solamente han beneficiado al gran dragón; también Corea del Sur, Japón, Taiwán, la India, Malasia, Vietnán, Singapur y otros “tigres orientales” que antes estaban agazapados y han surgido de la nada en unas cuantas décadas. ¿Cómo lo han logrado? Pues, abriendo sus economías al comercio y la inversión, alejando sus políticas de los viejos atavismos estatistas.

A contrario sensu, los occidentales, especialmente los latinoamericanos, somos mas dados a pensar en el corto plazo, en las salidas rápidas y fáciles; en los saumerios políticos milagrosos, plagados de mesías generosos con discursos delirantes. Mañana siempre está muy lejos y el afán del día a día es la única manera de vivir. Por ello nuestra baja propensión al ahorro y nuestra miseria ancestral.

Los latinos, con honrosas excepciones, estamos a costumbrados a esperar que la prosperidad nos sea regalada por Dios o por los extranjeros, de ahí que cuando vienen las desgracias, solemos culpar de ella a la providencia o al “imperio” mas cercano.

Asi que no es de extrañar que, en este último debate en que nos metió la presidenta con mas premura que inteligencia, los opinólogos de un lado y otro, concentren sus argumentos en cuanta ayuda nos vendrá del dragón escondido o del tigre agazapado y de lo que nos quitarán los norteamericanos y taiwaneses en su enojo, sin meditar de forma responsable, en la responsabilidad que estamos adquiriendo y los retos a vencer ahora que tenemos puerta abierta a la prosperidad que nos traen el comercio y la inversión.

La economía hondureña no puede tener mayores oportunidades. Tenemos relaciones polìticas y comerciales con todas las potencias del planeta: acuerdos de libre comercio con los tres países de America del Norte, con la Unión Europea, con 7 de los 10 estados sudamericanos, además de posibilidades de asociación con Japón, la India, Corea del Sur, Rusia, el Reino Unido y ahora tambien con China.

¿Qué nos falta entonces? ¡Pues casi nada! lo que nos ha faltado siempre, deseo, convición y actitud para salir adelante por nosotros mismos, con ahorro, disciplina fiscal y monetaria, honestidad y trabajo. No será gracias a China que saldremos adelante, como tampoco ha sido por culpa de Estados Unidos que estamos en la pobreza. Solo si entendemos que la respuesta está en nosotros abriremos al mundo la puerta de la prosperidad. ¡Amén!

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