Vecinos en pantuflas, con abanicos o periódicos; jovencitos y jovencitas acicalados; señoras ávidas de conversación, señores silenciosos y prolegómenos con música estridente conforman el escenario de la asamblea que tiene lugar en la calle O’Reilly, en el municipio de La Habana Vieja.
Alrededor de un centenar de los 260 vecinos inscritos en el padrón electoral embotellan la calle y asisten atentos a las explicaciones sobre la tarea que están a punto de realizar: elegir a uno de ellos como candidato a delegado de la circunscripción.
Los asistentes representan menos del cincuenta por ciento de los vecinos, pero los supervisores de la Comisión Electoral soslayan el dato al recordar que «el voto no es obligatorio, sino un derecho que pueden ejercer los vecinos».
La jefa de la mesa electoral recuerda la importancia del «derecho revolucionario» que los vecinos están por ejercer; el discurso del presidente provisional del país, Raúl Castro, el pasado mes de julio, y las virtudes de la «democracia socialista» cubana.
Media docena de personas toman la palabra para proponer a los candidatos.
Un vecino mayor dice que el compañero Buenaventura es respetuoso y cumple con el trabajo; otro añade que siempre ha mantenido una actitud consecuente y una mujer de edad recuerda que lo conocen «de toda la vida», que «es muy sociable» y que «está muy integrado a todo».
«Es un buen vecino», apostilla.
Las propuestas se acumulan y las virtudes se repiten: «buen compañero», «muy revolucionario», «muy activo», «cumplidor de las tareas que se le asignan»… y, también, «buen vecino».
Se vota a mano alzada y una sola vez. Lalo, de 67 años, lo hace tres veces. Se excusa diciendo: «me gustan todos los candidatos».
Un joven, que rehúsa hablar, opta por no votar y otro, desde atrás, sin decir su nombre, declara a Efe que «esto no resuelve nada».
Rolando, de 20 años, viene a votar por «el mejor», porque, asegura, este es un sistema en el que «el pueblo elige a los candidatos más capaces», aunque reconoce que prefiere a su «socio» Amador porque le cae mejor.
La votación da a Buenaventura una mayoría absoluta y abundante, pero, tras ganar la elección, no puede hablar con la prensa, explica Jorge Martín, uno de los encargados de la Comisión Electoral del Municipio, porque «no puede hacer campaña electoral».
Amador, desde 1992 militante del Partido Comunista de Cuba, el único legal en el país, ha perdido, aunque dice que Buenaventura es «un buen compañero que hará un buen trabajo».
Explica que siempre ha estado en el Comité de Defensa de la Revolución (CDR) de su cuadra -un órgano que organiza actividades revolucionarias en la base y «combate a enemigos e infiltrados»-, pero «es la primera vez que me proponían para delegado de la circunscripción».
«Estoy feliz», dice, y señala que seguirá trabajando con los vecinos para ser elegido como delegado de la circunscripción la próxima vez.
Los candidatos elegidos volverán a ser sometidos a escrutinio público el 21 de octubre en las elecciones para integrar la asamblea municipal, un órgano que se renueva cada dos años y medio.
Como en esta convocatoria hay elecciones generales, en fechas que aún no han sido determinadas, la elección los coloca, además, en la carrera por lograr un cargo como delegado provincial e, incluso, un escaño entre el 50 por ciento de las plazas elegibles del Parlamento.
El otro 50 por ciento se conforma con diputados que «representen el conjunto de una provincia o a sectores de instancias nacionales», como artistas, deportistas o científicos.
Los candidatos a delegados provinciales y al Parlamento, explica Martín, resultan de entre los elegidos en las asambleas municipales, pero son designados «de acuerdo a sus méritos» por las Comisiones de Candidaturas, conformadas por las agrupaciones de masas del país.







