Tegucigalpa.- Este 1 de mayo, Día del Trabajo, la marcha del sindicalismo estará marcada por muchos simbolismos. Uno de ellos está relacionado con la imputación judicial de algunos de sus dirigentes por el colapso que enfrenta el Instituto Hondureño de Seguridad Social, donde ellos fueron parte de la junta directiva que aprobó lo que aseguran no sabían.
El otro se relaciona con el debilitamiento de poderosas empresas estatales como la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE), la de telefonía Hondutel, la Empresa Nacional Portuaria y el mismo Seguro Social, entre otros.
En el primer escenario, nunca en la reciente historia del movimiento sindical, sus máximos dirigentes habían sido increpados por abuso de autoridad o responsabilidad compartida por asuntos de interés público, en este caso el descalabro financiero que golpea al Seguro Social.
La dirigencia sindical representada en la directiva del seguro ha tenido que pasar un trago amargo al desfilar en los tribunales en búsqueda de medidas sustitutivas de la prisión para defenderse en libertad, mientras se aclara todo el enredo financiero que a lo interno del Seguro Social ha encontrado la junta interventora.
Sus líderes, de inquisidores en primera fila de la gestión pública han pasado a ser parte del banquillo de acusados y serán los tribunales quienes dirán si hubo o no responsabilidad en lo que se les achaca, pero lo cierto es que el golpe al movimiento sindical y a su vieja dirigencia ha sido dado. Ahora deberán tener más cuidado en las juntas directivas que integran en instituciones públicas.
Así el 1 de Mayo les agarra en uno de sus peores momentos al agudizarse la pérdida de credibilidad en su dirigencia y la intransigencia de otros por demandar mejoras salariales cuando los números siguen dando rojo, como es el caso de Hondutel.
Mientras la dirigencia de Hondutel demanda más salarios y calla la quiebra sistemática a que ha sido sometida por años esa empresa mediante el tráfico gris, la estafa al Estado y las canonjías para unos, en detrimento del resto y del erario en general, el panorama de la estatal sigue siendo sombrío pues al parecer ni a pedazos existen potenciales clientes que quieran la empresa.
Lo que se considera los activos vitales de Hondutel, como la fibra óptica y otras redes inalámbricas por explotar, no pueden comercializarse solas, porque quieren vender el paquete entero de la empresa con sus deudas y pasivos laborales, algo que los inversionistas no quieren adquirirla.
No obstante, en medio de esta crisis, la estatal telefónica parece tener carne porque el último escándalo revela una estafa al Estado mismo hecha en complicidad con algunos de sus empleados por 72 millones de lempiras en los últimos cuatro años.
Pero la dirigencia sindical no parece entender la gravedad de la empresa y parece dispuesta a caer a lo último que haya, desconectada de sus bases y de una sociedad que entre sus propios activos veía a Hondutel como una empresa orgullosamente nacional. Orgullo que poco a poco se cae.
La tónica no parece ser distinta en el sindicato de la Empresa Nacional Portuaria (ENP) que poco a poco ha ido cediendo a la privatización parcial de sus servicios, ante la podredumbre encontrada en el manejo del principal puerto marítimo que cada vez se vuelve menos competitivo por falta de inversión y eficiencia.
Los escándalos de corrupción y de contrabando en las instalaciones portuarias golpean no solo a las autoridades de la empresa, también a sus empleados, en su mayoría representados en el sindicato.
Del lado de la estatal Empresa Nacional de Energía Eléctrica, su sindicato parece estar un poco más compacto, denunciando acciones, pero cediendo en otras al grado que aspectos importantes de la estatal están siendo transferidos mediante la modalidad público privada, sin que su dirigencia haya sido capaz de encararlo.
Una vez cerrado el trato de mejoras de la ENEE mediante las alianzas público privado, el sindicato quiere entrar al juego como accionista, pero los vientos ahora no parecen favorecerle. Sale a las calles a protestar y les deducen el día si es en horas laborables, y cuando está en el horario en que puede hacerlo, los interlocutores no se encuentran.
A ello se suman los problemas de la ENEE, una empresa que todo indica será también fragmentada para intentar salvar lo que se pueda.
Un sindicato que parece entender la dinámica de su suerte e intenta reposicionarse en la opinión pública con otro rostro, es el del Instituto Hondureño de Seguridad al sorprender con una donación de medicamentos y equipo a la institución para que pueda continuar con sus cirugías.
Esa modalidad sindical puede verse como un signo positivo de cambio y de adaptación a la realidad de la institución y al volverse más cercano al pueblo y a los derechohabientes, intentan evitar que el colapso los arrastre sin pena ni gloria.
Hasta ahora el sindicato del Seguro Social es el único del área de la salud que se le ve esa proyección social reciente, pues el resto de sindicatos de la salud siguen enfrascados en las tradicionales luchas de aumento salarial en un país quebrado, con un desfase presupuestario de 3,500 millones de lempiras en estos primeros cuatro meses, según las autoridades.
Ello indica que el dinero no brota con esplendor, que la economía aún no alcanza la lozanía deseada y que en esta recomposición fiscal y económica los sectores educativos y de salud son los que siempre llevan la peor parte.
Más allá de la salida a las calles para reivindicar un derecho que les asiste, los sindicatos estatales podrían estar frente a una de sus últimas marchas sino leen la señal de los tiempos, los desafíos que estos le plantean para evitar que la gallina de los huevos de oro se canse y no produzca más pollitos, sino cierres inevitables de fuentes de empleo que no abonan a la salud democrática y financiera que requiere el país.
Su panorama es sombrío sino se adecúan a los cambios necesarios, menos politizados, menos ideologizados y mucho más pragmáticos. Son los desafíos que les presenta este 1 de Mayo.