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¿Sobrevivirá a las reformas políticas el Partido Liberal?

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Tegucigalpa.- La aprobación de las reformas políticas al artículo 5 y 213 constitucional, que abre la posibilidad de consultar “cualquier cosa”, incluyendo los artículos pétreos, según el espíritu del legislador, no solo abre posibilidades de avances y retrocesos para Honduras, también impone nuevas reglas al sistema político hondureño, entre ellas al bipartidismo y al ya maltrecho Partido Liberal de Honduras.
 

La posición de los liberales al momento de aprobar el debate fue evidente en cuanto a no tener claro una visión partidaria de largo plazo, predominaron el sectarismo, las pugnas internas, los protagonismos personales y aspiraciones presidenciales, al igual que el oportunismo de los que bajo discursos populistas hablan de una “refundación” del país sin tener claros los términos y alcances de ese concepto, muy pegajoso y de moda en los últimos meses.


Bajo este discurso de populismo disfrazado de “democracia participativa” han caído incluso aquellos nacionalistas que gustan ubicarse como “reformadores” pero no tienen claro aún la ideología partidaria ni la diferencia entre el centro, la derecha y la izquierda. Algunos partidos minoritarios, con la excepción del PINU, optan por zambullirse también en la música política de cambio “sin que nada cambie”.

En el caso del Partido Liberal, los retos son enormes, no solo tiene el desafío de buscar una unidad, sino que también de “retener”, lo que hasta ahora ha logrado en la repartición de las instituciones públicas. Nunca como ahora, el Ministerio Público y la Corte Suprema de Justicia corren el riesgo de ser sacudidas por los movimientos de ajedrez político en el que el partido Nacional se configura como un partido único que puede seguir en el poder por al menos tres períodos consecutivos.


¿Serán los liberales capaces de dejarse quitar la titularidad del Ministerio Público y el control mayoritario en el Poder Judicial?, son algunas interrogantes que rodean a los viejos pensadores liberales, que ven la unidad partidaria cuesta arriba, por los radicalismos extremos que incita y concita el ex presidente, Manuel Zelaya, principal artífice de la división del liberalismo.

Ante los anuncios de la presidencia del Congreso de estar en la cuerda floja la cabeza de los magistrados del Poder Judicial, la reforma política del plebiscito y el referendo puede ser un buen camino que lleve a la consulta para su destitución, así como de cambios en el Ministerio Público, sin que los liberales tenga de momento capacidad de respuesta. El partido Liberal se está dejando llevar por las emociones y no por las razones; sus eternos rivales, los nacionalistas, así lo ven, lo entienden y atizan el debate intrapartidario. En este momento, los nacionalistas le están comiendo la bandera al liberalismo.


Desde afuera, el ex presidente Zelaya se vuelve en un aliado incondicional del nacionalismo, al querer llevar agua a su propio molino, no mostrarse como un estratega partidario, sino como un líder de la división, que a fuerza quiere retomar el control que perdió desde que estuvo en el poder, y que busca, de otro lado, mantener en el radicalismo de un ala del Frente Nacional de Resistencia cuyas dirigencia quedó al margen del proceso de las reformas políticas y considera que desde las calles refundará Honduras, sin leer los juegos políticos del momento.

Manuel Zelaya es sin duda el elemento distractor que mejor ha apoyado la estrategia divisionista del Partido Liberal y el interés del gobierno en aprobar cambios sin mayor debate ni oposición. En ese juego, el gran perdedor por ahora es el Partido Liberal, que si no logra estratagemas más incluyentes y conciliadoras, seguirá perdiendo los debates por venir, no tendrá fuerzas para oponerse a reformas lesivas para el país, ni mucho menos para retener lo que desde el poder negociaron.

Los líderes del Central Ejecutivo y los liberales en resistencia, siguen como en un ring de boxeo, enfrascados en el pasado y sin lograr encantar a sus bases para ver el futuro del Partido. Es probable que de seguir esta tendencia, el Partido Liberal pase de ser un bastión del bipartidismo, a un partido múltiple, cuyas corrientes internas optarán como en Guatemala por convertirse en pequeños partidos, fraccionados, como el liberalismo en Nicaragua.

Esta división fortalecería la propuesta centrista que ahora abarca el Partido Nacional, quien al no tener rivales en el corto y mediano plazo, bien puede agenciarse tres períodos consecutivos, con la modalidad del modelo colombiano que impuso el ex presidente Álvaro Uribe y que parece cobrar fuerza en Honduras.

En esa lucha por la “idolatría del poder”, es muy probable que los cambios en el sistema político hondureño sean profundos, que se esté a las puertas del fin del bipartidismo político de más de cien años y que podría reeditar experiencias cercanas.

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